viernes, 9 de agosto de 2019

LOS MAROTOS SON PARA EL VERANO


LOS MAROTOS SON PARA EL VERANO
GERARDO TECÉ
El verano genera pequeños universos paralelos a la vida cotidiana. En la imagen, un vecino de una pequeña aldea observa una prueba de sonido. Probar el sonido. Como si los sonidos rurales necesitasen a chavales llegados de la capital en furgos para probarlos, para darles su visto bueno. A ese pájaro me lo bajáis de agudos y al riachuelo le metéis un poco de rever. Más allá de golpear una sandía acercándola a la oreja, probar sonido es un comportamiento ilógico, absurdo el resto del año en los pequeños lugares como este. Pero no en verano. En esta época todo cabe porque todo cambia. Tanto cambia que cambia el paisaje llenándose de visitantes exóticos que llegan de las ciudades vacías. Como los probadores de sonido o los senadores recién nombrados.


Un visitante exótico destaca este verano por encima del resto. Su nombre es Javier y su apellido, Maroto. Su profesión, senador por Castilla y León. Una comunidad autónoma que conoce bien, porque, para ir de Vitoria a Madrid, en algún lado hay que parar a echar gasolina. Maroto, que se quedó en paro tras marcarse un España en Eurovisión las pasadas elecciones generales, acaba de cambiar de empleo y también de dirección postal. Tras montarse un pollo con su forzadísimo nombramiento, Maroto decidió acabar con las críticas haciéndose castellano leonés a golpe de empadronamiento exprés y se alquiló una vivienda en Sotosalbos (Segovia).  Puso el dedo en el mapa y dijo aquí mismo. Un pueblo de 113 habitantes –114 ahora– que no había pisado en su vida porque en Sotosalbos no tienen gasolinera. “Se me verá mucho por allí”, ha asegurado Maroto intentando apagar la polémica. Como si ser visto en un lugar fuera lo que te convierte en miembro de este. Maroto se lanzaba de este modo peculiar al sueño recurrente de todo animal de ciudad: irse a vivir a una aldea perdida. Como en Los Asquerosos de Santiago Lorenzo, a Maroto aún no se le ha visto por el pueblo. Podríamos imaginarlo encerrado, observando a los parroquianos y a los domingueros desde una ventana mientras prepara en silencio, para que nadie lo descubra, papeles para llevar al Senado. Pero no es el caso, ya que el flamante senador por Castilla y León especificó que su llegada a la aldea sería en septiembre “porque ahora está el verano de por medio”. Vaya error. Javier Maroto se perderá las típicas verbenas y todos nos lo perderemos en nuestra imaginación confundiéndose entre los vecinos durante el baile con preguntas del tipo “y aquí qué es lo típico”. Y recibiendo respuestas del tipo “pues lo típico es que los forasteros pregunten por lo típico”. Maroto se pierde la oportunidad de disfrutar de las sillas en las puertas de las casas las noches de verano segoviano, se pierde las conversaciones que van desde el estado del huerto de la Eulalia hasta el estado de la nación. Y todos nos perderemos la imagen de Maroto justificando su nombramiento de senador por Castilla y León comiendo los frutos que le dé una zarza de Sotosalbos. Y al Anselmo gritándole que se va a poner malo. Y a la Angustias llamando a la guardia civil cuando Maroto, sin previo aviso, le hable por la ventana para decirle qué bonitas son sus flores. Javier Maroto, por querer ser visto en septiembre en lugar de vivir en agosto, se perderá integrarse con los vecinos que, quién sabe, igual el día de mañana podrían haberle nombrado pregonero de las fiestas. ¡Vecinos de Sotolargo! –comenzaría su discurso. ¡Es Sotosalbos! –respondería la Eulalia desde el huerto sin apartar la cabeza de la zanja. Vaya error de principiante comete Maroto al empezar su nueva vida sin pisarla. Los pueblos y los visitantes exóticos son, como las bicicletas, precisamente para el verano.

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