ÉXODO FORZADO
ILKA OLIVA CORADO
Por qué migran
niñas, adolescentes y mujeres? ¿Cuál es la razón de dejar el país de origen y lanzarse a la desventura de
una travesía indocumentada con la seguridad de que serán transgredidas y, si
bien les va podrán sobrevivir y tratar de lidiar con el averno de la post
frontera; eso si llegan a su destino, sino serán un número más de las
estadísticas de desparecidas y fallecidas en el tránsito migratorio en tierra
de nadie. Sin ninguna autoridad que las busque y que las dignifique llamándolas
por su nombre y reconociéndolas en su identidad.
Una tragedia el
solo imaginarla pero es una realidad y Guatemala está forzando a miles de
niñas, adolescentes y mujeres a buscar salvar sus vidas en otro país, Estados
Unidos parece ser la mano más próxima en prestar ayuda, pero es solo una
fantasía en la desesperación. Bien es sabido que su política migratoria
irrespeta los derechos humanos y laborales de las personas indocumentadas. El
abuso por parte de coyotes, autoridades mexicanas y de la Patrulla Fronteriza
hacen de la travesía el peor de los infiernos para cualquier ser humano y, la
saña con la que transgreden a las niñas, adolescentes y mujeres es atroz. ¿Por
qué sigue siendo invisibilizada y solapada la migración forzada y estos abusos?
¿En qué se benefician los gobiernos
involucrados?
Buscan salvar
sus vidas, huyen de un sistema patriarcal que las violenta y las excluye. Huyen
de la miseria, de la pobreza, de la hambruna. De la violencia de género, de la
violencia intrafamiliar, de los feminicidios. Huyen de las limpiezas sociales.
Huyen de la decadencia de un sistema que las victimiza. De una sociedad ajena a
la atrocidad por su indiferencia. Huyen del clasismo, del racismo, del abandono
y del olvido.
Huyen porque
han perdido hasta la última esperanza, que perecer en la travesía es lo de
menos. Madres solteras, niñas y adolescentes a las que las bandas delictivas
han abusado y han puesto precio a sus cabezas.
Abusadas también en el propio seno familiar, por sus padres o familiares
cercanos. Por sus cónyuges. La migración
es forzada, nadie va a arriesgar su vida así por así y a aventurarse en una
travesía por ambición.
Ese esfuerzo,
esa psicosis, ese dolor y esa angustia. Esa desolación y esa añoranza regresan
al país de origen convertidos en remesas. La ilusión de un hogar, un plato de
comida para los suyos sobre la mesa, calzado y estudio para los hijos que se
quedaron. Para los padres que se quedaron. Para los hermanos y los abuelos.
¿Cuándo
cambiará esta situación? ¿Cuándo el estado guatemalteco dejará de exportar
niñas, adolescentes y mujeres para las redes de tráfico para fines de explotación sexual, laboral y
tráfico de órganos que pululan en la travesía indocumentada entre México y
Estados Unidos? ¿Cuándo la sociedad guatemalteca dejará de ser indiferente ante
los más golpeados del sistema? ¿Cuándo será un país de política integral que le
apuesto al desarrollo, a la justicia social y a la equidad de género?
Mientras tanto,
serán miles las que seguirán migrando en esas peregrinaciones buscando en otro suelo lo que no les ofreció
el propio.
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