DE QUINTO, EL MILLONARIO DESALMADO
JUAN CARLOS ESCUDIER
Si todo pudiera
comprarse con dinero, la rutilante y empavonada estrella de Ciudadanos, Marcos
de Quinto, no tendría de qué preocuparse. El problema de este multimillonario
es que es un desalmado y lo que le falta no se soluciona tirando de visa o de
chequera. La humanidad de la que carece no puede adquirirse en los
concesionarios de Porsche ni se incluye como dividendo adicional en las
stock-options de Coca-Cola. Es un intangible que no está al alcance de esos
pobres hombres que sólo tienen dinero.
Se nos presentó a
De Quinto como un triunfador que, cansado de amasar patrimonio, llegaba a la
política para cumplir un servicio público, casi para hacernos un favor, y lo
que viene demostrando es que se pueden tener veleros, apartamentos en Nueva
York, fincas y harleys y seguir siendo un cretino integral con acta de
diputado. Su caso hace bueno el dicho de las naranjas, que nacen verdes y el
tiempo es el que les da el color, a diferencia de los idiotas a los que no hay
manera de hacerles madurar por muchas estaciones que pasen sobre ellos.
Ha tenido el
engominado algunas intervenciones públicas sonrojantes, fundamentalmente a
través de las redes sociales, aunque ninguna comparable a su última declaración
sobre los inmigrantes rescatados por el Open Arms, “bien comidos pasajeros” que
han pagado su pasaje para llegar a Europa como quien hace un tour por el
Mediterráneo de los de todo incluido. A De Quinto le han llamado miserable y se
han quedado cortos porque a veces los calificativos sólo son pálidos reflejos
de la realidad y sólo por acumulación logran descripciones más ajustadas.
Se ha dicho también
que el fichaje de Ciudadanos practica la incorrección política, confundiendo
incorrección con necedad. En algunos perfiles hagiográficos, cuando el
personaje aún vendía chispas de la vida, se mencionaba que de niño veía en su
casa a dos amigos de sus padres, Buero Vallejo y a Blas de Otero, el poeta que
escribía en defensa del reino del hombre y su justicia y que pedía la paz y la
palabra, y de los que es evidente que no aprendió absolutamente nada.
Este personaje pasa
ahora por ser la mano derecha de Rivera y su cerebro económico y desde su
partido se pide que no se valoren sus tuits ni los insultos que dedica a
quienes se atreven a tildar de gilipolleces sus gilipolleces. En definitiva,
que no se tomen en cuenta sus opiniones personales porque, al parecer, sólo le
representan a él y no a una organización de extremo centro tan liberal y tan
chiripitifláutica que jamás diría, aunque lo piense, que hay que aplicar la ley
de talión a los terroristas ni que los inmigrantes que se juegan la vida en el
Mediterráneo son turistas que se van de crucero. Éste es el sujeto y ese es su
partido. Ardua España mía.
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