QUE NO QUEDE NADA EN
PIE
Desde el mismo momento en el que Errejón presentó su renuncia, algunos
compañeros creyeron que podían sacar ventaja y, de paso, ajustar cuentas
pendientes
CAROLINA
BESCANSA
Íñigo Errejón, Esther Gómez, Manuela
Carmena, Nacho Murgui y Clara Serra paseando por la fiestas de San Isidro,
2019. / MÁS MADRID
Durante
años creí que si hubiera estado en octubre del 31, habría apoyado a Victoria
Kent frente a Clara Campoamor. Hoy, ayer, uno de estos días, me he dado cuenta
de que no habría sido capaz. Si lo piensas hasta el final, la posición de
Victoria Kent es imposible: no se avanza en democracia retrasando ensanchar la
democracia.
A muchas, el estallido del escándalo Errejón nos ha abierto en canal. Hemos hecho demasiados duelos por la muerte del proceso de cambio político que construimos en 2014. Espero de verdad que este sea el último.
Un
proyecto político no es un estilo de vida ni una marca de ropa ni un corte de
pelo. Un proyecto político es un acuerdo de mucha gente sobre cómo organizar la
sociedad en base a criterios económicos, culturales y éticos. Siempre que
existan esos acuerdos, existirá quien los represente, y en el ejercicio de la
representación habrá algún nivel de contradicción. Si alguien que ejerce la
representación afirma que no está atravesada por ninguna contradicción es que
miente o está ciega de narcisismo. No creo en la política que se concibe a sí
misma como una identidad (de clase, religión, género, etnia o cultura). Es más,
detesto esa forma de entender la política. Creo en el pueblo y siempre he hecho
política para cambiar mi país y el mundo en el que vivo en una dirección clara
y concreta. Dicho esto: todo tiene un límite y lo que estamos viendo lo
traspasa ampliamente.
En
estos días no he dejado de darle vueltas a cuatro ideas: la primera es vieja,
la segunda es pequeña, la tercera es difícil y la cuarta molesta.
La
primera: la vieja.
El
único responsable del comportamiento sexual de Íñigo Errejón es Iñigo Errejón.
El único responsable del comportamiento sexual de un hombre es ese hombre. Esto
nos lo enseñó el feminismo hace mucho tiempo.
La
segunda idea: la pequeña.
Que
miles de mujeres humilladas y agredidas identifiquemos un muro de IG como el
lugar más seguro para presentar denuncias, es un fracaso de la democracia
A
pesar de que sabemos que el único responsable del comportamiento sexual de un
hombre es ese mismo hombre, desde el mismo momento en el que Errejón presentó
su renuncia, algunos compañeros creyeron que podían sacar ventaja y, de paso,
ajustar cuentas pendientes. En un ejercicio público de clamorosa miseria
comenzaron las insinuaciones en los platós y los susurros en los oídos de las
periodistas. Algunas de la profesión también se subieron al carro. A lo largo
del jueves, algunos competían en los pasillos del Congreso y en los platós de
TV para convencer a las periodistas de que habían sido ellos y no los del
Frente Popular de Judea quienes habían lanzado la primera piedra contra
Errejón: la primera y la más fuerte. Y lo hicieron con tanto ímpetu que no se
dieron cuenta de que las razones que portaba la piedra, dimitido Errejón, les
ponía a ellos mismos en una posición resbaladiza. No sé ponerle nombre a esto,
pero tengo algunos calificativos: miserable, zafio, rastrero.
Cuando
algo me desborda reviso a las que nos precedieron para ver si encuentro luz. He
encontrado a Concepción Arenal: “Odia el delito, compadece al delincuente”.
Después me acordé de Manuela Carmena. No he escuchado a ninguna portavoz tomar
este camino. Sólo pedradas y navajazos.
Tercera
idea: la difícil.
Creo
todos los relatos que he leído en el muro de Cristina Fallarás. Me veo
reflejada. La mayoría de las mujeres sabemos que son verdad porque al leerlos
percibimos inmediatamente el olor de la intimidación, el desconcierto y el
silencio autoimpuesto que viene después.
Dicho
esto: que miles de mujeres humilladas y agredidas por machistas babosos o
violadores identifiquemos un muro de IG como el lugar más seguro para presentar
nuestras denuncias, no me parece un éxito del feminismo sino un fracaso de la
democracia y del Estado de derecho. Bien por el desbordamiento: lo necesitamos.
Pero no deja de ser una desgracia que acarrea en sus entrañas acciones
potencialmente tan repugnantes como los hechos que la han propiciado.
Necesitamos
abrir un espacio en la conversación pública para poder hablar de violencia
sexual y otras formas de violencia machista igualmente insoportables, aunque
menos escandalosas a ojos de los platós. Y ese espacio no pueden ser las redes.
Las redes no son nuestras. No están diseñadas para reflexionar sino para odiar
(en política, en deportes, en cultura, en todo). Ahora mismo, con tanta mentira
de por medio, no se puede ni plantear esto.
Cuarta
idea: la molesta.
No
veo cómo esta forma de proceder puede ayudar a las víctimas, al feminismo o a
la democracia
Los
partidos que están gestionando esta crisis han dejado claras dos cosas. La
primera es que en su interior no existe ningún órgano encargado de investigar y
resolver los conflictos internos. En el curso de un escándalo, la dirección
puede expulsar en cuestión de minutos a cualquier dirigente o militante sin
recabar pruebas o tomar declaración a las personas implicadas. La segunda es
que en la gestión de una crisis que desde el primer momento confronta una
tensión entre la consideración mediática del escándalo y la tipificación
jurídica de las conductas escandalosas, las decisiones se han tomado atendiendo
exclusivamente a lo mediático. Y a partir de ahí, se ha administrado el
linchamiento público como sanción complementaria a la exigencia de
responsabilidades políticas. No veo cómo esta forma de proceder puede ayudar a
las víctimas, al feminismo o a la democracia.
Por
si no ha quedado claro: 1º Creo en la veracidad de las declaraciones de todas las
mujeres que han denunciado y cuentan con todo mi apoyo. 2º Creo que las
denuncias formuladas contra Iñigo Errejón relatan hechos asquerosos e
incompatibles con la representación política. 3º Nunca oí ninguna denuncia de
violencia sexual contra quien durante años fue mi compañero de militancia y de
partido: ni siquiera rumores.
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