ESCENARIOS ELECTORALES EN ESTADOS UNIDOS
DIARIO
RED
Foto: BBC
Nadie escapa a las elecciones estadounidenses. No solo su centralidad mediática lo cubre casi todo a medida que se acerca el día decisivo; además, la influencia que el hegemón juega en todo el mundo obliga al resto a prestar atención cuando los estadounidenses acuden a las urnas —con amplios niveles de abstención, conviene apuntar—. América Latina, Europa, Oriente Medio… Todas las dinámicas internacionales se encuentran, de uno u otro modo, en stand by por lo que pueda ocurrir hoy en Estados Unidos. Qué esperar “el día después” de conocer al nuevo presidente o la nueva presidenta del país es tarea indispensable.
A la
interna, por supuesto, las condiciones materiales de la clase trabajadora
estadounidense se mantendrán a grandes rasgos parecidas. No obstante, hay
sectores que miran con preocupación las elecciones. Por un lado, las
mujeres, cuyos derechos reproductivos, parcialmente garantizados en el
país, estarían en peligro si Trump gana. Harris, cuyo gobierno previsiblemente
no abordará la mayoría de las derivadas de la lucha feminista en Estados Unidos,
pretende al menos blindar el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo
frente a la ofensiva conservadora de Trump.
Por otro
lado, el colectivo LGTB+, cuyos avances conquistados material y
culturalmente sufrirían un notable retroceso al volver a la Casa Blanca el
discurso reaccionario anti “woke”. El vínculo entre el trumpismo y
los grupos violentos de la alt-right no se ha quebrado por
completo, así como los desinformadores digitales favorables al expresidente; a
su vez, los migrantes y las minorías étnicas, quienes han estado en
el foco de las fake news del trumpismo a lo largo de la
campaña —los migrantes haitianos han
sido víctima de ello recientemente—.
Internacionalmente,
por supuesto, el interés es total. En el caso de América Latina, hay dinámicas
que no se verán alteradas, independientemente de si gana Harris o si lo logra
Trump. Para demócratas y republicanos por igual, la región latinoamericana ha
de seguir siendo marcada por la subordinación económica, para lo cual
cualquiera de ellos aplicaría la mirada del sheriff, en concreto
sobre los gobiernos no alineados claramente con Occidente.
La vuelta de Trump a la Casa
Blanca supondría una patada diplomática e ideológica al statu
quo latinoamericano
No
obstante, existen matices. La vuelta de Trump a la Casa Blanca supondría una
patada diplomática e ideológica al statu quo latinoamericano.
Para el magnate, la mejor forma de asegurar la dominación de América Latina
pasa por fortalecer a sus amigos (Milei, Bolsonaro o Kast) y amenazar a sus
enemigos (Cuba, Nicaragua o Venezuela). Los gobiernos antipopulares, sumidos a
los intereses imperialistas, esperan ansiosamente la victoria del republicano.
conscientes de que obtendrían beneficios. Tal es el caso de la Argentina de
Milei, que aspira a recibir un trato de favor en el FMI si Trump es presidente.
Sus
antecedentes como presidente entre 2017 y 2021 son claros: la violencia contra
los gobiernos antiimperialistas, como el de Nicolás Maduro, será un elemento
rector de su política exterior en la región. Con Harris, sería distinto, al
menos en las formas y en la intensidad de la agresión. Biden ha postulado una
línea que, si bien era injerencista en su fondo, apostaba por cierta
estabilización, aceptando la inevitabilidad de los gobiernos de izquierdas en
América Latina.
La guerra en Europa es la
cuestión donde se hallan las mayores diferencias entre la candidatura de Trump
y la de Harris
No
obstante, la guerra en Europa es la cuestión donde se hallan las mayores
diferencias entre la candidatura de Trump y la de Harris. La líder del Partido
Demócrata aspira a una prolongación de la guerra que permita seguir utilizando
al pueblo ucraniano como herramienta de desgaste del Ejército ruso. Si ella
gana, es esperable que el conflicto se alargue como mínimo hasta 2026, con una
tendencia favorable a Rusia en los frentes, pero que amenaza con tensionar su
economía en el medio y largo plazo.
Una
victoria de Trump sí podría dejar un escenario distinto, aunque en ningún caso
porque el expresidente tenga algún tipo de compromiso humanitario con el pueblo
ucraniano como ha pretendido mostrar en su campaña. En realidad, la postura
trumpista es meramente táctica y, de hecho, incluso sádica: abandonar Ucrania
para centrarse en Asia-Pacífico y, a la vez, acelerar el genocidio en Gaza y
la guerra regional en Oriente Medio.
Existen
aquí matices de peso. Por desagradable que sea, no puede negarse la crueldad
que ha manchado las elecciones de 2024: demócratas y republicanos
apoyan el genocidio de los palestinos, a pesar de brindar enfoques
distintos al respecto. Decenas de miles de asesinados —una parte sustancial de
los cuales son civiles y niños— no han sembrado ni un ápice de duda entre
las élites de ambos partidos: el Estado genocida de Israel, así como el gobierno
del criminal Netanyahu, seguirán contando con el apoyo del hegemón, del líder
del “mundo libre”.
Libertad
para agredir, de hecho, es lo que obtendría Netanyahu si Trump es nuevamente
presidente. El gobierno de Joe Biden y Kamala Harris han buscado ralentizar la
violencia sionista en Oriente Medio, fundamentalmente desde una perspectiva
electoralista y de legitimación internacional, así como desde una lógica
estratégica: cuanto más apaciguado esté Oriente Medio, más podrá Estados Unidos
centrarse en Ucrania y, sobre todo, en su giro hacia el Asia-Pacífico. Con
todo, la alianza con Tel Aviv nunca ha sido puesta en cuestión, pues es la
punta de lanza de Washington en la región.
Con
Trump, podría ser distinto. El republicano, en cierta medida sesgado por su
visión ideologizada de las relaciones con la Rusia de Putin, está dispuesto a
“renunciar” a Ucrania —son, para ambos, meras piezas de ajedrez— a cambio
de robustecer a Israel. Para él, Oriente Medio es prioritario; no tanto como
Asia, pero prioritario al fin y al cabo. Si gana, la violencia contra
Palestina y Líbano será probablemente mayor, más acelerada y más contundente de
lo que ya lo está siendo con el gobierno sionista de Biden y Harris.
Las
elecciones en Estados Unidos importan; de hecho, importan mucho. Una vuelta de
Donald Trump a la Casa Blanca supondría, en esencia, dos tendencias: por un
lado, la aceleración de los elementos negativos del gobierno de Joe
Biden, como la legitimación de la violencia contra los pueblos de Oriente
Medio, el belicismo en Asia o las dinámicas de dependencia y dominación en el
Sur Global; por el otro, la incorporación de nuevos elementos de
violencia, en particular en relación a los migrantes, las comunidades
vulnerables y las mujeres.
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