NO NOS CALLARÁN. HABLAREMOS POR
NUESTROS MUERTOS
GRUPO
BARBARIA
No.
Lo sabemos bien. Los centenares de muertos y desaparecidos no son producto de
la naturaleza descontrolada. No es el resultado de una fatalidad ante la que
nada se podía hacer.
No
nos contentamos con la explicación “meteorológica”, los litros caídos, los ríos
desbordados…
Las
causas son profundas, tienen que ver con los fundamentos del capitalismo: cómo
hacina a los trabajadores en zonas marginales y de menor renta de las ciudades
para mejor explotarlos, o cómo protege y privilegia la actividad productiva y
comercial, sin importarle dejar a todas las personas desprotegidas, al albur de
su suerte en medio del temporal.
También están sus “gestores”, diferentes perros con el mismo collar. En esta ocasión, estos mierdas, estos donnadie, se llamen Mazón o Sánchez, más algún Borbón, suman a sus títulos habituales de lacayos el ser responsables de las muertes y la tragedia vivida. No nos olvidaremos de sus nombres, y en la primera ocasión se lo haremos pagar.
CRONOLOGÍA
DE LA CATÁSTROFE
Tanto
el servicio meteorológico como la confederación hidrográfica previeron la
catástrofe. El martes 29 de octubre, las lluvias torrenciales saturaban las
cuencas secas, desbordaban ríos y barrancos, arrasaban y anegaban en agua y
lodo gran parte de la Horta-Sud de Valencia. La tragedia estaba servida.
Desde
ese momento, y sin previsión alguna por parte del Estado (autonómico o
central), son los vecinos quienes salvan a vecinos y ayudan en las tareas más
elementales. Sin agua y sin luz sobreviven y se autoorganizan ante la ausencia
de “gobierno” y sus “fuerzas” militares y policiales. Los testimonios que nos
llegan son estremecedores, pero también heroicos: personas y familias que se
apoyan, incluso poniendo en juego su vida, y hacen que el desastre no sea aún
mayor.
El
viernes 1 de noviembre, las “autoridades” y sus “fuerzas” siguen sin aparecer,
pero la solidaridad de la gente se hace manifiesta de una forma extraordinaria.
Miles de personas se autoorganizan desde la ciudad de Valencia y bajan en
columnas a pie a los pueblos de la Horta a ayudar, a llevar agua y comida, a
apoyar con su aliento a sus iguales. El Estado se alarma, y empieza a
dificultar la solidaridad, a tratar de estructurarla y darle la forma que
precisa para sus intereses. Empieza a desorganizar la solidaridad en forma de
voluntariado, y de manera catastrófica (como no puede ser de otra manera en
manos del Estado capitalista) intenta desarticularla.
El
2 de noviembre, cinco días después de la riada, llega el ejército con
maquinaria pesada y una estrategia para desatascar calles y pueblos, y destapar
la enorme tragedia que aún se oculta por el barro, los escombros y los coches
amontonados.
Los
“voluntarios” empiezan a ser derivados a tareas infames (limpiezas de tiendas y
grandes superficies) a lo que los solidarios se niegan. No han ido allí a
ayudar a empresarios y multinacionales, sino a sus hermanos y hermanas, a sus
iguales.
A
estas alturas los desaparecidos se cuentan por cientos y los muertos también.
Los destrozos son cuantiosos y miles de personas, trabajadores en su inmensa
mayoría, se han quedado sin nada.
El
día 3 el gobierno de la Generalitat prohíbe el flujo de “voluntarios” a las
zonas afectadas, alegando alerta naranja, una forma de evitar las protestas y
el enfrentamiento contra los políticos que ese día visitan la zona, unos
políticos odiosos y odiados por la población, sin distinción del color
partidario, o del rango que ocupan en el aparato del Estado, sean reyes o
presidentes. Pero a pesar de la prohibición la gente sigue bajando a los
pueblos de la Horta. Como resultado, el enfrentamiento se produce y Felipe VI,
Mazón y Pedro Sánchez tienen que salir huyendo de Paiporta bajo los gritos de
“asesinos”, el barro y las piedras.
MOTIVOS
DE LA MASACRE
Porque
ha sido una masacre, porque en gran medida podría haberse evitado, porque ha
sido creada por un sistema catastrófico y depredador como es el capitalismo y
gestionada por su Estado (autonómico y central, la misma mierda es) que solo
obedece las leyes del beneficio y el lucro capitalista.
Elementos
que propician la masacre:
·
- El desarrollismo y la construcción absurda y
desaforada no son obra de políticos corruptos, empresarios avaros ni de
torpes planificaciones urbanas, sino que es la forma que tiene el capital
de acercar a los trabajadores a las urbes donde se concentra el trabajo y
el consumo, sin importar dónde y cómo se construyó, con calidades ínfimas
y en espacios naturales por donde el agua y los ríos han fluido naturalmente.
No es de extrañar los nombres de Torrent (para un pueblo) o los de cañada
o rambla para multitud de calles, nombres que revelan por dónde pasaba el
agua y por dónde volverá a pasar cuando llueva demasiado. No importa
dónde se construye, lo que importa es el beneficio inmediato sin medir
las consecuencias para los trabajadores, que no somos más que mercancía
para ellos (los ricos, los burgueses, sus políticos), otra mercancía que
puede ser sustituida.
- La gota fría ha existido siempre en estas
regiones, pero las elevadas temperaturas del mar Mediterráneo debidas al
calentamiento climático hacen que la intensidad y la frecuencia de las
lluvias torrenciales sean cada vez mayores. El capitalismo es el sistema
que más conocimiento ha acumulado de los efectos de la acción humana
sobre su ecosistema, pero también es el modo de producción más
destructivo contra él. Su necesidad de acumular capital lo lleva a
necesitar cantidades cada vez mayores de energía y materias primas, caiga
quien caiga. Es una dinámica interna que no pueden parar, y que
necesariamente nos sitúa en un escenario en el que la catástrofe vivida
puede ser recurrente en el tiempo.
- La falta de prevención también ha formado parte
de la masacre, una de las partes más crueles. A pesar de las advertencias,
a pesar de las predicciones y de conocerse el riesgo desde el martes 29
por la mañana, no se hizo nada, no se podía interrumpir el flujo de
trabajo-mercancía, detener la producción es algo inimaginable para los
gerentes políticos del capital. Nadie, ni la Generalitat, ni el gobierno
central, ni la oposición (que ahora trata de sacar tajada) plantearon que
la gente no fuera a trabajar o a comprar o a los centros de estudio; no
plantearon evacuar a los habitantes de las “zonas inundables” (de sobra
conocidas). El mundo de la mercancía y el valor no debe alterarse,
cualquier sacrificio humano es poco para el ansia de sangre del
capitalismo y sus bastardos gestores.
- Y una vez consumado el crimen, se remata con el
caos en la atención a las víctimas. Sin apenas ayuda estatal hasta el 5º
día y poniendo trabas a la autoorganización. El Estado deja a las claras
que su función no es el “cuidado” de la gente sino el cuidado del mundo
del dinero, de la mercancía y de las clases dominantes, y en cualquier
caso el control y la represión de cualquier intento de organización desde
abajo, de la solidaridad humana.
AUTOORGANIZACIÓN
ESPONTÁNEA
El
capital y sus medios no se cansan de repetir por doquier que los seres humanos
somos egoístas por naturaleza, que no miramos más que por nuestros pequeños y
personales intereses, que no nos importa nadie; vamos, que somos lobos los unos
para con los otros. Quieren poner en nosotros lo que ellos son, lo que su
sistema de explotación, su sistema de clase, representa. Esta cantinela es tan
vieja como el capitalismo. Cuentos para asustar.
Lo
que no van a poder ocultar es la acción solidaria y la autoorganización de la
gente en medio de la tragedia. No van a poder hurtar a la vista de todos la
organización espontánea frente a la masacre y la brutalidad de un sistema que
odia la vida. Contrariamente a lo que predican, hemos visto miles de hombres y
mujeres ofrecer su ayuda desinteresada, apasionada y activa en las zonas
afectadas. No pueden soportar ver cómo en los pueblos y ciudades la gente se
organiza para satisfacer sus necesidades sin esperar a que el Estado haya dado
la voz de mando. Esto es lo que les asusta: que no suene la caja registradora,
que muchas mercancías se hayan convertido en valor de uso, para ser disfrutadas
sin ser compradas. Los capitalistas y sus medios de comunicación, esa carroña
servil y bien pagada, han salido rápidamente a denunciar el robo y el saqueo de
sus propiedades. El Estado solo aparece para defender a sangre y fuego la
propiedad privada.
La
montaña de cadáveres se hace más grande cada día, cada hora, la devastación es
dantesca, pero ellos solo piensan en salvar sus cuatro putas bolsas de
madalenas, dos pares de zapatos y una televisión… Tampoco nos olvidaremos de
esto.
A
estas alturas la respuesta es obvia, esto nos pasa por vivir bajo la bota del
sistema capitalista, sean sus gestores políticos de derechas o de izquierda.
En
los próximos días vamos a asistir al carnaval del “reproche”. Quienes ahora
convocan manifestaciones contra el gobierno “facha” de la Generalitat, son
oportunistas que tratan de sacar rédito político de nuestros muertos, de
nuestra miseria. Cuando los partidos políticos de izquierda como los sindicatos
son igualmente culpables y responsables de fomentar y gestionar un
desarrollismo desaforado, de espaldas al territorio natural, porque lo único
importante es la generación de riqueza (para los ricos, claro) y la extracción
de beneficios (plusvalía) a costa de la clase trabajadora.
Porque
que no nos engañen, ésta es la razón de ser tanto de partidos como de
sindicatos: la defensa a ultranza del modo de producción capitalista, ser los
intermediarios necesarios tanto política como ideológicamente, fomentando la
ilusión de que este sistema se puede reformar, hacerlo más «humano». No
se les puede pedir que sean otra cosa que lo que son.
Toca
llorar a los seres queridos desaparecidos, recuperar sus cuerpos, dar digna
sepultura a los fallecidos. Toca descombrar y recuperar lo poco que se tiene en
esta mísera vida. Toca también apretar los puños y los dientes. Pero por encima
del aluvión de sentimientos, toca comprender en profundidad las causas reales
que han provocado la tragedia. Lo esencial es que el capitalismo no puede parar
la actividad, los trabajadores deben producir en sus puestos de trabajo, y los
“ciudadanos” consumir las mercancías producidas. La rueda de la valorización
capitalista no puede ser parada, al precio que sea, incluso convirtiendo los
pueblos en inmensas ratoneras.
La
naturaleza no se ha vuelto loca repentinamente, es el resultado de una profunda
alteración provocada por la competencia de los capitales y la productividad,
que impide la disminución de gases de efecto invernadero, así como la
producción acelerada de mercancías superfluas, meros “cachivaches” carentes de
sentido. E incluso reconociendo lo natural de las riadas e inundaciones, que
siempre han existido, el incremento exponencial y su aparición en zonas en las
que anteriormente no se producían (recordemos las inundaciones en Alemania y
Bélgica en el 2021 y sus 167 muertos) responden a causas que son sociales. Es
el capitalismo.
Aunque
visto individualmente, a cualquiera nos podría haber “tocado” dentro de un
coche, e incluso la riada también se ha llevado a algún empresario, quienes se
llevan la peor parte son los trabajadores, hacinados en sus barrios de aluvión,
acosados por la especulación inmobiliaria y la vida precarizada y miserable. No
es accidental que el urbanismo descontrolado haya apiñado a millones de
trabajadores, a menudo construyendo las casas con sus propias manos, en rieras
o escombreras durante decenios. Son estos trabajadores, llegados de
empobrecidas zonas del campo, quienes pagan ahora con sus vidas la avidez de
mano de obra del capital. Lo que parece mero infortunio es en realidad la
constatación de una sociedad de clases.
Ante
tanto dolor, tanto sufrimiento, reconforta ver la solidaridad que se ha
extendido por todos los sitios. Por fuera del Estado y todo tipo de
administraciones, las personas se reconocen como iguales, como hermanos en la
desgracia. Necesitamos focalizar bien esta energía. Vienen días complicados, en
los que a la impotencia ante tanta destrucción se añadirá la acción de todos
los sostenedores del sistema, desde la extrema derecha con sus soluciones
“nacionales” y racistas, enarbolando un supuesto “pueblo” que nos engloba a
todos, a la extrema izquierda, con “nuevas” propuestas de reformas “radicales”
y su acoso a la derecha.
Pero
hay otra opción. Llevar la reflexión a nuestro entorno, en el trabajo, en
clase, entre amigos y familiares. La tragedia nos concierne en lo que somos
como proletariado, no importa de qué sector. Discutir a fondo las causas
reales, situando el análisis sobre las leyes capitalistas en el centro del
debate. No hay medias tintas, no hay soluciones intermedias. Todo lo que no sea
atacar de raíz al sistema capitalista es perpetuar sus efectos devastadores en
todas y cada una de sus manifestaciones.
El
barro será limpiado, los coches y mobiliario retirado. Ojalá de ahí emerja una
nueva conciencia de clase, una nueva dignidad, que honre a todos los muertos,
actuales y pasados, que grite a nuestros enemigos, toda esa cohorte de
politicastros, policías, empresarios y mendigos del sistema capitalista, que lo
que queremos es una comunidad sin capital, sin dinero ni mercancías, sin
Estado. Que queremos el comunismo.
No
es para hoy, pero quizás sí podemos engrosar las filas de los que quieren
llevar un combate sin descanso.
Porque
a nosotros no nos callarán, nosotros hablaremos por nuestros muertos.
Grupo
Barbaria
Noviembre
de 2024
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