A contracorriente
CENSURA
Enrique
Arias Vega
La censura es censura, practíquela
quien la practique. No me preocupa lo que era censurable hace sesenta o setenta
años, porque ni me afecta ni lo recuerdo, pese al intento constante por parte
de algunos de congelar aquella época como si fuese la única en que hubiera
existido imposición ideológica.
A mí me da lo mismo a quién no dejen
hablar o expresarse siempre que haciéndolo no cometa delito penado por la ley,
como llamar a la matanza de guardias civiles, niñas o creyentes musulmanes,
pongo por caso.
Me entero
por la prensa que los Ayuntamientos de Alcalá de Henares, Móstoles y Santiago han
retirado la actuación musical de Kidd
Keo y Kaidy Cain, personas que
no conozco, “por la letra machista de sus canciones”. ¡Vaya por Dios!
¿Ha tomado semejante decisión un
tribunal de justicia? Qué va: ha sido la mera presión social de un grupo más o
menos nutrido de lo que antes se llamaba “opinión pública” y ahora “grupos
antifascistas”, “feministas”, “anticapitalistas” o lo que sea. Claro que
también los hay de signo contrario, como los que han prohibido actuar a Def Con Dos o a Luis Pastor, aunque por su proliferación y contundencia se llevan
la palma los que se consideran “colectivos democráticos” y que no dejan ni dar
una simple conferencia a quien no vocifere en el sentido impuesto por ellos. O
sea, que tanto hablar de gobiernos “del cambio” y éste sólo consiste en volver
a la censura de la peor época.
Hay un añadido que no debo pasar por
alto: estamos en el verano con más prohibiciones de los últimos años, en el que
se mezclan antitaurinos, me too,
luchadores contra el cambio climático y otros colectivos todos ellos dignos de
respeto; pero lo peor es que el dinero con que se contrata y se descontrata a
gente a golpe de ideología es el de nuestros impuestos y, en cambio, nadie nos
pregunta a nosotros qué pensamos de todo esto.
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