A contracorriente
CONDUCTORES QUE
ESTÁN DE MÁS
Enrique
Arias Vega
Han puesto un semáforo que dura
escasos segundos frente a una guardería en mi vecindad. Cruzar la carretera es
ahora más peligroso que antes, debido a la velocidad de los vehículos cuando va
a cambiar el color de la luz. Ya ha habido varios incidentes.
Cuento esto cuando veo los drones de
la DGT, eficacísimos en su espionaje de asesinos al volante que, de momento,
están en estado larvario, prestos a cumplir su inevitable destino homicida.
¿Inevitable?
Parece ser que sí, pues la política
de prevención aún es escasa. Según la Fiscalía, en España existen 5.000
“asociales de la carretera”, es decir, reincidentes que cumplen condena. Me
parecen muy pocos, qué quieren que les diga, viendo la masacre de nuestras
carreteras, la imprudencia o temeridad de los conductores que las usan y las
espeluznantes imágenes que captan hoy en día las cámaras de tráfico.
En mi modesta opinión, por una razón
u otra, sobra casi un tercio de los tipos que con (o sin) carnet, se ponen al
volante de un vehículo. Sin ellos en la carretera, se salvarían miles de vidas,
se evitarían muchas más mutilaciones y la disfuncionalidad y lesiones
permanentes de cientos y cientos de accidentados.
Es un imposible, lo sé, porque esta
sociedad da más importancia al derecho a conducir (qué derecho es ése: el mismo
que a cantar La Traviata en el Liceo)
que al derecho a la vida, a la educación o a una vivienda digna, por ejemplo.
Además, tenemos una espléndida red
viaria que hay que usar y millones de potentes vehículos que una industria
automovilística quiere colocarnos a cualquier precio. Así, pues, cualquier
imbécil, descerebrado o sádico a quien jamás le darían una pistola, le dejarán
impunemente en sus manos la mayor arma de destrucción personal: el coche
particular.
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