MIRABA...
DUNIA
SÁNCHEZ
El miraba y miraba el
renacer de las flores cuando el crepúsculo se emancipaba de los astros.
Ensimismado acariciaba cada flor que se abría en el brío de los jardines de un
parque donde la soledad rondaba. Sí, solo. A él le daba ya igual. El abismo de
ser diferente lo embriagaba de cierta pena, lejano y desértico. Ya no se
preguntaba el por qué, paseaba siempre con las mismas pisadas mientras meditaba
que sería de él con alguna amistad que le diera de la mano. Muchas estaciones
estancado bajo los influjos del frío. Triste continuaba el amanecer de las
flores. Un amanecer semejante al latido de su corazón, de su corazón…Llegó al
final del parque, al final del túnel de su despertar: aceras ojerosas ante la
verticalidad de sus pasos. Adiós, les dijo. Un tropiezo. Sí, un tropiezo de
alguien que hacía lo mismo que el. Se miraron, se reconocieron, bajaron la
cabeza y sus manos se enlazaron al paseo matutino. “ Soy Bob”, dijo aquel. “Yo
Ann”, dijo el otro. “Caminaba y caminaba donde los soles me muestran el calor de
un abrazo, de una eclosión de mis sentidos bajo el rumor de los pájaros” , dijo
Bob. “Yo también, me pierdo por estas calles, por este parque al encuentro de
la brisa. Una brisa que viene, que va y se asienta en mi rostro”, dijo Ann.
Andemos y andemos. Sí, con la fuerzas de nuestros espíritus solitarios,
cancelados en una urbe se precipita en la carcajada sobre nuestros sentidos.
Para ellos somos extraños, no formamos parte de su grupo. Ahora tú y yo. Solos.
Observando el alba de las flores que nos da la bienvenida a nuestros caminar
por este sobrio mundo. Qué más da que nos aparten, estamos los dos. Tú y yo. Yo
y tú. Ellos miraban y miraban el renacer de las flores cuando el crepúsculo se
emancipaba de los astros. Ellos aliados a un mismo meditar siguieron acaricia
tras acaricia el nacer de una nueva vida.
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