EL EXTRAÑO CASO DEL
DR. FELIPE Y MR. AZNAR
Los expresidentes del Gobierno Felipe González y José
María Aznar protagonizan un debate cara a cara en la sesión de apertura del
Congreso, en Madrid. Eduardo Parra / Europa Press.
Hace mucho tiempo, más o menos desde que declaró su afición a los bonsáis, que a Felipe González se le fue poniendo cara de Yamamoto. Entre su flirteo con la OTAN, la reconversión industrial, la bodeguilla, los Roldanes y los GAL, su público se iba desencantando poco a poco, convencido de que le habían colado a un socialista de plástico reconvertido en un robot japonés. Ni las traiciones ideológicas ni los pelotazos con gomina ni los hermanísimos de Alfonso Guerra: nada explica mejor el fiasco que resultó el gobierno del PSOE que la boda del superministro de Economía, Miguel Boyer, con Isabel Preysler, la reina de la revistas del corazón. Ay, creíamos que era socialismo y era socialité.
Umbral
definió el felipismo como "la década roja", pero hoy sabemos que se
le fue la mano con el color, que "la década rosa" hubiera sido una
denominación mucho más precisa, no sólo por la frivolidad criminal de sus
mandarines sino por el simbolismo de ese anagrama, que, más que una rosa, era
un capullo en toda regla. También fue Umbral quien dijo que un académico es un
señor que, al morirse, se transforma en sillón, pero a Felipe no le hizo falta
certificado de defunción para metamorfosearse en un sillón de cuero en Gas
Natural, una jugosa teta pública de la que estuvo mamando durante cuatro
años. Se embolsó medio millón de euros antes de dejar el trabajo porque, según
dijo, allí se aburría mucho. La reconversión industrial bien entendida empieza
por uno mismo.
Pocos
detalles definen la mandanga del bipartidismo como el hecho de que, desde antes
de llegar al poder, José Mari Aznar empezara a copiarle a Felipe el
acento andaluz y diversas expresiones icónicas, entre ellas, "mire
usted". Como he comentado ya en otras ocasiones, el PP no era más que la
continuación del PSOE por otros medios, a veces exactamente por los mismos
medios. Por aquel entonces, José Mari y Felipe parecían la antítesis uno de
otro, pero en realidad eran la síntesis dialéctica del régimen del 78, del
mismo modo que en los Estados Unidos demócratas y republicanos ofrecían desde
siempre una ilusión de alternativa tan monolítica como el Partido Comunista
Soviético.
"El
PSOE ya no es el PSOE" dice Felipe, que sigue siendo aquel trilero del
referéndum sobre la OTAN en 1986. Muchos ingenuos atribuyen estas invectivas
furibundas a los achaques de la edad o a la falta de medicación, pero no nos
engañemos: en realidad, Felipe está más joven que nunca, a dos pasos de
ingresar en Falange. Hace nueve años dijo que la dictadura de Pinochet
respetaba los derechos humanos más que el gobierno de Maduro y lleva más de una
década haciendo de mamporrero del PP.
Ahora
la metamorfosis se ha cumplido hasta tal punto que, entre la avalancha de
ataques al gobierno de Sánchez, cuesta distinguir cuáles son de Felipe y cuáles
de José Mari. Es una reedición en carne y hueso de aquella novela corta de
Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde, donde un
científico, en su obsesión por separar el bien del mal, toma una pócima que lo
transforma en un criminal sanguinario. Una tras otra, las adaptaciones
cinematográficas cometen el error de encargar los dos papeles al mismo actor,
cuando es evidente, por ciertos detalles de la narración, que la apariencia
física de ambos es completamente distinta. La semejanza está en el interior, al
igual que en el extraño caso de Felipe y José Mari, quienes al final se han
convertido prácticamente en el mismo jarrón chino.
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