MIEDO Y MEDIOS NO CAMBIAN DE BANDO
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d) la
secretaria general, Cuca Gamarra, y el portavoz, Miguel Tellado, durante el
Pleno del Congreso de los Diputados celebrado este pasado miércoles. EFE/Sergio
Pérez
Da
casi ternura escuchar todos los días, en las ágoras políticas y en los templos
mediáticos, a los dirigentes del Partido Popular quejarse de la corrupción
ajena. Es como si la caries se quejara del diente. Como si el grano se quejara
del culo. Como si Oppenheimer nos advirtiera del peligro de usar escopetas de
balines.
Por poner solo un ejemplo, ningún gobierno democrático del mundo puede presumir, como el de José María Aznar, de haber visto a tres de sus ministros entrar en la cárcel. Por no hablar de los intocables. Esos extraños seres que, rodeados de evidencias delictivas, continúan dándonos lecciones de moral, ética y gestión. Cual sacerdote que pronuncia su sermón sobre la pureza con un niño desnudo agachado bajo la sotana. No quiero dar más detalles. Las metáforas las cargan dios y el diablo, ese par de no-seres malignos.
Aunque
no me he puesto a contar páginas, si atendiéramos a la cantidad de
información que hemos leído en estos últimos diez años sobre corrupción
concluiríamos que el partido más corrupto de la historia de nuestra
democracia es Podemos. Millones de folios, millardos de minutos de radio y
televisión se han dedicado a la caza del gamusino corrupto de Podemos.
Incluidos los presuntos medios de izquierdas. Condenas: cero.
Como
soy viejo y fiestero, conocí en las redacciones y en los saraos nocturnos a
muchos de los directores y jefes orgánicos de periódicos, radios y teles
zurdos. ¿De qué se habla, de qué se rumorea, de qué se discute en esos
despachos y saraos? De la corrupción a la izquierda de la izquierda. Que es
como en estos tiempos se le llama a la más blandita socialdemocracia.
Es
un escándalo que Pablo Iglesias se compre una casa en los arrabales
serranos de Madrid, pero que Alberto Núñez Feijóo posea casi una decena
de inmuebles no es noticiable. Y que pase parte de sus vacaciones en un chalet
construido ilegalmente a orillas de la ría de Vigo, en Moaña, propiedad de su
novia o esposa o lo que sea, no merece más que un triste y perecedero titular
en las páginas de náutica.
¿Es
maldad? No. ¿Es inercia? En parte.
Pero sobre todo es el negocio, amigos. Tristemente, vende más contar que Ione
Belarra ha arrancado una margarita en un jardín público que decir que los
padres de Isabel Díaz Ayuso se lucraron con dinero público, su hermano también,
y su novio no digamos.
El
negocio de los medios de comunicación contemporáneos no es la información, es
el morbo. Y resulta mucho más morboso y vende
más narrar cómo Isa Slim Serra, Mamba Negra de 50 kilos, derribó
e hirió a tres policías de arroba por hombro (fue condenada) que intentar
desvelar quién es el M. Rajoy de los papeles de Luis Bárcenas.
Este
viernes estuve en un homenaje, en el Congreso de los Diputados, al escritor y periodista Pascual García Arano,
que se murió hace poco y temprano, como quién no quiere la cosa, que es como a
él le gustaba resolver los asuntos más importantes. Cuando emergió el 15M,
comiendo en su casa, teníamos la tele puesta en silencio con un telediario que
sacaba la manifestación del día. Era muy al principio de aquella pequeña
revolución inconclusa. A mí me gustó mucho una pancarta que decía que el miedo
va a cambiar de bando. Luego se hizo tópica, pero entonces era novedad. Mi
amigo Pascual García Arano era un enemigo convicto de la solemnidad, pero para
su desgracia se le ocurrían varias frases solemnes al día, y para defenderse de
sí mismo, las frases solemnes nunca las decía: las rumiaba: "Qué
pobrecicos son (era navarro). No son los miedos los que tienen que cambiar de
bando. Son los medios. Los medios somos el miedo".
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