ABRAZOS A BERTÍN OSBORNE
ANÍBAL
MALVAR
Lo que hay que
hacer con los personajes que aparecen en los papeles de Panamá no es un juicio
popular, sino un concurso de Telecinco titulado A ver quién es más patriota. Se
mete a todos desnudos en un paraíso fiscal cualquiera, elegido al azar por
Laura Matamoros, y a ver quién encuentra más fondos para comprar más banderitas
españolas con las que cubrirse las carnes.
La españolidad
era esto. Los personajes más eximios de la gloriosa raza española vuelven a conseguir
que en el imperio nunca se ponga el sol. Perdimos Cuba y Filipinas, pero a la
sordi hemos ido conquistando Panamá, las Jersey, Delaware, Caimán, Bermudas,
Omán, Brunei, Sheychelles y tal. Financiándose con los petromillones de
Venezuela e Irán, con los que se compran millardos de camisas en Alcampo, los
de Podemos nos parecen unos aficionados comparados con la lista de patriotas de
los paper.
375px-Bertín_Osborne_2015Lo
que nadie ha querido analizar, de momento, es cómo estas nuevas revelaciones puedan
afectar a la percepción que el español menos patriota, el que cotiza y vota,
pueda tener de este nuevo imperio. Porque la reciente y masiva evidencia de que
vivimos en un país que se rige más por las reglas del escaqueo y el fraude, que
por la sacrosanta Constitución, no surge precisamente en un momento de plácida
lasitud, sino en plena precampaña electoral.
Las últimas
elecciones dieron paso a un tiempo político de renovación parcial, imitando a
aquella Transición que desmanteló el franquismo dejando a los franquistas a la
mesa con copa y puro. En diciembre se votó la nueva política, pero solo la
puntita de la nueva política, y ahora estamos en un desorden muy entretenido. Y
recién aderezado con la certeza de que no solo somos un país de corruptos y corruptibles,
sino que además constituimos una de las grandes potencias mundiales como
exportadores de corrupción.
Si nos atenemos
a las percepciones del politólogo e intelectual español más influyente de las
últimas décadas, Bertín Osborne, no pasa nada. «Esas cosas se notan en la calle
y a mí la gente me sigue parando para darme un abrazo», ha dicho el cantante y
presentador tras conocerse sus cuentas panameñas. Y en eso ha clavado España.
La corrupción aquí es un problema que se dirime a voces en los bares, y nunca
en las urnas. José Manuel Soria, aunque ahora en diferido, seguirá ganando
elecciones. Y Osborne continuará recibiendo abrazos por la calle de los que no
pueden elegir entre su casa y la del panameño, porque les han arrebatado la
casa. Esto no se arregla cambiando un gobierno. Se soluciona regenerando el
alma, y eso es mucho más difícil.
Una de las
grandes herencias del franquismo es la percepción de la corrupción como algo
que nos es ajeno, que no nos afecta. Los muertos de la hepatitis C no saben que
están muertos, en parte, por ese dinero opaco de Panamá que nunca llegó a la
sanidad pública.
Tras conocer
que la hermana del rey emérito, Pilar de Borbón, panameaba por miedo a ETA,
ahora nos enteramos de que una de nuestras más ínclitas primeras damas, Corinna
zu Sayn-Wittgenstein, también ha catado mieles en los despachos de Mossack
Fonseca. Cuántas inquietudes adornan a esta mujer. La más alta institución del
Estado está corrupta desde siempre, y nunca lo hemos querido reconocer a pecho
descubierto. De ahí estos lodos.
Volverán las
oscuras elecciones y nada habrá cambiado. España continuará aplaudiendo la
entrada de la zorra en el gallinero. Seguiremos sustentando una monarquía opaca
por el relato entre mítico y místico de que es un elemento cohesionador (¿de
qué?). Continuaremos negándole a la nueva política la oportunidad de
regenerarnos. Y, cuando nos encontraremos a Bertín Osborne por la calle, le
seguiremos parando para darle un abrazo. Yo soy español, español, español.
No hay comentarios:
Publicar un comentario