LOS BORBONES, SUS CUENTAS
Y SUS CUENTOS
VICENTE
CLAVERO
Para unos medios, la infanta Pilar es la “hermana del rey
emérito”. Para otros, “la tía de Felipe VI”. Aquéllos seguramente pretenden
significar que sus andanzas panameñas son cosas del pasado. Éstos no se avienen
a desvincularlas de la “nueva” monarquía supuestamente inaugurada por el hijo
de don Juan Carlos. Yo tampoco las desvinculo, porque la monarquía de antes y
de ahora son una misma, y también lo es la familia que la encarna.
Pese a su pregonado patriotismo, la afición de los Borbones a
expatriar sus capitales, como hizo la infanta Pilar durante cuarenta años a
través de una sociedad opaca ubicada en Panamá, viene de muy antiguo. Su abuelo
Alfonso XIII desvió a bancos de París y Londres parte de la fortuna que acumuló
durante su reinado. Y eso fue lo que le permitió no irse al exilio con lo
puesto cuando le pilló por sorpresa la proclamación de la Segunda República.
Según algunos autores (José María Zabala, El patrimonio de los
Borbones), el 14 de abril de 1931, Alfonso XIII disponía en dichos bancos de
valores extranjeros por un importe equivalente a casi cincuenta millones de
euros de hoy. Gracias a ello, pudo darse en el exilio una vida de lujo, si no
de crápula, y costear la de su numerosa familia, que tenía por costumbre no dar
un palo al agua.
En los diez años escasos transcurridos hasta su muerte, el
depuesto rey se fundió dos terceras partes del dinero que había colocado a buen
recaudo fuera de España. Quedaron poco más de dieciocho millones de euros a
repartir entre sus herederos, de los que fue el conde de Barcelona quien sacó
más tajada.
Entre lo que le legó directamente su padre y lo que le
correspondió a la muerte de la reina Victoria Eugenia, don Juan de Borbón
recibió lo que hoy serían unos siete millones de euros, que engordaron con la
posterior venta de los palacios de La Mgadalena (Santander) y de Miramar (San
Sebastián) y de la isla de la Cortegada (Pontevedra), entre otras propiedades
inmobiliarias.
Aunque diga lo contrario la leyenda, el conde de Barcelona no
murió pobre. El Mundo reveló hace tres años que don Juan dejó un patrimonio de
1.100 millones de pesetas de 1993, de los que 728 millones permanecieron
custodiados por la banca suiza incuso después de su regreso a España. La mitad,
aproximadamente, recayó en su primogénito, don Juan Carlos, que nunca repatrió
ese dinero, según reconoció la propia Casa Real en 2013.
Si el ahora rey emérito tuvo otras cuentas en el extranjero,
como mínimo para alejarlas del escrutinio público, es una incógnita que sin
duda algún día se despejará. Su abuelo hacía negocios amparado en el título de
duque de Toledo, cuando no en nobles y cortesanos que le servían de tapadera. A
miembros de su propia familia no utilizó nunca, que se sepa.
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