LA EVOLUCIÓN GEOPOLÍTICA DE CANARIAS, DE LA CONQUISTA AL
TURBOCAPITALISMO
POR ANTONIO GONZÁLEZ VIÉITEZ
Canarias ya no
se organiza alrededor de las dos islas capitalinas, que mantienen a su
alrededor a las otras cinco Islas Periféricas más o menos homogéneas pero, eso
sí, atrasadas y dependientes. Ahora, el Archipiélago está formado por Tres
Bloques geográficos en el sentido de los paralelos terrestres
Los Archipiélagos
son una realidad muy peculiar. Desde luego no son continentes, pero tampoco son islas
solitarias, apartadas del resto de territorios. Por el contrario, “sus” islas
son compañeras inseparables que constituyen la afloración marina de algún
continente (ya sumergido o todavía no surgido del todo).
Hasta tal punto se
diferencian que, si las islas tienen una personalidad evidente y compacta, la
de los archipiélagos es compleja y confusa. Porque sus relaciones con el resto
del mundo se ven afectadas y comprometidas por sus intrincadas relaciones
interinsulares.
Si nos centramos en
La Macaronesia (nada menos que las Islas Afortunadas), ese conjunto de cuatro
archipiélagos en el Atlántico Medio, lo primero que observamos hoy es que dos
de ellos forman parte de la República de Portugal, un tercero también antiguo
dominio portugués, recientemente constituido en Estado Independiente y Canarias
que forma parte del así llamado Reino de España. Y hay que acudir a la historia
atlántica para explicarnos estas decisivas diferencias sociopolíticas.
En este texto se
pretende, eso sí de forma muy superficial, analizar las peculiaridades
protagonizadas por el Archipiélago Canario, a lo largo de sus seis siglos de
historia.
La Conquista
A lo largo de todo
el siglo XV, en concreto desde 1402 hasta 1496, se prolonga la conquista del
Archipiélago. Y lo primero que choca es la cantidad de años que abarca esta
etapa. Y resultará indicativo encontrar las razones de esta anomalía para la época. Al modo de ver de casi todos
los estudiosos, la razón más importante es que pueden distinguirse dos fases
bien diferenciadas. En la primera (1402-1405) se conquistan las islas menos
habitadas: Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera. En la segunda
(1487-1496), se finaliza la conquista del Archipiélago con las islas más
habitadas y poderosas: Gran Canaria, La Palma y Tenerife. Las primeras van a
denominarse Islas de Señorío y las segundas, Islas Realengas. Esas mismas
denominaciones encierran la respuesta que andamos buscando. Para conquistar las
primeras fue suficiente armar un proyecto de pequeña envergadura, al alcance de
señores medievales. Para conquistar las segundas se va a necesitar organizar un
plan, (que va a simultanearse en el tiempo nada menos que con el Descubrimiento
y la Conquista de América), protagonizado por los Reyes Católicos. Ya se vive
en la Edad Moderna.
Y este hecho es
ilustrativo. El Señor Jean de Bethencourt no es que no intente la conquista de
Gran Canaria, Tenerife y La Palma, es que se da cuenta que están habitadas por
poderosas poblaciones de canarios que le aventajan en mucho. Por eso tiene que
contentarse con sus islas de Señorío
Esta distinción
entre Islas de Señorío y Realengas (que va a continuar durante cuatro siglos
hasta las Cortes de Cádiz de 1812) va a dar una primera pista de las
características de nuestro Archipiélago. Las unas están poco pobladas por su
pequeña dimensión o por escasez de recursos naturales (agua fundamentalmente),
mientras que las otras gozan de otra escala de recursos y de población. Y esa
diferencia es la que ha exigido una muy dispar acumulación de recursos de
conquista. Las menos fuertes se conquistaron por pequeños señores, mientras que
las más poderosas exigieron la movilización de una de las más grandes
monarquías de la época. Y este hecho va a facilitar la profundización de las
diferencias interinsulares de todo tipo.
La Colonización
En las Islas
Realengas, y solo en ellas, tuvo lugar una especie de “círculo virtuoso”
económico para sus tiempos. De una parte, un clima subtropical que va a
permitir cultivar productos hasta entonces casi desconocidos en Europa (caña de
azúcar). De otra, suficientes recursos naturales (tierras de cultivo y agua de
riego) para su producción a gran escala para la época. Y, además, la presencia
de la monarquía católica ya volcada en la ingente aventura de lo que se llamó la
Carrera de Indias, apresuró el establecimiento de una naciente clase social de
mercaderes y financieros, conectada de origen con las ciudades más florecientes
de Europa (Norte de Italia, Flandes …)
Así, con este
conjunto de recursos y con una velocidad inimaginable para la época, se fue
gestando lo que, a criterio de muchos especialistas, fue una de las primeras
manifestaciones del capitalismo mercantil. La esclavización y el sometimiento
de la población canaria derrotada y, de otra parte, la compra de esclavos negros, aportó la
necesaria fuerza de trabajo. De esta forma se alumbró el primer capítulo del
modelo económico qué, más adelante y sobre todo en El Caribe, se dio en llamar
“Economía de Plantación”
En suma, mientras
las tres Islas de Realengo (las que ocupan la posición central del
Archipiélago), se incorporan a toda velocidad y con enorme brío a la nueva
Economía Atlántica, las otras cuatro, las Islas de Señorío van a permanecer en
una situación de estancamiento. Para explicar esta realidad, hay que subrayar
que las conexiones con el exterior van a concentrarse en las tres Islas
centrales que van a acaparar la totalidad de los trasiegos atlánticos.
Los ciclos
económicos
En este periodo del
potente ciclo azucarero (circa 1585-1650) la isla que ocupó el liderazgo del
Archipiélago fue Gran Canaria. Por dos poderosas razones. 1) Al ser la primera
que se conquistó, iniciando la experiencia política de la monarquía española
fuera de la Península Ibérica, las instituciones que se fueron creando en Canarias
se localizaron en la isla. Y el original Real de Las Palmas, se convirtió de
facto en la capital de las Islas Realengas. 2) Estos dos hechos facilitaron que
Gran Canaria, con mucho, fuera la Isla donde más arraigó y se desarrolló la
economía azucarera canaria. La situación de La Palma y Tenerife, que se
conquistaron más tarde y teniendo como base estratégica a Gran Canaria, pasó a
ser subordinada.
A nuestros efectos
vale resumir diciendo que, durante la vigencia del vigoroso ciclo azucarero no
existió ningún equilibrio interinsular. Las cuatro Islas de Señorío, las más
pequeñas y dependientes, sobrevivían. Y, mientras La Palma y Tenerife también
se incorporaban al ciclo azucarero, Gran Canaria dominaba.
Cuando el ciclo
azucarero se vino abajo (la producción azucarera se “deslocalizó” al Caribe),
la producción del vino comenzó a remontar hasta convertirse en la principal
especialización en exportables de Canarias. Y, aprovechando los ya bien
engrasados circuitos comercializadores, se inició el nuevo ciclo de los vinos.
Mucho más largo y complejo que el anterior (se prolongó,eso sí con altibajos,
hasta avanzado el XVIII). Aquí no vamos a entrar en él. Simplemente indicar
que, a nuestros efectos, se produjo una profunda modificación “gravitacional”
de las relaciones interinsulares de poder en el Archipiélago. Porque la
producción de vinos fue mucho más importante en Tenerife que en Gran Canaria.
Con solo repasar la toponimia se aprecia el poderío vinatero de Icod,
Garachico, La Orotava… Y, como era de esperar, este vuelco afectó a la
localización de las instituciones de poder españolas y a sus representantes,
que se movieron para situarse en medio de donde corrían los dineros. Aunque las
fechas y las circunstancias son algo confusas, ya a finales del XVI, la
Capitanía General de Canarias se traslada a San Cristóbal de La Laguna. De
facto, volvieron a coincidir en la misma isla los representantes del poder
político español y la dirigencia económica del ciclo de los vinos. Situación
que se mantuvo sin complicaciones hasta los inicios del XIX.
De este modo se
rediseña la estructura geopolítica de Canarias. Las Islas de Señorío siguen
estancadas, La Palma se coloca en una situación intermedia, al tiempo que
siguen predominando los dos grandes polos de Canarias, Gran Canaria y Tenerife.
Teniendo bien en cuenta que, ahora, ha variado el orden y la isla de Tenerife
domina de forma clara.
La capitalidad y la
división provincial
Al socaire de la
invasión napoleónica de la Península Ibérica (1808), las burguesías agrarias y
comerciales de las dos islas dominantes, sabedoras de la importancia que tiene
la localización de las instituciones, entablan una dura batalla para apoderarse
de las sedes del poder político español en el Archipiélago. La Junta Suprema de
La Laguna primero y el Cabildo Permanente de Las Palmas, después, intentan
arrebatarse mutuamente el emplazamiento de la capitalidad. Por supuesto, por
razones de prestigio y liderazgo, pero sobre todo porque la inmediatez de las
instituciones propicia y facilita la “sensibilización” del poder político y
administrativo. Esta disputa abierta va a trasparentar y resaltar el famoso,
solapado y rancio Pleito Insular, que va a mantenerse a lo largo de casi dos
siglos, hasta el Estatuto de Autonomía de Canarias de 1982.
Y ese Pleito
perdura en iguales términos en cuanto al fondo del asunto. Es cierto que, en
cuanto a las formas, hay una variante política. En una primera época, la lucha
se centra en la capitalidad. Más adelante, cuando los actores perciben que
puede haber otra salida más factible, la lucha se va a centrar en la División
Provincial, que va a producirse en 1927.
En el ínterin, la
formidable acometida liderada por el majorero Manuel Velázquez, arremetiendo
contra el abuso de las dos islas mayores enredadas en “su” Pleito, trajo como
consecuencia la creación de los Cabildos Insulares (1912). Pero las grandes
esperanzas depositadas en ellos no tuvo ningún efecto práctico debido a su nula
capacidad financiera de entonces.
Es la época del
predominio absoluto de la institución provincial. El periódico más
representativo todavía de Las Palmas, lleva el nombre viejuno de La Provincia.
Y cada Provincia, liderada cada una por las islas de Tenerife y Gran Canaria,
somete a las restantes islas de su
circunscripción a una situación de abuso y olvido. A las cinco islas no
capitalinas se las va a denominar, durante décadas como Islas Menores. El paso
de la isla de La Palma, de Isla Realenga a Isla Menor, se va a ir produciendo
lentamente, a medida que crece su dependencia respecto a Tenerife.
El Estatuto de
Autonomía
Por primera vez en
la historia (1982) se pone en práctica un intento deliberado de organizar
políticamente el Archipiélago como un todo. Así, la Comunidad Autónoma de
Canarias va a tener un Parlamento y un Gobierno, con competencias exclusivas
sobre todo el territorio, al tiempo que se constituye como representante único
ante el exterior. Se afrontan y se intentan resolver los dos principales
problemas de la geopolítica del Archipiélago. De una parte, se “salda” el
Pleito Insular entre Gran Canaria y Tenerife con la instauración de la Doble
Capitalidad de Las Palmas de Gran Canaria y de Santa Cruz de Tenerife. Se trata
de un hecho absolutamente insólito en el derecho comparado, pero fruto genuino
de nuestra azarosa historia. El segundo, es el problema del “aplastamiento” de
las, hasta ahora, cinco “Islas Menores”. Empezando por la misma denominación al
uso. A partir de ahora, desapareciendo de hecho las Provincias, se van a
constituir en “Islas Periféricas”. Eso sí, resaltando subrepticiamente, su
dependencia geopolítica de las dos Islas Capitalinas. La forma de intentar
resolver su enorme dependencia es a través de un sistema electoral, el conocido
como “Triple Paridad”, que les otorga una suprarepresentación en el Parlamento
de Canarias. En su origen, con esta medida se intentaba conseguir un
reequilibrio entre todos los ciudadanos, cualquiera que fuera su isla de
residencia. [No es lugar para su debate. Lo único que interesa aquí, es
subrayar el contexto sociopolítico en
que se estableció]
Los tres bloques
constituyentes
La evolución social
y económica de los últimos 35 años ha cambiado la realidad con la que nació el
Estatuto de Autonomía. Es cierto que la economía canaria se sigue
especializando en exportables. Pero hay un cambio radical. Si siempre, lo que
se exportaba eran bienes físicos (básicamente del sector primario), ahora la
especialización es en la exportación de servicios. Se trata de lo que se llaman
“exportaciones invisibles”. Y este cambio tiene una consecuencia fundamental.
Porque los consumidores del resto del mundo (“nuestros” turistas) tienen que
llegar hasta el Archipiélago para disfrutar de sus vacaciones. En el fondo, la
economía isleña está ofertando residencia, con una media aproximada a los 8
días/turista. Y, para satisfacer esta propuesta es necesario demandar mucho
empleo aquí, en las islas.
Además este cambio
trascendental, tuvo unas características que empujaron a que la simple
transformación se convirtiera en lo que algunos dimos en llamar
Turbocapitalismo. Y lo hicimos con la intención de resaltar su inmensa
voracidad y su espectacular ritmo de crecimiento. Así, el boom turístico de las
últimas décadas (eso sí, sincopado por momentos críticos) y su increíble
celeridad, forzaron unos ritmos de crecimiento de tal magnitud (en algún año
con ritmos “chinos” de dos dígitos) que los recursos propios canarios no fueron
suficientes para atenderlos. Y cuando la dirigencia canaria insistió en crecer
a toda costa, la única forma de conseguir ese ritmo infernal fue importar
recursos del resto del mundo. En primerísimo lugar, trabajadores para la
construcción y los servicios.
Y es aquí donde se
produce una verdadera mutación en la historia profunda del Archipiélago.
Porque, hasta ahora, siempre habíamos sido un pueblo emigrante, sobre todo en
los interciclos económicos. A partir de ahora, vamos a estar llamando a
trabajadores inmigrantes. Se trata de exigencias del modelo especulativo, a
corto plazo y depredador, impuesto por el sistema social que nos toca sufrir.
Y, a nuestros
efectos, la geopolítica interna del Archipiélago se va a transformar en
profundidad y va a tener un impacto diferente
según qué islas. Lo primero que sabemos es que el modelo de turismo que
ofrece Canarias es el “Turismo de sol y playa”. Y resulta que hay algunas islas
privilegiadas para responder a esa demanda. Lanzarote y Fuerteventura son
auténticos paraísos para ese tipo de turismo. Y vamos a contemplar tremenda
paradoja. Los eriales de aulagas y lagartos que nunca valieron nada, ahora son
minas de oro. Las islas más africanas llenas de arena rubia, las que
históricamente sufrieron más hambrunas y penurias y cuyas poblaciones se vieron
obligadas con frecuencia a emigrar, son justamente las que ahora demandan más
trabajadores inmigrantes.
Paralelamente, las
islas más occidentales de La Palma, Gomera y El Hierro no tenían esa dotación
de recursos naturales tan excepcional. Y esa diferenciación, en la coyuntura
que tocaba vivir, transforma en profundidad y de manera nunca experimentada, la
geopolítica existente de dos Islas Centrales, además capitalinas y cinco Islas
Periféricas más o menos homogéneas. Esa estructura salta por los aires.
Y es que el
Archipiélago de hoy ya no es así. Ni de lejos. La prueba definitiva es el
comportamiento demográfico de las diferentes Islas [aunque no se entre en
cifras para aligerar la lectura]. Mientras la población de Lanzarote y
Fuerteventura crece a velocidades impresionantes gracias a la inmigración, las
dos Islas Capitalinas crecen muy poco, mientras las tres Islas Occidentales
pierden población, sobre todo por la salida de jóvenes. Pero es que hay más.
Como complemento de esta demografía
variable, a lo largo de las dos últimas décadas, la renta per cápita de
Lanzarote y Fuerteventura viene consolidándose como la más elevada del
Archipiélago, superando con vigor el nivel de las Islas Capitalinas y dejando
cada vez más atrás a las tres Islas Occidentales.
Resumiendo,
Canarias ya no se organiza alrededor de las dos islas capitalinas, que
mantienen a su alrededor a las otras cinco Islas Periféricas más o menos
homogéneas pero, eso sí, atrasadas y dependientes. Ahora, el Archipiélago está
formado por Tres Bloques geográficos en el sentido de los paralelos terrestres.
El Bloque Oriental (africano) de Lanzarote y Fuerteventura, con un
turbocapitalismo rampante, con una elevada proporción de población inmigrante y
con los niveles de renta per cápita más elevados de Canarias. El Bloque
Central, formado por las dos Islas Capitalinas, con velocidad de crucero y
cierta estabilidad geopolítica. Eso sí, mirándose y midiéndose la una a la otra
como si les fuera la vida. Por último, el Bloque Occidental (americano), con La
Palma, Gomera y El Hierro, demográficamente estancados, con emigración de su
juventud preparada y con los más bajos niveles de renta.
De estos datos se
infiere que continuar con el modelo de 2 Islas Centrales y 5 Islas Periféricas
homogéneas no tiene sentido. Por eso, el que los Cabildos de Lanzarote y
Fuerteventura sigan santiguándose con el antiguo esquema no es una postura ni
lógica ni razonable. Tampoco inocente. Lo que así pretenden es aprovecharse de
las importantes compensaciones existentes para los desiguales. Aparentando
serlo, sin serlo
Por eso, las nuevas
propuestas de Reorganización Geopolítica del Archipiélago deberían de tener en
cuenta esta nueva realidad.
Y me permito una
sugerencia para el Bloque Oriental, el del Turbocapitalismo y sus
consecuencias. Y es que, partiendo de lo que hay, sería imaginable que de él
saliera una propuesta a largo plazo, regeneradora y que apostara por la
organización y profundización de la sostenibilidad en todas sus dimensiones,
desde las sociales a las medioambientales. Para iniciar la construcción, desde
esas dos Islas en un esfuerzo común y compartido con el resto de las Islas, de
una Referencia Atlántica de lucha contra el Cambio Climático. Con todos los
elementos y variantes que esto encierra.
Por último, la
inmediata vecindad africana debería alentar el despliegue de políticas de
Codesarrollo. Con el objetivo de apostar por estrategias que persigan a largo
plazo la disminución y desaparición de las desigualdades de todo tipo con los
pueblos vecinos.
Fuente:
http://www.tamaimos.com/2019/08/10/la-evolucion-geopolitica-de-canarias-de-la-conquista-al-turbocapitalismo/
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