NO LO LLAMES
DIGNIDAD, LLÁMALO 'PAGUITA'
JULEN BOLLAÍN
Varias personas con carteles y una pancarta durante una concentración a favor de la Renta Básica Universal en Catalunya. Imagen de archivo. Europa Press
La
sociedad está evolucionando. Pero aunque estemos en pleno siglo XXI,
curiosamente algunos insisten en mantenernos anclados a ideas obsoletas sobre
el trabajo, la economía y la dignidad. ¿No les resulta insultante? Muchos
detractores de la renta básica, en su infinita sabiduría, la llaman "paguita".
Un término diseñado para menospreciar y descalificar. Pero, ¿por qué este
estigma social se ha vuelto tan conveniente? ¿Acaso cuestionar los privilegios
de unos pocos asusta tanto que la única salida es humillar a quienes más lo
necesitan?
Y hay quienes critican la renta básica como una propuesta meramente populista, una especie de utopía que tan solo busca comprar voluntades. Seamos honestos, ¿acaso no es pura indiferencia y ceguera estructural el hecho de ignorar la pobreza que oprime a tantas personas, mientras la riqueza se concentra cada vez en menos manos?
La
crisis del trabajo: ¿vivir para trabajar o trabajar para vivir?
El
trabajo se ha convertido en el centro de nuestras vidas. Y no precisamente para
bien. Han creado una sociedad que valora el esfuerzo sobrehumano, la pura
autoexplotación, pero que, al mismo tiempo, se niega a ofrecer trabajos dignos
para la gran mayoría de las personas. Cualquiera diría que, para quienes
defienden este modelo trabajocentrista, el trabajo precario, indigno y sin
perspectiva es la única manera de ganarse la vida. Cualquiera diría que hay
quien sustenta su margen de beneficio a través de la precarización de sus
trabajadores. Cualquiera diría que hay quien ha cambiado su modelo de negocio
por un modelo de explotación. ¿Y si queremos otra cosa? ¿Y si aspiramos a un
futuro donde el trabajo sea solo una parte de nuestra vida y no toda la vida?
Cada
vez somos más personas las que entendemos que la vida no debería ser solo
trabajar hasta la muerte. Hace poco Milei aseguraba que había que retrasar la
edad de jubilación hasta los 75 años. La esperanza de vida en Argentina está en
los 76. ¿En serio? ¿Es ese nuestro objetivo cuando la revolución tecnológica no
hace más que elevar la productividad? ¿Para qué queremos ese incremento en la
productividad? Yo lo tengo claro: para tener más tiempo libre y, sobre todo,
más equilibrado. Sin embargo, parece que para lo único que está sirviendo ese
incremento en la productividad es para que unos pocos acumulen todavía más
riqueza. En España, el 0,01% más rico posee el 18,2% de la riqueza. El 1% más
rico, el 42,6%. El 10% más rico, el 76,3%. Es decir, más de tres cuartas
partes de la riqueza están concentradas en el 10% más rico. Mientras, el
50% más pobre tan solo posee el 2,7% de la riqueza. Ya va siendo hora de
redistribuir la riqueza, el trabajo y el tiempo de forma equilibrada. Y esto no
es una idea radical, es un simple acto de justicia.
La
"paguita" de los rentistas y los multimillonarios
Ahora
bien, si hablamos de "paguitas", sería interesante que quienes usan
ese término pusieran el foco en las verdaderas "paguitas" del
sistema. ¿No te suenan, verdad? Pues son las subvenciones, las exenciones
fiscales y los privilegios a los grandes patrimonios. Lo que pasa es que si les
llamas bonificaciones e incentivos fiscales parece que, además, son merecidas.
Como resultado, mientras la clase trabajadora paga impuestos y lucha por llegar
a fin de mes, las grandes fortunas disfrutan de una vida cómoda llena de
"paguitas". Estoy harto de escuchar eso de "no quieren trabajar
porque cobran la paguita". Los datos muestran que el 20% más rico de
España recibe más del 30% de las ayudas públicas. El 20% más pobre, por su
parte, tan solo el 12%. ¿Quién cobra paguitas? ¿Quién?
Es
ofensivo que una persona que ha heredado 10 pisos se embolse 8.000€ al mes sin
moverse del sofá, mientras le llama "paguita" a una renta básica de
700€ al mes que permitiría que todas tengamos la existencia material
garantizada. Porque luego, además, quienes más te hablan de meritocracia son
quienes su único mérito ha sido haber nacido en una familia rica. Este discurso
meritocrático, que algunos defienden con tanto orgullo, ha creado un sistema
de odio, juicio y rechazo al pobre ya que, mientras los ricos merecen sus
riquezas, los pobres son culpables de su situación por no haberse esforzado lo
suficiente. En España, el 73% de la desigual distribución de la riqueza
proviene de las herencias. ¿Realmente alguien cree que la riqueza tan solo
depende del esfuerzo individual? Hay que estar ciego.
¿Puede
existir democracia sin igualdad?
La
concentración extrema de la riqueza no es solo un problema económico. Es, ante
todo, una amenaza directa a la democracia. Cuando la riqueza, y por tanto el
poder, se concentra en unas pocas manos, tiene la capacidad de decidir sobre la
vida de las demás. Esto es un misil en la línea de flotación de la democracia.
¿Por qué? Sencillamente porque no existe libertad para la mayoría social cuando
unos pocos pueden imponer su concepción de la buena vida al resto.
En
un mundo donde el 1% más rico controla más riqueza que el 99% restante, hablar
de democracia es poco menos que una broma de mal gusto. No podemos aceptar
que los privilegios de unos pocos definan el destino de la mayoría.
Redistribuir la riqueza no es solo un tema económico; es un asunto de justicia,
de dignidad y, sobre todo, de respeto por la libertad.
Renta
básica: un derecho, no un regalo
La
renta básica no es un "paguita" para que las personas cenen caviar
todos los días. La renta básica es un mínimo que garantizará que todas
tengamos las necesidades básicas cubiertas. No es un lujo, sino un derecho,
como la sanidad o la educación, que permitirá garantizar una existencia digna
sin que tengamos que suplicar por trabajos en condiciones basura. Y,
lógicamente, contribuiría a cambiar la relación de fuerzas entre el capital y
la clase trabajadora, devolviéndole a esta última la capacidad de negociar y la
libertad de decidir qué trabajos aceptar y cuáles rechazar. Porque si no puedes
llenar la nevera a fin de mes o no puedes encender la calefacción, tú no eres
libre a la hora de aceptar un trabajo con condiciones indignas. Estás obligado
a ello si quieres sobrevivir.
Importante
recalcar, también, la importancia de la renta básica desde una perspectiva de
género. La renta básica es una herramienta clave para la emancipación de las
mujeres, muchas de ellas atrapadas en relaciones tóxicas y empleos precarios.
Una herramienta que dote de mayores cotas de libertad efectiva a las mujeres y,
en general, a todas las personas oprimidas por el sistema actual, sería un
catalizador que permitiría avanzar hacia una sociedad más justa.
¿Utopía
o realidad?
Como
decía anteriormente, muchas de las personas que rechazan la renta básica suelen
decir que es una medida utópica. Pero, ¿qué hay de cierto en todo ello? La
renta básica no se trata de un experimento o de un juego. Estamos hablando de
mejorar la vida de millones de personas. ¿No será que quienes se muestran
contrarios a la renta básica tienen miedo a perder sus privilegios? ¿No será
que tienen pánico a que la clase trabajadora gane libertad y poder para poder
decidir qué hacer con sus vidas?
No
estamos en una crisis de falta de recursos, sino en una crisis de voluntad. Y,
sobre todo, de voluntad política. Porque existe la riqueza suficiente para
implantar una renta básica (tal y como se ha demostrado en multitud de estudios
científicos). No obstante, seguimos buscando excusas para no llevarla a cabo.
Cada vez se habla más de renta básica, cada vez se hacen más proyectos piloto y
cada vez, además de mayor evidencia científica sobre sus potenciales
consecuencias, hay más y más personas que la defienden. Sin embargo, quienes
tienen que tomar las decisiones hacen oídos sordos mientras millones de
personas viven en condiciones indignas, atrapadas en la pobreza o con empleos
precarios.
Y
que quede claro que la renta básica no es solo una medida económica. Es un
cambio de paradigma. Es la oportunidad de construir una sociedad en la que
todas las personas tengamos garantizado un mínimo de libertad y de dignidad.
Quienes defienden el sistema actual quieren que sigamos pensando que pedir una
renta básica es pedir "demasiado". Pero, ¿demasiado para quién?
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