jueves, 25 de marzo de 2021

AZNAR Y RAJOY: LA ÚLTIMA ESPANTÁ

 

AZNAR Y RAJOY: LA ÚLTIMA ESPANTÁ

Fueron tres horas de interrogatorio para quienes durante 28 años dirigieron un partido que nos gobernó y que se financió de forma tramposa durante décadas. Tres horas de negaciones y balones fuera

GERARDO TECÉ

José María Aznar López y Mariano Rajoy Brey juraron decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, como si eso fuera algo posible para ambos a estas alturas de la vida, a estas alturas del caso que los sentaba ante la sala 1 de la Audiencia Nacional vía telemática. A pesar de las poquísimas expectativas puestas en que saltase alguna sorpresa –Rajoy ya se declaró anteriormente infanta total y Aznar sigue empeñado en batir la plusmarca mundial de no reconocer una mancha en su impecable biografía–, esta era la jornada estrella del juicio a la Caja B del PP. No todos los días dos presidentes del Gobierno se someten a las preguntas de un tribunal. A pesar de sus responsabilidades orgánicas en el partido, lo hacían ambos en calidad de simples testigos, como testigos son los peatones presentes en el lugar y el momento en el que se produce un accidente que a posteriori toca enjuiciar. En este caso, el accidente consiste en décadas de supuesta contabilidad en negro mediante un sistema de donaciones opacas por parte de empresarios a cambio de contratos y favores políticos. Unas donaciones que, según Bárcenas, eran usadas para cubrir gastos del Partido Popular y para repartir sobresueldos entre sus mandamases.

 

Un Aznar enfadado y agresivo –bajar a la Tierra siempre les supone cierto trastorno comprensible a los dioses– juró decir la verdad porque prometer, más allá de la honestidad con la que uno vaya por la vida, es fórmula clásica de rojos y separatistas, como ya sabemos. Mascarilla blanca FPP2 mientras declaraba, supuestamente solo, en un despacho ubicado en su propia vivienda. Cuando un letrado de la acusación le preguntó el motivo por el que ocultaba parte de su rostro a pesar de estar solo en casa, el mismo Aznar que salió corriendo de Madrid a Marbella en marzo de 2020 desoyendo las recomendaciones sanitarias aludió a su ejemplar comportamiento cívico para tomar esta medida de precaución que las autoridades sanitarias –¿mascarilla estando solo en casa?– en ningún caso han recomendado. Aznar en estado puro.

 

Hasta que el presidente de la sala le recordó que, si le habían molestado de sus vacaciones en el Olimpo, era para que respondiese preguntas y no para que las hiciese, Aznar se dedicó a desenmascarar a los letrados de la acusación, amigos de socialistas unos, separatistas otros, intentando darle a aquello el tono bronco que siempre le va bien al mourinhismo. “Yo nunca he recibido un sobresueldo”, sería la frase más repetida y la que mejor resume los sesenta minutos de comparecencia de Aznar ante el tribunal. Una frase en la que es importante, vital, diría, subrayar el yo. Aznar y ese pronombre personal que tan bien define al personaje, ya sea en un juzgado o en su carrera política. “Yo –subrayen el yo– no sé lo que hicieron los demás, ni me importa”, ha declarado quien fuese máximo responsable del PP durante 14 años de supuestos sobresueldos y mordidas. Ni lo sé ni me importa, declaró quien tomó el control de ese partido el mismo año en el que se registraron las primeras anotaciones en B. El Capitán Schetinno tomándose un mojito desde la orilla mientras el Costa Concordia hace aguas. Con una diferencia: Schetinno acabó pidiendo perdón, quizá avergonzado por la espantá.

 

Aznar –el aznarismo es así– no solo aseguró durante su comparecencia bajo juramento no conocer la contabilidad B, sino que se negó a responder si conocía las condenas judiciales firmes contra su partido por otros casos de corrupción ya juzgados y conocidos por todos. Tampoco recordó Aznar haber denunciado en su momento al diario El País tras la publicación de los papeles de Bárcenas, unos papeles que ahora dice que no van con él. Convencido de salir ganador de cada no va conmigo, de cada no recuerdo, de cada no me importa, el expresidente lo celebra con el clásico gesto chulesco de sacar morritos, gesto perceptible a pesar de la mascarilla. Aznar, y así acabó su interrogatorio, no recordaba haber recibido donaciones, ni recordaba tampoco lo dicho el día anterior por Ignacio del Burgo, cuando el exdiputado del PP declaró que Aznar autorizó pagos recogidos en los papeles de Bárcenas. Para esa altura de la tarde, el listón del no recuerdo estaba ya a la altura del gran estadista que supo ver armas de destrucción masiva en Irak y no supo ver corrupción en su sede.

 

Como la derecha siempre ha sido de respetar tradiciones, Mariano Rajoy apareció por plasma tras el que lo designó sucesor con su incorrupto dedo. Con mejor tono que su antecesor en el partido y en la declaración judicial y sin mascarilla que ocultase su cara, gesto que le agradeció un letrado de la acusación de Izquierda Unida. Después de una hora de Aznar y sus formas, la aparición de Rajoy recuerda a un arcoíris. Con otros modos, lo expuesto por Rajoy coincidía con la defensa de Aznar: el presidente de un partido no se ocupa de los asuntos económicos del partido. Tiene gracia que, en la formación política que presume de buena gestión económica cuando llegan las campañas electorales, nadie supiese quién llevaba la economía propia durante tres décadas. En época de Rajoy, serían las meigas.

 

 

Absolutamente falso. Esa fue la frase más repetida por Rajoy durante su declaración cada vez que un letrado leía lo declarado por Bárcenas. Hablando de meigas, un enigma: ¿cómo es posible que quien no sabía lo que pasaba con la gestión económica del PP esté en posición de asegurar que lo declarado por quien sí llevaba esta gestión es absolutamente falso? La explicación dada por Rajoy a esta pregunta despejaba todas las dudas: “Llevo 40 años en el Partido Popular y nunca nadie ha hablado de una caja B”. Pues ya estaría. Si el nombre usado no era caja B, sino aguinaldo, habría que ir dando el caso por archivado. Los papeles de Bárcenas son falsos, sostuvo Rajoy durante toda su comparecencia, y daba en este caso otros dos argumentos de peso. El primero, que el 95% de quienes aparecen, entre ellos Rajoy, había negado haber recibido esas cantidades. Como nueva versión del anuncio de nueve de cada 10 dentistas puede colar. Como argumento de defensa es bastante discutible. El segundo argumento para sentenciar la falsedad de los papeles es que el propio Rajoy encargó una investigación interna en el PP, dirigida por el PP, y el PP concluyó que el PP no tenía una contabilidad B. Tras la ejemplar auditoría, se quedó tranquilo.

 

Con Rajoy delante es una tentación difícil de esquivar preguntarle por sus grandes éxitos, y en aquella sala eran humanos. Preguntado por el “Luis sé fuerte”, cuando se supo que Bárcenas tenía una cuenta en Suiza, Rajoy, metido a esas horas del largo interrogatorio más en el personaje de coaching que en el de expresidente del PP, explicó que en la vida no siempre acierta uno. Preguntado sobre por qué a Bárcenas se le mantuvo despacho, sueldo y chófer después de ser imputado, la explicación dada fue que, en ausencia de condena, los derechos de los trabajadores son sagrados. Arriba tesoreros de la tierra, a mí famélica legión. Absolutamente falso. No sé absolutamente nada. A partir de la hora y media de interrogatorio, el Rajoy agradable empezó a ponerse de los nervios, quizá molesto por tener que dar la misma respuesta una y otra vez a las mismas preguntas, quizá porque había partido de la selección sub 21 contra Eslovenia y se lo estaba perdiendo.

 

Fueron tres horas de interrogatorio para quienes durante 28 años dirigieron un partido que nos gobernó y que se financió de forma tramposa durante décadas. Tres horas de negaciones y balones fuera que han sido una pequeña biografía de estos dos presidentes de España y que explican bien los males de este país. Tres horas que demuestran que uno encara los problemas como encara la vida. El Aznar del yo, el impoluto pese a los horrores que rodean su carrera política. El Rajoy experto en no hacer nada con los problemas, salvo vivir cómodamente en ellos. Una década de espantás de dos presidentes a la vista de todo un país. La actitud de Bárcenas es en parte liberadora. No estoy aquí por venganza, sino porque cometí una serie de delitos y quiero colaborar con la Justicia para subsanarlos, dijo. Sea por un pacto con la Fiscalía o sea por venganza, reconocerlo debe haberle quitado un enorme peso de encima. Si las cámaras de la historia no le enfocasen, quiero pensar que Rajoy reconocería su parte de culpa a cambio de poder dejar de huir de su pasado y de dormir mejor por las noches. Aznar no tiene esos problemas. Si gana, si consigue subirse al bote mientras su barco hace aguas, él duerme a pierna suelta. Si todo sale según lo previsto, solo Bárcenas pagará y esta habrá sido la última espantá.


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