miércoles, 6 de noviembre de 2024

ESCENARIOS ELECTORALES EN ESTADOS UNIDOS

 

ESCENARIOS ELECTORALES EN ESTADOS UNIDOS

DIARIO RED

Foto: BBC

Harris y Trump, coincidentes en varias facetas, representan diferencias nacionales e internacionales que hacen que las elecciones en Estados Unidos sean cruciales

Nadie escapa a las elecciones estadounidenses. No solo su centralidad mediática lo cubre casi todo a medida que se acerca el día decisivo; además, la influencia que el hegemón juega en todo el mundo obliga al resto a prestar atención cuando los estadounidenses acuden a las urnas —con amplios niveles de abstención, conviene apuntar—. América Latina, Europa, Oriente Medio… Todas las dinámicas internacionales se encuentran, de uno u otro modo, en stand by por lo que pueda ocurrir hoy en Estados Unidos. Qué esperar “el día después” de conocer al nuevo presidente o la nueva presidenta del país es tarea indispensable.

A la interna, por supuesto, las condiciones materiales de la clase trabajadora estadounidense se mantendrán a grandes rasgos parecidas. No obstante, hay sectores que miran con preocupación las elecciones. Por un lado, las mujeres, cuyos derechos reproductivos, parcialmente garantizados en el país, estarían en peligro si Trump gana. Harris, cuyo gobierno previsiblemente no abordará la mayoría de las derivadas de la lucha feminista en Estados Unidos, pretende al menos blindar el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo frente a la ofensiva conservadora de Trump.

Por otro lado, el colectivo LGTB+, cuyos avances conquistados material y culturalmente sufrirían un notable retroceso al volver a la Casa Blanca el discurso reaccionario anti “woke”. El vínculo entre el trumpismo y los grupos violentos de la alt-right no se ha quebrado por completo, así como los desinformadores digitales favorables al expresidente; a su vez, los migrantes y las minorías étnicas, quienes han estado en el foco de las fake news del trumpismo a lo largo de la campaña —los migrantes haitianos han sido víctima de ello recientemente—.

Internacionalmente, por supuesto, el interés es total. En el caso de América Latina, hay dinámicas que no se verán alteradas, independientemente de si gana Harris o si lo logra Trump. Para demócratas y republicanos por igual, la región latinoamericana ha de seguir siendo marcada por la subordinación económica, para lo cual cualquiera de ellos aplicaría la mirada del sheriff, en concreto sobre los gobiernos no alineados claramente con Occidente.

La vuelta de Trump a la Casa Blanca supondría una patada diplomática e ideológica al statu quo latinoamericano

No obstante, existen matices. La vuelta de Trump a la Casa Blanca supondría una patada diplomática e ideológica al statu quo latinoamericano. Para el magnate, la mejor forma de asegurar la dominación de América Latina pasa por fortalecer a sus amigos (Milei, Bolsonaro o Kast) y amenazar a sus enemigos (Cuba, Nicaragua o Venezuela). Los gobiernos antipopulares, sumidos a los intereses imperialistas, esperan ansiosamente la victoria del republicano. conscientes de que obtendrían beneficios. Tal es el caso de la Argentina de Milei, que aspira a recibir un trato de favor en el FMI si Trump es presidente.

Sus antecedentes como presidente entre 2017 y 2021 son claros: la violencia contra los gobiernos antiimperialistas, como el de Nicolás Maduro, será un elemento rector de su política exterior en la región. Con Harris, sería distinto, al menos en las formas y en la intensidad de la agresión. Biden ha postulado una línea que, si bien era injerencista en su fondo, apostaba por cierta estabilización, aceptando la inevitabilidad de los gobiernos de izquierdas en América Latina.

La guerra en Europa es la cuestión donde se hallan las mayores diferencias entre la candidatura de Trump y la de Harris

No obstante, la guerra en Europa es la cuestión donde se hallan las mayores diferencias entre la candidatura de Trump y la de Harris. La líder del Partido Demócrata aspira a una prolongación de la guerra que permita seguir utilizando al pueblo ucraniano como herramienta de desgaste del Ejército ruso. Si ella gana, es esperable que el conflicto se alargue como mínimo hasta 2026, con una tendencia favorable a Rusia en los frentes, pero que amenaza con tensionar su economía en el medio y largo plazo.

Una victoria de Trump sí podría dejar un escenario distinto, aunque en ningún caso porque el expresidente tenga algún tipo de compromiso humanitario con el pueblo ucraniano como ha pretendido mostrar en su campaña. En realidad, la postura trumpista es meramente táctica y, de hecho, incluso sádica: abandonar Ucrania para centrarse en Asia-Pacífico y, a la vez, acelerar el genocidio en Gaza y la guerra regional en Oriente Medio.

Existen aquí matices de peso. Por desagradable que sea, no puede negarse la crueldad que ha manchado las elecciones de 2024: demócratas y republicanos apoyan el genocidio de los palestinos, a pesar de brindar enfoques distintos al respecto. Decenas de miles de asesinados —una parte sustancial de los cuales son civiles y niños— no han sembrado ni un ápice de duda entre las élites de ambos partidos: el Estado genocida de Israel, así como el gobierno del criminal Netanyahu, seguirán contando con el apoyo del hegemón, del líder del “mundo libre”.

Libertad para agredir, de hecho, es lo que obtendría Netanyahu si Trump es nuevamente presidente. El gobierno de Joe Biden y Kamala Harris han buscado ralentizar la violencia sionista en Oriente Medio, fundamentalmente desde una perspectiva electoralista y de legitimación internacional, así como desde una lógica estratégica: cuanto más apaciguado esté Oriente Medio, más podrá Estados Unidos centrarse en Ucrania y, sobre todo, en su giro hacia el Asia-Pacífico. Con todo, la alianza con Tel Aviv nunca ha sido puesta en cuestión, pues es la punta de lanza de Washington en la región.

Con Trump, podría ser distinto. El republicano, en cierta medida sesgado por su visión ideologizada de las relaciones con la Rusia de Putin, está dispuesto a “renunciar” a Ucrania —son, para ambos, meras piezas de ajedrez— a cambio de robustecer a Israel. Para él, Oriente Medio es prioritario; no tanto como Asia, pero prioritario al fin y al cabo. Si gana, la violencia contra Palestina y Líbano será probablemente mayor, más acelerada y más contundente de lo que ya lo está siendo con el gobierno sionista de Biden y Harris.

Las elecciones en Estados Unidos importan; de hecho, importan mucho. Una vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca supondría, en esencia, dos tendencias: por un lado, la aceleración de los elementos negativos del gobierno de Joe Biden, como la legitimación de la violencia contra los pueblos de Oriente Medio, el belicismo en Asia o las dinámicas de dependencia y dominación en el Sur Global; por el otro, la incorporación de nuevos elementos de violencia, en particular en relación a los migrantes, las comunidades vulnerables y las mujeres.

 

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