CON PABLO IGLESIAS SÍ NOS ATREVEMOS
El plante de la prensa a Pablo Iglesias muestra la
debilidad de un sector que sólo se atreve a mostrarse digno con algunos
Nuestro gremio tuvo ayer un ataque de
dignidad. Se plantó y reaccionó con orgullo y gallardía a los comentarios de
poca altura de Pablo Iglesias sobre Álvaro Carvajal, periodista
del diario El Mundo. El líder de Podemos utilizó a un trabajador para
ejemplificar la penosa situación de los medios de comunicación y la escasa
libertad que los periodistas tenemos para ejercer nuestro trabajo.
Habría que recordar a Pablo Iglesias que
los trabajadores de los medios de comunicación no somos diferentes a los de la
Guardia Civil y la Policía, para los que sí se ha mostrado cercano, y que
nuestra precariedad es la que nos impide hacer un periodismo de mayor
calidad. Por otro lado, a los medios como éste en el que escribo -en
el que no tenemos detrás a grandes corporaciones ni a nadie del IBEX 35 que nos
financie y marque la línea editorial-, nos ha negado entrevistas porque no le
gustaba lo que algunos, aquí, escribían. Pero el negociado de este artículo es
la autocrítica periodística.
Nos hemos puesto estupendos. Pablo
Iglesias denunciaba que en algunos medios de comunicación atizar a Podemos era
motivo de ascenso profesional y aplauso entre los jefes, y le damos la razón
montando un numerito victimista, haciendo al periodista protagonista y dando
argumentos a sus adversarios políticos que aprovecharon el suceso para
utilizarnos.
Si queríamos darle la razón a Pablo
Iglesias había maneras menos vergonzosas para la profesión de hacerlo. Durante
muchos años hemos aguantado todo tipo de vejaciones profesionales sin
levantarnos, ni por supuesto plantarnos, más allá de patalear un poco por
las redes sociales y dejar muy claro todo lo que nos indigna que se hagan
ruedas de prensa sin preguntas o que Moncloa pacte preguntas con sus
periodistas afines para esquivar la agenda.
Hemos tolerado que un periodista cobre
70 euros por una crónica en Siria y que no se paguen las colaboraciones. La mayoría
aplaudió que se cerrarán medios como Egin o Egunkaria, y miraron
para otro lado cuando el Tribunal Supremo decidió que el cierre fue ilegal e
injusto. ¿Y ahora queremos hacer creer que el peligro para el periodismo es
Pablo Iglesias?
Los periodistas tenemos ideología, sobre
todo los que dicen no tenerla; los periodistas no somos intocables y los
periodistas estamos constantemente siendo presionados por élites políticas y
económicas, excepto los que son notarios de las oligarquías. Pero si aplicamos
nuestra queja sólo a aquellos que no van a tener repercusión sobre nuestra
estabilidad laboral estamos faltando a nuestro deber profesional y quedando en
evidencia ante los lectores y la opinión pública.
En España hemos aguantado que el rey
Juan Carlos nos eche la bronca por informar sobre su salud y hemos respondido con
risas y agachando la cabeza. Hemos soportado que Federico Trillo
humillara a la periodista Sonia Martín lanzándole un euro por
preguntar sobre las armas de destrucción masiva en Iraq, y seguiremos soportando lo que haga falta porque hay plantes que salen
caros.
Nuestro trabajo es contar lo que ocurre,
y para eso hay que ir a donde está la noticia. Sin periodistas haciendo
fotografías al plasma nadie podría hacer bromas sobre Rajoy dentro de
una televisión. Aunque supongo que los compañeros que ayer fueron noticia
volverán a actuar de igual manera cuando Esperanza Aguirre insulte a los
profesionales de La Sexta llamándoles “La Secta”, o cuando ABC
pacte con Moncloa preguntas para evitar a los demás hacer su trabajo.
Nosotros no somos los protagonistas, y
la sobreactuación que nuestra profesión tuvo ayer en el acto con Pablo Iglesias
es un síntoma de nuestra debilidad.
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