DELINCUENTES CON UNIFORME POLICIAL
IÑIGO SÁENZ DE UGARTE
Los
mossos acudieron a declarar en la instrucción en grupo para evitar ser
identificados. EFE
Juan Andrés
Benítez murió el 5 de octubre de 2013
tras sufrir una paliza a manos de varios mossos d'esquadra en el barrio
barcelonés del Raval. El crimen nunca será juzgado porque no habrá juicio. Las
defensas y las acusaciones han llegado a un pacto por el que los policías
reconocen una cierta culpabilidad –aunque esto no es cierto en absoluto– y la
Fiscalía y la acusación popular han retirado los cargos más graves, en este
caso, penas de hasta 14 años por el delito de homicidio.
La maquinaria
de la justicia tiene reglas y limitaciones que los profanos desconocemos. Lo
que se aplica es la ley, y eso no siempre coincide con la justicia. Para enviar
a alguien a prisión, hay que tener pruebas, no sólo sospechas. El fiscal debe
valorar si podrá conseguir una sentencia de culpabilidad con los resultados de
la instrucción. En un juicio con jurado, intervienen también otros factores que
ambas partes no pueden controlar. En este caso, hubo otros elementos que
intervinieron en la muerte de Juan Andrés Benítez, pero hay una cosa que está
clara. Sin la intervención de los policías, Benítez no habría muerto ese día.
Sin embargo, en
el caso de los delitos más graves, el fiscal tiene la obligación de ir hasta el
final a nada que la instrucción haya permitido llegar a la conclusión de que
los derechos de alguien han sido violentados, en especial si se trata del
derecho a la vida. Y si el delito ha sido cometido por funcionarios públicos,
por los responsables de hacer cumplir la ley, esa necesidad se convierte en
ineludible. De lo contrario, los ciudadanos terminarán convencidos de que
ciertas personas con poder gozan de impunidad.
Eso es lo que
ha ocurrido en Barcelona, donde un caso de brutalidad policial se ha cerrado
con una condena pactada a dos años de prisión para seis mossos – por un delito
de homicidio por imprudencia y otro contra la integridad moral– que no supondrá
el ingreso en prisión. Además, sufrirán una pena de inhabilitación de dos años
que aún no está claro a partir de qué fecha empieza a contar.
Y ahora viene
lo peor. Sí, hay algo peor que una condena mínima por un delito de homicidio.
Es la constatación de al impunidad que siempre se buscó, de la intención que ha
existido siempre de que los causantes de la muerte no pagaran el precio que
estipula la ley y volvieran a vestir el uniforme policial que no se
merecen. La Conselleria de Interior de
la Generalitat ha comunicado que esos seis agentes, además de otros dos
condenados por obstrucción a la justicia, volverán a ser mossos d'esquadra
cuando cumplan la pena de inhabilitación. No habrá investigación interna, que
se interrumpió al iniciarse la instrucción judicial. No habrá expediente
disciplinario por haberse comportado de la forma que lo hicieron, en clara
violación de las normas internas del Cuerpo.
Eso sí, en un
gesto que sólo se puede definir como un cruel sarcasmo, los
agentes-delincuentes tendrán que hacer un curso de derechos humanos. Olvidaron
todo lo que habían aprendido en la academia policial y provocaron la muerte de
una persona. Ahora, con un cursillo se considerará que están en condiciones en
su momento de volver a hacer cumplir la ley, la misma que violaron de forma
evidente.
Dudo de que el
cursillo les quite de la cabeza la idea de que nada se les puede reprochar.
Según su abogado, los agentes están
"moralmente convencidos" de
que su actuación fue correcta. Esto es lo que consideran correcto, según el
análisis que escribe Oriol Solé: "Los condenados han reconocido que
propinaron dos patadas y cinco puñetazos en la zona superior del cuerpo de
Benítez, seis puñetazos y golpes de rodilla en sus extremidades inferiores, así
como "varias patadas" en la parte lateral izquierda inferior del
cuerpo del fallecido. Los condenados han admitido que su actuación fue desproporcionada
y que sólo autorizaron la atención médica a Benítez cuando cayó inconsciente,
pese a que el fallecido estuvo suplicando y jadeando por lo menos 12
minutos".
Incluso con
independencia del resultado, esos 12 minutos les descalifican para volver a
ejercer como policías en la función que sea. Lo mismo se puede decir de los dos
agentes condenados por obstrucción a la justicia, por limpiar la sangre de Benítez del suelo
eliminando una de las pruebas.
En Barcelona
los delincuentes quedan impunes si visten uniforme policial.
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