martes, 31 de mayo de 2016

EL ALMENDRO DEL HIMNO DE CANARIAS (CARTA ABIERTA)

EL ALMENDRO DEL HIMNO 
DE CANARIAS

SAMIR DELGADO
En 1975 la aparición en el archivo de El Museo Canario de la correspondencia epistolar entre Patricio Estévanez y el periodista Luis Maffiote, comprendida durante más de veinte años en el período de estancia en la casona de la Curva de Gracia de La Laguna del que fuera hermano menor del poeta y político Nicolás Estévanez, supuso un hallazgo de vital interés documental que actualmente puede consultarse en una difícil edición descatalogada de la colección del Aula de Cultura de Tenerife a cargo de Marcos Guimerá Peraza.

En las cartas de Patricio Estévanez aparece una abundante relación de hechos que atesoran una fuente de conocimiento de primera mano sobre el acontecer cultural del panorama periodístico de las islas, semejante a la relación de correspondencia  privada que Nicolás mantuvo con el mismo personaje durante su exilio en París durante 40 años hasta su posterior fallecimiento en 1914. El autor del poema “Canarias”, editado por primera vez en 1878, inspirador de la Escuela Regionalista de La Laguna que aglutinó a buena parte de los poetas románticos del siglo XIX, había incorporado para la posteridad la referencia simbólica de la sombra del almendro de su infancia como un elemento identitario para la sociedad canaria, más aun cuando en nuestros días el timplista Benito Cabrera, integrante de Los Sabandeños, empleara el verso sobre el almendro en la composición del Himno oficial de Canarias.

Precisamente, el almendro del poema había permanecido durante décadas en el olvido, en el mismo lugar de la finca heredada por la familia del artista Borges Salas y los descendientes de los Estévanez, adquirida por el Cabildo de Tenerife en 2007 y declarada Bien de Interés Cultural en 2009. A pesar del estado de ruina denunciado en continuas reivindicaciones de asociaciones culturales, vecinales y juveniles, el famoso almendro sobrevivió a las obras de la Avenida de los Menceyes y del Tranvía, existiendo fotografías probatorias de su ubicación original que por testimonios orales del acervo familiar, hacían suponer que correspondía exactamente con el almendro del poema que daba sombra a la ventana particular de Nicolás Estévanez.
 La prueba concluyente de este episodio sobre la existencia real del almendro del poema se encuentra en  el testimonio por escrito de Patricio Estévanez que confiesa a su amigo en varias de sus cartas el hecho de la composición de una lámina de época a cargo de Diego Crosa, “Crosita”, que da cuenta del mismo almendro en el lugar exacto al que se refiere el eminente poeta Nicolás Estévanez en otro poema tardío titulado “Confidencial” y que sería, finalmente ratificado para los anales de la historia de la literatura de Canarias, con la inclusión del dibujo del almendro en la revista Gente Nueva de 1900 y la publicación en 1976 de las cartas que lo certifican sin lugar a dudas.

El verdadero almendro del poema, símbolo de canariedad junto a otros iconos culturales y paisajísticos del archipiélago, detonante de polémicas con figuras de la talla de Miguel de Unamuno y convertido en paradigma literario de una mirada hacia la vida que Domingo Pérez Minik calificó como de auténtica metafísica insular, se encuentra en paradero desconocido dentro del hermético proceso de restauración a cargo del Cabildo sobre la casona de 1733 que a duras penas resiste al paso del tiempo en la curva de Gracia del municipio lagunero, un hecho trágico casi vaticinado por el poeta antes de su muerte: “yo no sé lo que duran los almendros / en este mundo donde todo acaba / pero las musas de mi patria auguran /vivirá mientras haya trovadores / en la tierra sin par de mis amores.

 30 de mayo de 2016​

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