LA ISLA...CONNTI
DUNIA SANCHEZ
LA ISLA
ESCENA 1
TORMENTA:
Estás ahí, lejana,
confusa, fatigada pero te abrazas a ese madero del naufragio. Mi ira te
embravece, luchas contra mi fuerza descomunal pero es inútil. Te ahogaras como
tantas otras, mujer de la nada. Sí , eres mujer de la nada agarrada en un
madero de la esperanza. Qué hacer contigo. No voy a calmar el oleaje, lo
grotesco de este viento. Te afincas y quieres vivir, solo eso, mujer de la
nada. Yo, tempestad de la vida de ataúdes anónimos, tiro de ti pero te
empecinas en seguir adelante aunque tu voluntad mermada se estacione en la
ilusión mujer de la nada. No quieres ser una más, te comprendo, de este mundo
cobijado en minas sangrantes para vosotros. Luchas y luchas y yo me agrando y
al mismo tiempo me deshago abatido por tu grandeza, por tu ánimo de sueños del
ayer, del presente. No pregunto por tus compañeros, ya sabemos donde están,
muertos flotantes del silencio. Quieres llegar a la orilla, tus ojos radian el
agotamiento, desorbitados quieren ser parte de tierra. No, no te queda mucho.
Yo no puedo detenerme, tienes que luchar con el abismo, con el terror, con el
temor de ser una más de estas profundidades. Callas, ni tu gemir , ni tus
chillidos se escuchan ya.
ELLA:
Déjame en paz.
Llegaré agarrada en este madero a la costa. No, no me convertirás como los demás,
huesos insonoros, intocables en el paso de los tiempos. Tengo que llegar. Tú,
tiempo cruel, abominable, alocado, desafiante. Sí, me desafías y yo aquí, en
esta marea revuelta, violenta, bestial acepto el reto. Llegaré, ante mi mirada
una luz me ofrece el camino, no el de la muerte, sino el de la vida…el de la
vida. Vete ya, qué la calma venga y te disuelva en el callar, en tus bruscos
movimientos. Somos ya muchos, demasiados los que hemos dejado la existencia
aquí. ¡Aquí, en este fondo hondo del quebranto¡. Llegaré, veo la orilla
temblorosa ante mis ojos. No, no me conoces pero he decirte que el espíritu
libre y asentado puede más que tu rabia, que tu veneno. ¡Calla¡¡Calla¡, déjame
sobrevivir como las aves que migran a distintos lugares. Y si no llegaré, ya
estoy cerca. Todavía me queda algo de entereza, por mis hijos, por mis muertos,
por mis amigos, por mi familia. No me sigas azotando más y más ¡Basta¡ Ahí, ahí
está la orilla y llegaré…y llegaré.
TORMENTA:
Me alejo de ti,
mujer de la nada. Voy a surcar otros mares donde los desaparecidos serán mi
sentencia maldita. No es lo que deseo pero hay algo que me empuja a saborear
velatorios desconocidos. Todo negro. Se izan banderas negras, blancas donde la
muerte es auge de este océano. Huyes y comprendo tu huída. Yo no te puedo dar
refugio. La madre tierra me ha hecho así, con estas tonadas de duelo, con estas
tonadas de muerte. Llegarás, de ello estoy segura. Pero los otros ¿dónde están?
¿Quiénes son? Solo un enjambre despedazada humana en las profundidades de las
mareas. Me calmo y te observo, llegas a la costa. Uhmmm….tan infernal no soy.
Tú has podido. Otras podrán. Me alejo…me
alejo bajo las nubes pesadas de lo malo, de lo incompresible, de lo inesperado.
No, no te voy a decir que me perdones. Soy así, este es mi destino, mi mundo.
ELLA:
Estoy aquí, en la
arena de un paraje desconocido. Intento abrir mis ojos, me duelen. Es de día,
un sol castigador me da latigazos. No, no sé donde estoy. Solo, el sosiego de
la tempestad, del oleaje febril. Suelto el madero e intento levantarme. Solo
escucho el ronroneo del mar ya tranquilo. La soledad me persigue. No, no quiero
pensar en los demás. Mis fuerzas desfallecidas solo me permiten arrastrarme.
Intento mirar pero todavía no puedo, sol atizador, parece como si cuchillos se
enclavara en mis ojos cansados, exhaustos. Venga, me digo. No puedo, la sed y
el frío me atacan. He de ser recta. He de ser entereza. He de ser valiente. He
de ser engendrada otra vez. He de ser otra vida. He de elevarme. ¡Ay espíritu
mío¡ ayúdame. Sé que puedo. Sí, puedo. Ya lo peor ha pasado. Estoy en la orilla
con la gelidez del presente. Por mi mente transcurre mi aldea, mi gente ¿qué
será de ellos? Por ellos he de recomponerme, lucha. Levántate, vete a buscar un
refugio donde recuperarte. Peleo conmigo misma, me arrastro hasta donde lo
verde se asoma, está frente de mí. ¡Mis ojos¡ tachas al rojo vivo incrustadas
que van saliendo lentamente, que se van apagando.
ESCENA 2
PINZÓN AZUL:
Estoy bajando de un
monte negro, naranja, ardiente , plagado de desahucio. Bajo de los pinares
cenizos, quemados por las inclemencias humanas, heridos pero no de muerte.
Ellos resurgirán con el paso de los años, raíces que penetran un submundo
desconocido, desafiante, recóndito y donde no podemos llegar. La isla se ha
quemado en un grosor, un grosor doliente, terrorífico donde mis lágrimas no han
podido hacer nada. Voy a la costa , cerca ya. No es mi habita pero resurgiré
como ave que se mueve en los barrancos donde las arboledas me azocan. A medida
que me aproximo, un cuerpo, veo la inmovilidad de sus manos, de sus piernas.
Emigrantes del reverder, de la amputación de sus sueños, de mis sueños.
Desplazados a la fuerza por lo virulento de este mundo ¡Oh mundo¡ He visto la
muerte de mi hogar…si, la he visto con su lengua maligna vertiginosa en los
campos de la calma, de la belleza perfecta. Ahora todo es humo y negror, la
vida fallida huye y huye como imagino de ese humano o humana en la orilla.
Estoy hastiado, impotente, absorbiendo maléficos brebajes contra esta civilización
pero voy a su encuentro. ¡Sí¡ A su encuentro, aunque seamos de mundos
distantes. Quizás nos comprendamos, si vive…no lo sé.
ELLA:
Intento abrir los
ojos. En mis labios caen gotas livianas de agua. Siento como un picoteo en tez,
suave, agarrado a mi despertar. Abro un ojo y qué es lo que me encuentro, un
pájaro. Un pájaro de vuelo perdido dándome agua sutilmente, picando mis carnes
a espera de una señal. Mis sentidos se asientan y escucho su murmullo difuso,
me habla. No entiendo bien y a pesar de mi estado caótico me hace gracia. Un
perro se acerca, lo observo y se parece tanto a mí. No sé en donde estoy, en un
extraño lugar donde las aves se unen al humano . Debe ser así. Me grita de
repente y el perro ladra alrededor de mÏ, un perro vagabundo. El pájaro viene y
va, trae agua y agua. El perro hace de vigía, eso pasa por mi mente. Se sienta
a mis pies y mira el horizonte. Abro mis dos ojos, un cielo celeste en toda su
plenitud golpea ligeramente mi cuerpo cansado. Las olillas rozan mis piernas y
el perro sigue ahí, estático. Es como si el perro y el pájaro fueran uno.
Intento levantarme, me caigo pero insisto potencialmente hasta que estoy en
vertical. El pájaro azul se posa en mis hombros, el perro sigue mirando el
horizonte con cierta resignación , lo noto en su mirada. Algo le pasa a esta
tierra. Observo más allá de la playa, en sus adentros, y una columna de humo en
la lejanía me dice lo que pasa. Estamos
solos, soledad y silencio. Solo el rumor de las olas, que vienen, que van. Todo
devastado ¿por culpa de quien? Lo ignoro, pero sospecho que de nosotros mismos.
La mano humana mece la cuna de esta esfera, la mano humano maneja las cuerdas
de cada su movimiento, la mano humano en sus avances se autodestruido. Sí,
porque destruir donde se posa es suicidarse a sí mismo, porque desechar los que
no son de su lengua o color es aniquilarse lentamente. Todo ha sido muy lento y
no hay cuenta atrás. Aquí , estoy, en una isla supongo. Un pájaro posado en mi
hombro y un perro flaco que mira el horizonte. Intento andar, sacar mis pies de
esta arena que me apresa, me cuesta pero lo voy logrando, quiero llegar donde
están las rocas para sentirme segura. El pájaro sigue en mi hombre y el perro
flaco mirando el horizonte. Se da la vuelta y viene detrás de nosotros. Lo miro
y un cierto halito de alegría me invita a
acariciarlo.
PINZÓN AZUL:
No soy catastrófico
pero cuando ocurren estas cosas pienso en negativo. Intento revolver mis
adentro y saco la esperanza, la luz de esa luna que se aproxima con la caída de
la tarde. La nada y el humo espeso anda suelto en esta isla. Aquí estamos
seguros, cerca del mar. Hemos sido imprudentes, ignorantes y aquí está la
prueba ¡Qué será¡ ¡Qué será del mañana¡ El futuro es crudo, el futuro cae en la
inexistencia , en el abismo de las tinieblas, del fatal desenlace. Siento
dolor, un dolor que me explica a medida que las horas pasan que todo se irá
atenuando, qué todo volverá a florecer, a regenerarse con el paso de los años
¿Lo presenciaré? Solo un pobre pinzón azul, que viene, que va en busca de
cobijo ¿Dónde están los demás? Una mujer negra, un perro flaco que nos sigue y
la nada. La noche viene y he de irme, te dejo mujer de la nada y perro flaco,
mañana será otra jornada donde el resonar de los tambores de la existencia, de
los sentidos penetrarán por nuestra sangre y venceremos, venceremos todo mal.
Todavía estamos a tiempo. Todavía…
ESCENA 3
ELLA:
Dejo atrás la playa
y me inundo en palmerales. No sé dónde está el pájaro azul, el perro flaco. Sin
darme cuenta han desaparecido de mi vista, los necesito o no. Ellos han animado
este espíritu que estaba derrotado, lisiado. Se lo agradezco y ahora me han abandonado,
sigo caminando con la danza de mi corazón, con mis ojos abiertos en la
profundidad de esta tierra. A lo lejos sigue la humareda. No escucho el sonido
de alguna voz humana, solo, alguna cascada no lejos de aquí , de mis pasos. Su
chismorreo viene a mí y yo voy a ella. Cuando mi mirada se posa en su vientre
cristalino de aguas posadas me alegro. Una felicidad inexplicable se esboza en
mi pecho y bebo de ella y me baño en ella. Salgo y estáticamente mis ojos se
reflejan en ese charco, detrás de mi observo una sombra, una sombra que brota
su aliento a mi cuello. No sé si es hombre o mujer, solo que es humano. No sé
porqué no me asusto, no me estremezco. Me levanto y me giro hacia esos ojos que
me miran, que me examinan. Un beso roza mis mejillas sin esperarlo. Sí,
inesperadamente. No me sobresalto, solo, la sensación de la paz, de una emoción
indescriptible a medida que las horas pasan. Otra noche de luna, de luna
blanca, de un firmamento de astros inamovibles, intactos por nuestras manos.
Este lugar de palmeras, de noche clara, de charcos me parece hechizante. No habla, mira y mira.
Me da de la mano y me lleva con ella, con él. Noto cierta decadencia en sus
pasos, cierta dolencia en tu rostro pálido. Nos dirigimos a la playa de nuevo,
siente el rubor de las olas, mansas, quietas en este nocturno de luna blanca.
Se para, se vuelve a mí y un beso en los labios deja un agradable aroma del
adiós. Le pregunto cómo se llama, no me responde, únicamente, se sumerge en el
océano, ese océano que me arrebató mi gente, ese océano que me escupió en estas
tierras. Desaparece, triste sonata de la noche viene a mi. Miro la luna blanca,
equilibrada y cierro los ojos. Todo huele a mar, todo huele a fuego, un fuego
que se evapora como ella, como él. Sola en la oscuridad, en la tranquilidad de
esta orilla. Miro el horizonte y siento el canto de las ballenas, el baile de
los delfines entre caracolas y algas.
Voz de las mareas:
Estoy muerta, estoy
muerto, no sé, tú sabrás. Ahora estás en la isla del silencio, una isla que te
reedificará como mujer de la nada. Como mujer de los vientos de la miseria, de
las guerras, de la sed, del hambre, de la injusticia. Sí, he muerto. Te
esperaba para enseñarte lo hermoso de la madre tierra, lo bello de un beso, de
una caricia cuando solo el amor y la vida presiona nuestros corazones. Te
recordaré como mujer de la nada. Sí, te estaba esperando, no quería dejar esta
tierra sola, distraída. Mis hermanos el pinzón azul y el perro flaco te servirán de apoyo, te
guiaran donde tus sueños te lo permitan. No miré atrás, el monte se ha quemado.
Se ha quemado ante el poder corrosivo, ante la ambición desbocada, loca. Esto
es lo que queda, yo estoy cansada, cansado. El incendio no llegará hasta ti,
está sofocado, está apagado, solo, un humo como señal del horror, de la
autodestrucción humana ¡Está pedazo de tierra nunca será poblado¡ es
exclusivamente de los espíritus libres, pacíficos, de aquellos que miran como
cae una hoja en el mecer con el viento y siente su aroma, sus palabras del
ayer.
ELLA:
No, no te vayas. No
me dejes. Te escucho o son imaginaciones mías. Te suplico que vuelvas, te has
arrojado a las mareas. A esas mareas de las que he escapado, no sé cómo. No, no
te calles, sigue conversando conmigo. Me es lo mismo que seas real o irreal,
estoy sola. Ya sé que lo peor ha pasado pero, te necesito. No conozco este
lugar remoto en el océano, lejano a toda civilización ¿Aquí la hay o es solo
cenizas? No, no importa, me siento bien contigo. Me confundes pero me siente
bien , la gratitud de tus labios en mi piel será memoria en el andar de mis
años. No, no te olvidaré. Volveré todas las noches, todas donde la luna blanca
me invite hablarte como un querer eterno. Y no es obstinación. Eres diferente a
lo que he conocido, a lo que he visto. Prendada me quedo, encantada en este
paraje raro…
ESCENA 3
PINZÓN AZUL:
Duerme
apaciblemente a lado del manantial donde la sombra de unos árboles la cobijan
del amanecer. Ella, sí, ella, mujer de la nada. Esta será su nueva casa como
los humanos dicen. Una casa desplomada por el fuego, por el incesante desastre
cada vez más pronunciado en el paso de las estaciones ¿Acaso existen ya
estaciones? Este mundo sabía lo que se venía encima, pero, no escucharon, no
atendieron al lamento de la madre tierra y de los con ella convive en armonía.
Nosotros especie inferior nos dimos cuenta con nuestra muerte, una extinción
que velara los ojos de estos humanos de inteligencia mediocre. He visto muchos
compañeros fenecer, hacerse polvo para más nunca resurgir en las pisadas de las
estaciones. Ellos, los culpables. Sí, ¡son culpables¡ Culpables de cada pedazo
de tierra infértil para el crecer de la vida. Yo estoy aquí, he sobrevivido, no
sé cómo pero estoy aquí. Ahora miro una mujer enviada por la tiranía de una
tempestad del océano a esta isla de nadie, de la nada, como ella. Sí, mujer de
la nada, duermes en este pequeña zona donde aún el frescor, la humedad nos
acoge. Pero ya es hora de levantar, de estirar tu cuerpo, tus brazos, tus
piernas. De estirar y observar lo queda y comprobar que estás sola, solo tú,
solo tú y el perro flaco, solo tú y las mareas. No, no me escuchas pero da
igual. Estoy aquí contigo, no nos haremos daños, nacimos en el mismo lugar, el
planeta tierra. Un planeta que orbita en su diminuto tamaño en un cosmos misterioso,
sibilino, mágico, magnífico, infinito. No hay escapatoria, la fatalidad ha
caído en esta esfera frágil, muy frágil y da marcha atrás es imposible ¿qué
hacer? Parece que despierta.
ELLA:
Mis ojos se abren,
se hayan descansado. Se abren con el sonido de la cascada, con el jaleo de ese
pájaro azul, con la compañía de nuevo de ese perro flaco. Miro todo lo que me
rodea y esto parece un vergel. Sí, igual cuando la sed te apunta en el desierto
y encuentras donde resguardarte, ganar fuerza. Estoy sola, no me importa. En
mi, no sé, queda una foto de la noche pasada. Ese mar que me confunde, que me
hace vibrar mis sentidos. Me levanto y voy de nuevo a esa agua posada, me miro
y otra vez una sombra recorre mi cuello, un fresquito resbala por mi espalda y
esa imagen indescriptible, intangible. Me giro y esta vez no hay nadie. Solo el
pájaro azul en una rama con su canto y el perro flaco vigilante. Quiero saber más de este paraje desconocido,
mis piernas me lleva a sus adentros, de repente un olor a quemado, cenizas
revoloteando en mi cara y lo gris de la muerte. Tiemblo, me sorprendo. Y como
maldición me quiebro, me rompo ¿Por qué este llanto?, me pregunto. El pájaro
azul entonces vuela rodeándome incesantemente con tonalidades graves, de un
aviso. Tumbas y más tumbas al descubierto, humeantes aún. La fetidez, lo
ingrato, lo dañino entra en mis pulmones
¿Por qué este llanto?, me pregunto. Todo perdido, ha sido demasiado
tarde ¡Porqué¡, no hemos respetados las pautas del reino natural y nos castiga
con esto, con las tinieblas enhebrándose entre nuestras manos, piernas, ojos.
No, no quiero mirar más y sin saber por qué me marcho corriendo hasta mi
refugio, ese refugio del que tal vez no debí sobrevivir, el océano. Hola océano
de las lágrimas de la pena censuradas, dime, ven hacía mi. Una bestia
descomunal y aborrecible navega en esta isla, en esta tierra. Estoy aislada,
solo un pájaro azul y un perro flaco. Dime océano, está todo igual o es un vago
error donde caí. No, no lo entiendo. Ahhhh, me columpio entre la duda y el
vacío y solo llego a los gritos del silencio, los gritos de muerte, de ataúdes
invisibles sin ser velados. Dime, dime océano, dime que tú tienes vida. Te
quiero y lo sabes, te deseo y lo sabes.
OCÉANO:
Te abrazo mujer
como cómplice de la pena. Hoy, es noche de luna y podrás hablar con ella. Con
la mar eviterna de tu pasión, de tus deseos. Ahora, descansa. No me ves a mí,
todavía hay tiempo. Este planeta ha pasado por muchos ciclos, este es otro más,
el cambio es terrorífico para el
presente pero hay que aceptar lo que viene, así lo han querido vosotros, los
humanos. La naturaleza cuando no puede más se revela, es como un alma castigada
por el desprecio candente de vuestras lenguas de fuego, de devastación. Y te
digo, la calma volverá, distinta, pero volverá. Vete al manantial con el pinzón
azul y el perro flaco mujer de la nada. Espera el nocturno. Un nocturno de luna
llena que brotará como explosión de tus anhelos. Has de ser vital, fuerte,
estar animado para afrontar tu destino. Uhmmm… ¿He dicho destino? No seamos
pesimistas, aflora bajo la cascada y podrás reconstruir con el paso de las
lunas esta isla. ..continuara
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