LA BRECHA SALARIAL POR SEXO
MIREN ULLIBARRI ARCE
Las diferencias
salariales por sexo son menores cuando se comparan salarios en un mismo tipo de
ocupación y una misma empresa, porque no puede retribuirse de forma distinta a
personas que desempeñan la misma tarea si esa retribución no está debidamente
justificada (experiencia, antigüedad…) y se desea evitar una demanda por
discriminación. Así, el origen de las diferencias está en la segregación de los
trabajadores entre empresas y entre categorías ocupacionales.
En el Reino Unido
se dispone de una fuente de información que permite comprender mejor el
fenómeno. Las empresas británicas de al menos 250 trabajadores están obligadas
desde 2017 a publicar las diferencias salariales por sexo medias y medianas, la
distribución de sus trabajadores por cuartil de salarios y las diferencias de
sus complementos salariales.
Es sabido que la
actividad a la que se dedica una empresa en muchos casos se asocia a una
especialización por sexo. El Barclays Bank UK, por ejemplo, está moderadamente
feminizado, puesto que un 63% de sus trabajadores son mujeres (frente al 47%
que representan las mujeres en el empleo total del Reino Unido –Labour Force
Survey, datos anuales, 2017-).
Segregación
ocupacional
Sin embargo, en el
primer cuartil (el 25% de los trabajadores con menores salarios), hay un 73% de
mujeres y en el segundo cuartil encontramos un 67%. Por el contrario, en el
cuartil superior las trabajadoras suponen el 45% del total. En el Barclays
Bank, el salario medio por hora de las mujeres es un 26% inferior al de los
hombres (una diferencia superior a la media nacional, que fue en 2016 del 20,6%
-Encuesta de Estructura Salarial (EES), Eurostat-). Este caso es un buen
ejemplo de cómo la segregación ocupacional por sexo dentro de una empresa
amplía la brecha salarial.
La empresa Ad Astra
Academy Trust, dedicada a la Educación Primaria, nos permite ilustrar otro
caso, el de aquellas empresas en sectores muy feminizados. En esta empresa, el
salario medio de las mujeres (el 90% del total de trabajadores) es algo
inferior al de los varones (9,5%) por la segregación ocupacional, pues el peso
de las trabajadoras en el cuartil de salarios más altos (90%) es algo menor que
en de salarios más reducidos (93%). Este caso nos permite entender otra
constante empírica: en ocupaciones con un grado alto de “feminización”, las
diferencias salariales por sexo son menores.
Esta fuente de
información, que lógicamente presenta resultados dispares (empresas
masculinizadas en las que el salario medio de las mujeres es algo mayor, o
equilibradas en cuanto a participación y en las que las mujeres perciben un
salario por hora mayor), nos permite extraer una serie de conclusiones:
En primer lugar, la
existencia de una clara segregación por sexo en función de la rama de actividad
(el transporte es un sector de varones y el de los cuidadores, de mujeres) y
por categoría ocupacional (la proporción de varones en la parte alta de la
distribución de salarios supera a la de mujeres en más de tres cuartas partes
de las empresas de las que se dispone de información).
Otra de las
conclusiones, menos conocida que la anterior, es que la diferencia salarial
media por sexo, de acuerdo con los datos de estas empresas, es inferior a la
diferencia que proporciona la EES (Eurostat) o la Annual survey of hours and
earnings (del Reino Unido). Esto podría deberse a que la proporción de mujeres,
con respecto a la de varones, es mayor en empresas con menores salarios medios.
Cabe recordar que estos datos se refieren exclusivamente al salario por hora de
asalariados en empresas medianas o grandes (más de 250 trabajadores).
La reflexión
La obligación de
publicar esta información persigue que, al menos, cada una de estas empresas
reflexione sobre la distribución de sus trabajadores por ocupaciones. No
obstante, el problema de las diferencias salariales por sexo persistirá siempre
y cuando no se retribuya de la misma manera un empleo de igual valor.
Así, aunque se
eliminara la brecha salarial por sexo en cada una de las empresas (el 10% de
estas empresas dicen no retribuir de forma distinta y en una proporción algo
mayor de empresas las mujeres ganan más que los varones) todavía seguirían
existiendo diferencias a favor de los varones si se mantuviera la segregación
sectorial por sexo, esto es, que una proporción algo mayor de varones fuesen
contratados en sectores de salarios más altos.
Hace años que nos
encontramos con más población femenina con nivel superior de estudios (entre la
población de 25 a 64 años, en 2017, en el Reino Unido, el 44,5% frente al 41%;
-en España, el 38,9% frente al 33%-) y más entre los ocupados (49,4% frente al
43% -Reino Unido- y el 48,5% frente al 38,8% -España-), pero la especialización
por sexo en la formación es un hecho, al menos entre un grupo de población.
Islandia ha ido más
allá al aprobar una norma que obliga (el momento de entrada en vigor de esta
norma difiere según el tamaño de la empresa) a las empresas a obtener un
certificado de igualdad de retribución por sexo, asimilable a los certificados
de calidad. De todas formas, como ya se ha señalado, la brecha salarial por
sexo en la empresa es solo una parte del problema.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de la
UPNA Traductor de ciencia.
*
Miren Ullibarri Arce es profesora titular de Universidad en el Departamento de
Economía e investigadora del Instituto INARBE (Institute for Advanced Research
in Business and Economics) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).
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