LO DE LA VIVIENDA
La crisis habitacional no es tan solo un problema para el votante de
izquierdas o progresista, sino que es un problema horizontal, por lo que la
derecha podría descubrir el filón
Pancarta del Sindicato de Inquilinas
e Inquilinos de Madrid durante la manifestación del 13O. / X (@InquilinatoMad)
1- Las manifestaciones a favor de una vivienda asequible son la verbalización de un problema, sin respuesta política, formulado hace ya dos décadas, se dice rápido. Por lo mismo son un fenómeno inconcluso, que puede ser que ahora, como antaño, tan solo esté ensayando forma, hasta adquirir la definitiva para un periodo. Podrían ser acampadas, huelgas de alquileres, o X, siendo X algo nuevo, incalculable, muy costoso electoralmente para el PSOE, e importante para visualizar lo que ha pasado. Lo que ha pasado: el incumplimiento, en modo chiste, de manera gratuita, sin prever las consecuencias sociales, políticas y electorales, del pacto de gobierno –de la anterior legislatura– para limitar el precio del alquiler. Una omisión que, de repente, zas, se ha vuelto muy costosa y metafórica: recordemos, hermanos, que en aquella primera legislatura de un gobierno de coalición, el negociado vivienda lo llevaba, snif, un tal José Luis Punto Ábalos.
2-
Por otra parte, la mayoría parlamentaria
gubernamental de pronto es más cara que la semana pasada. Lo que indica que
flota en el ambiente cierta desconfianza ante el futuro del Gobierno, que no
está claro que llegue a emitir presupuestos. Los apoyos parlamentarios al
Gobierno hoy se pagan, por ello, con monedas caras y nuevas –como vocalías en
el consejo de RTVE; una bicoca–. A su vez, tanto Sumar –ojo: un partido
gubernamental– como Podemos se distancian de Moncloa, buscando la percepción de
su individualidad ante su electorado. Podemos, un partido de Guerra Cultural
–están creciendo en número; ya hay cinco, o seis, según el día, en el Congreso;
es la época–, cabe suponer que marque sus distancias a través de espectaculares
y crispantes –y estériles, salvo para crear electricidad en su público–
batallas culturales. No pinta, por cierto, que en caso de apretón electoral
haya una unificación funcional de Podemos y Sumar, esas dos socialdemocracias
similares, diferenciadas por el uso o no de Guerra Cultural. Con la que está
cayendo –en toda Europa–, la función de sus líderes solo tendría que ser esa:
unificarse de alguna manera precaria, y evitar así la victoria por KO de la
mayor amenaza a la democracia desde los años treinta. Y no parece ser el caso.
Los líderes de la izquierda a la izquierda de etc. nunca han estado,
históricamente, muy pallá, pero parece que la hornada de 2014
está dibujando un nuevo jalón en esa tradición que Gregorio Morán denominó de
grandeza, sí, pero también del tema que nos ocupa: miseria. En cuanto a Sumar,
esa otra fracción de la grandeza y miseria, parece que va a orientar sus
intentos de marcar distancia con Moncloa a partir de incumplimientos del pacto
de gobierno, y a partir de temas que vaya forjando la actualidad. La vivienda
entra dentro de esos dos packs. A lo bestia.
El
Gobierno, en todo caso, descubrió hace una semana el tema vivienda
3- El Gobierno, en todo caso, descubrió hace una semana
el tema vivienda. Lo descubrió a partir del aludido clima preelectoral, de las
manifestaciones rollizas en Madrid y València –y a la espera de la de
Barcelona; ojo con ella–, de la observación de la búsqueda de individualidad de
Sumar. Y a partir de un terror, nuevo y aún no confirmado por la realidad: que
la vivienda no es tan solo un problema para el votante de izquierdas o
progresista, sino que es un problema horizontal, por lo que la derecha podría
descubrir el filón. La derecha de Guerra Cultural, en ese sentido, puede
declarar, exigir, legislar lo que quiera a favor de la vivienda pública, con
absoluta libertad y pasión, y a cambio tan solo de no hacerlo. Es más, ahora
que esas derechas –PP, Vox, Junts– dominan, gestionan el léxico del tema de la
inmigración, podrían hacer lo propio con el de la vivienda. No les costaría
nada. Palabras. Léxico.
4-
En todo caso, Moncloa lo está dando todo
por el tema vivienda. Todo el léxico, quiero decir. Y eso que anteriormente ya
dio mucho. En julio de 2024 Sánchez anunció la creación de 43.000 viviendas,
para lo que se crearía, a su vez, una partida de 6.000 millones de euros –ni
5.000 ni 7.000– en préstamos, avales y cosas acabadas en ICO. Previamente, en
abril de 2023, Sánchez anunció en el Senado, que no en la ducha de su casa, la
construcción de 20.000 viviendas públicas de alquiler asequible, en terrenos
del Ministerio de Defensa. A las que, si se les agregaba las viviendas públicas
ya proyectadas por el infatigable Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda
Urbana –el de José Luis Punto Ábalos–, en “los próximos años”, sic,
“habilitaremos 183.000 viviendas de titularidad pública para alquiler”. Lo que
vendría a ser calderilla, pues la idea era seguir construyendo, como si no
hubiera un mañana, hasta alcanzar la media del 20% de vivienda pública
–actualmente, esa media es del 1’1%; Españita es el cuarto país de la OCDE,
empezando por la cola, con menos vivienda de alquiler social–. ¿Qué se
sabe de todas estas chorrocientasmil viviendas a fecha de hoy? Que,
oficialmente, unas 80.000 están en diversas fases de desarrollo –lo que no es
mucho; yo mismo estoy en alguna fase de desarrollo–, en algún punto del país
favorito de la Divina Providencia. Esperemos que no sea el fondo marino.
5-
Esta misma semana, la ministra de
Vivienda –Isabel Rodríguez– ha aportado más datos al asunto. Ha catalogado la
situación de la vivienda como “emergencia social”, que será de alguna manera paliada
a través de los próximos presupuestos –ay, uy–, mediante “una movilización
histórica de recursos económicos”, la incorporación de “suelo público” y, ojo,
cuidadín, de “nuevas medidas para limitar alquileres”, que deben ser curiosas,
si tenemos en cuenta que las medidas antiguas y efectivas fueron despreciadas
por años. La ministra también habló de negociar con la UE “un fondo europeo
para la vivienda” –algo, me dicen, poco probable–, así como “blindar a
perpetuidad el parque público” –algo complicado en tanto a), no lo hay, y el
que hay b) pertenece más bien a las CC.AA.–. Por lo demás, y para ir arreando,
la ministra puso como ejemplo de todo lo que se está haciendo, y de todo lo que
se hará, el plan de vivienda del Govern Illa, en Catalunya. Lo que nos lleva a
Catalunya, ese laboratorio de la Humanidad. No se lo pierdan.
6-
La idea del Govern Illa, en estado de
elaboración más adelantada que la española –más aún si tenemos en cuenta que el
proyecto español, visto lo visto, puede parecerse a mi proyecto personal de
dejar el Cardhú–, consiste en crear 50.000 viviendas hasta 2030, a partir de un
fondo de 4.400M€ y –ojo a este dato, que nos puede matar, o no, de risa en el
futuro inmediato–, a partir del lema de Illa y de su nuevo PSC: la colaboración
público-privada. Que es, recordemos, hermanos, el lema que llevó a las diversas
administraciones a la venta del parque público. En esta emisión, la Gene se
compromete a que, independientemente de que las viviendas construidas sean
públicas o privadas –lo que no solo es fundamental, sino que sería importante
esclarecer–, siempre serían viviendas protegidas. Lo público-privado consistirá
en chutar 1.100M€ anuales para el asunto, en facilitar solares públicos –a la
iniciativa privada, que ahorraría ese monto; se especifica que esta mañana a
primera hora ya hay solares para 20.000 pisos–, y en aportar mayor rapidez en
la ejecución de paleo para obra nueva en zonas de fuerte demanda –es decir, tal
vez en aportar mayor desregulación–. El desglose de esos 1.100M€ anuales por
cuatro años sería el siguiente: a) 500 para créditos a los promotores –no
serían ICO; sería del Incasòl, un ICO cat; una vez conocí una chica que
trabajaba ahí; existe–, b) 500 en ayudas al pago de alquiler –para 100.000
familias en el límite de lo posible–, y c) 100 para ayudas a menores de 35
años, para la compra de una vivienda de segunda mano, y que cubriría el 20% de
la compra de un piso que nunca podría revenderse en el mercado. La cosa se
empezará a movilizar en febrero de 2025 –como ven, hay fecha; como en todos los
planes cat, por muy marcianos que sean–, y depende de que existan, o no,
Presupuestos de la Generalitat –pinta que sí, en este caso–. Tarragona será el
primer municipio en ceder terreno. Se han anunciado reuniones ya con el Gremi de
Constructors, la Federació de Municipis Catalans y el Col·legi d’Arquitectes.
Si todo esto, si toda esta superproducción, que es espectacular, pita, el
parque público cat pasaría del 2,5% –nada– al 6% –nada–. Para paliar la
situación de la vivienda sería necesario, en fin, un esfuerzo mayor y más
prolongado. La emisión de legislaciones –existentes en Europa– desde otra
cultura de lo público, incluso de lo político. Y, en el trance de edificar,
sería necesaria, otra vez, otra cultura –también existente en Europa, que no
aquí abajo–, que fuera más allá de la colaboración público-privada tradicional
y autóctona –ese pelotazo subvencionado–, puesta de largo y a prueba por este
nuevo PSC, pack municipal, con la cosa American Cup, que, no se lo van a creer,
ha sido un éxito privado, si bien un agujero público y social llamativo, en
ocasiones cómico, y siguiendo la estética de la Escuela Levantina de
colaboración público-privada, que tanto hizo por la creación de riqueza en el
Zaplanato-Barberato. Lo que nos lleva al punto 7.
Un
fallo del plan Illa es la ausencia de contactos oficiales con asociaciones
vivas y funcionales
7-
Un fallo del plan Illa, una orientación
sobre sus posibles límites, sobre su inteligencia incluso, un elemento que
explica la poética público-privada de la que nace, es la ausencia de contactos
oficiales con asociaciones vivas y funcionales que han liderado la explicación
de la crisis habitacional hasta hacerla perceptible en la sociedad, hasta
inspirar la creación de planes como el de Illa. Se trata de asociaciones como
la PAH –“El Govern no nos han dicho nada de su plan. De hecho, al PSC hay que
perseguirlo para que te diga algo”–, y como el Sindicat de Llogaters, sin duda
la entidad actual con más inteligencia social sobre el tema, y que lidera no
solo la movilización, sino la investigación –recientemente ha aparecido un informe suyo que
explica la situación del alquiler en BCN y MAD; no se lo pierdan; hay datos
como que a) el 70% de la población MAD-BCN no heredará ningún piso, lo que es
el acceso más factible y probable a la vivienda; que b) el alquiler ya no es un
estadio pasajero, sino que la mayoría del inquilinato envejece en esa fórmula;
que c) siete de cada diez madrileños no podrá acceder a la compra en
toda su biografía; que d), para el periodo 2023-24, el 56% de
las compras de pisos fue, zas, al contado; que e) la mitad de las compras de
pisos, para el periodo 2008-20, fueron realizadas por empresas que poseían ya
más de ocho inmuebles; que e) en la última década, el número de grandes propietarios,
con más de diez inmuebles, ha aumentado un 20%–; que f) ese colectivo ha
inflado, artificialmente, la demanda; que g) la propiedad está siendo
concentrada por un nuevo sujeto: el gran propietario–. Sin hablar, sin
integrar, sin pactar con esas asociaciones, con todo ese conocimiento y con
toda esa experiencia colectiva, el plan puede ser, en primera instancia, a) un
beneficio para los constructores, que construirían como posesos y, además,
pasarían a ser también caseros, y b) una posible renovación de la deuda, ese
género, entre los menores de 34 años. Y, todo ello, sin aportar un cambio
significativo en la problemática. Hablo al respecto con Jaime Palomera, del
Sindicat de Llogaters. Aparten a los niños.
8-
“Está muy bien que se hable de cifras de
vivienda pública nueva. El problema es que 50.000 viviendas, que son las
prometidas por el Govern, son tan solo las que el mercado turístico secuestró
entre 2015-22. Y ya van por más de 100.000. Hablo de los pisos turísticos con
licencia, ni te digo las cifras de los pisos ilegales. Por no hablar tampoco de
los 418.000 pisos vacíos o destinados a usos no residenciales. O los miles que
se dedican a alquileres hiper-especulativos”. “No puedes resolver el problema
social que tenemos haciendo unos cuantos pisos públicos. Debes hacerlos, sí,
pero al mismo tiempo debes intervenir de múltiples maneras el mercado, para
evitar la especulación: frenar las compras por parte de fondos y de rentistas,
coser a impuestos el uso especulativo de la vivienda –pisos turísticos, vacíos,
de temporada–, y un largo etcétera, que va más allá de tímidas regulaciones del
precio del alquiler”. “El modelo no está muy lejos. Es Viena desde hace un
siglo: hacer vivienda pública y, a la vez, dar la batalla al mercado, porque es
ahí donde está la mayor parte de la vivienda, y donde se dan las dinámicas
especulativas que lo distorsionan todo”. “Bruselas es otro ejemplo: el
municipio persigue las viviendas vacías y las requisa, literalmente, para
alquiler social, si el propietario no las pone en alquiler”.
9-
Es importante la construcción de
vivienda nueva social. Saber quién la detenta. Y saber también cómo se
construye, bajo qué idea de vida cotidiana, de ciudadanía. Y, más aún, cómo se
legisla y regula el mercado, que es lo que rodea y amenaza a esa vivienda nueva
social. Si no tenemos de todo eso, lo único que sabemos es que podemos no tener
nada. Hace años que no tenemos de todo eso. ¿Existe en los partidos, que han
impedido todo eso, la cultura para crearlo? ¿Se está gestionando, allá donde se
está gestionando, una respuesta al problema –ya dramático y estructural– de la
vivienda? ¿O se está gestionando una, otra, colaboración público-privada?
Veremos.
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