EL CINISMO DE EL PAÍS Y LOS OTROS MAYORES ROTATIVOS EN ESPAÑA
POR VICENÇ NAVARRO
En una
conferencia dada hace unos días por el Secretario General de Podemos, el Sr.
Pablo Iglesias, en la Universidad Complutense, este hizo una crítica en general
a la mayoría de periodistas que mediáticamente cubren la actualidad de este
partido, tomando como referencia a un periodista del rotativo El Mundo, aunque
podía haber escogido cualquier otro. Criticó el sesgo anti-Podemos de la
mayoría de tales profesionales, empleados o contratados por los mayores
rotativos del país, que han mostrado una gran hostilidad en general hacia
Podemos, y hacia Pablo Iglesias en particular.
Predeciblemente,
al día siguiente todos los mayores rotativos escribieron editoriales denunciando
este comportamiento del Secretario General de Podemos. De especial interés es
el escrito por El País, titulado “Iglesias ataca a la prensa”, en el que acusa,
una vez más, al dirigente de aquel partido de mostrar actitudes que el rotativo
define como bolivarianas, contrastándolas con la neutralidad y veracidad de la
prensa española, escribiendo que “la regla de juego básica de la prensa en una
democracia es la veracidad, y que su labor fundamental es el control del poder
para evitar abusos, corrupciones o agresiones gratuitas como la suya”. El
artículo comienza con la frase de que uno de los principios básicos de
cualquier democracia es la defensa de la libertad de información, presentando a
El País como un ejemplo de ello.
El sesgo
anti-Podemos es tan obvio en la mayoría de los grandes rotativos españoles,
incluyendo El País, que es difícil de creer que el editorialista se crea lo que
está escribiendo. Es muy fácil de ver y de reconocer el apoyo de este rotativo
a la dirección del PSOE y también (y muy en particular) a la de Ciudadanos, lo
que contrasta con la abierta hostilidad hacia Podemos en general, y muy en
especial hacia Pablo Iglesias, actitud que es común no solo en El País, sino en
los mayores rotativos del país que son de sensibilidad conservadora y/o liberal
(que a nivel popular quiere decir de derechas o de centroderecha). No hay en
España ningún gran rotativo de izquierdas. Hacer esta observación no quiere
decir que no haya colaboradores o periodistas de izquierdas, pero son una gran
minoría y una excepción. Los equipos de dirección de los grandes rotativos no
solo son de derechas, sino que, como caracteriza a las derechas en España, son
profundamente anti-izquierdas. Durante el periodo postdictatorial, el PCE
primero, IU más tarde, y Podemos ahora han tenido muy mala prensa. La evidencia
de ello es abrumadora.
Quisiera
aclarar, por cierto, que el hecho de que un rotativo en su editorial apoye un
partido político no es, en sí, censurable. Ahora bien, sí que es censurable y
denunciable que sus simpatías lo lleven a tergiversar la realidad (manipulando
o incluso mintiendo) para favorecer a tales partidos y/o desfavorecer a los que
consideran como sus adversarios, lo cual es una práctica muy común en estos
grandes rotativos. En realidad, en un país con una conciencia democrática más
avanzada, tales comportamientos serían no solo criticables y denunciables, sino
también sancionables. Veamos los datos.
Evidencia
diaria de falsificaciones y tergiversaciones
Los ejemplos de
estos comportamientos son múltiples y aparecen diariamente. En los mismos días
que El País publicaba tal editorial, dicho rotativo sesgaba la presentación de
una noticia, utilizando una narrativa que falseaba la realidad. Es conocido que
El País se opone a la realización del referéndum en Catalunya, a lo cual es
libre de oponerse. Pero lo que no es libre de expresar es que se refiera a tal
referéndum como un referéndum independentista, pues quiere, con la utilización
de tal término, determinar una respuesta negativa a dicho referéndum. El
referéndum no es, sin embargo, independentista. Es un referéndum democrático
que pregunta a la población en Catalunya si prefiere continuar en España o
separarse de ella. Es, en sí, un referéndum democrático, ni más ni menos. En
realidad, si hoy tuviera lugar este referéndum en Catalunya, lo más probable es
que no ganara la independencia. Pero esto es irrelevante para El País, que lo
que quiere es que no se celebre el referéndum, y de ahí que, con el objetivo de
crear sentimientos negativos hacia este, lo adjetive de independentista. La
realidad, por cierto, es precisamente lo opuesto, pues si la población en
Catalunya tuviera la posibilidad de votar, es más que probable que el deseo por
la secesión en Catalunya disminuyera. No permitir el referéndum, como lo hacen
El País y la mayoría de grandes rotativos, está estimulando el crecimiento del
movimiento independentista. Ahora bien, para El País el objetivo de la
manipulación es prejuzgar el resultado del referéndum a fin de crear hostilidad
hacia él. Se diga como se diga, esta práctica es manipulación, carente de la
más mínima ética profesional.
Su hostilidad
hacia la plurinacionalidad de España
Otro sesgo y
manipulación aparecen cuando El País define a En Comú Podem (una coalición de
partidos, aliada de Podemos) como independentista o proindependentista, lo cual
es también una falsedad, como puede comprobarse leyendo el programa de tal
coalición de partidos. El País, a través de sus reportajes y sus editoriales,
quiere dar la impresión de que Podemos y sus aliados son peligrosos para
España, pues parecen cuestionar la unidad de España, cuando lo que tal partido
(y demás partidos de la coalición que se presentan conjuntamente) desean no es
romperla, sino redefinirla, cambiando la visión hegemónica de España para que
se transite de una España uninacional, radial y escasamente democrática, a una
España plurinacional, poliédrica y más democrática. La falta de equilibrio de
los artículos publicados en sus páginas de opinión sobre lo que El País define
como “cuestión territorial” muestra claramente este sesgo nacionalista
españolista, expresión que nunca utiliza el rotativo, que se reserva la
utilización del término nacionalista para definir a los nacionalismos
“periféricos”, pero no al central que, por cierto, es el más poderoso de todos
ellos, y que aparece por todos los lados de aquel rotativo.
El sesgo
neoliberal del rotativo y su agresividad hacia el programa económico de las
izquierdas
Tal sesgo
aparece también en El País constantemente y casi diariamente en el espacio
ofrecido a los economistas responsables del diseño de las propuestas económicas
de los distintos partidos. Mientras que economistas próximos al PP, al PSOE y a
Ciudadanos aparecen con gran frecuencia en sus páginas (repetidamente con insultos
y sarcasmos dirigidos a los programas económicos de los partidos de izquierdas,
y muy en especial a Podemos e Izquierda Unida), los responsables y asesores en
temas económicos de estos últimos partidos casi nunca aparecen. Incluso cuando
estos son insultados, El País no les ofrece la posibilidad de responder. Ello
es una práctica común. De nuevo, El País no es la excepción. Ocurre también en
los otros grandes rotativos del país. Este sesgo y estas prácticas reflejan el
carácter no tanto informativo, sino propagandístico de El País (y de la gran
mayoría de rotativos), que llegan no solo a falsificar el programa de los
partidos de izquierdas, sino también la realidad en sí.
No solo
manipulación, sino también mentiras
He citado el
ejemplo de la manipulación (sutil a veces, grosera en otros casos), resultado
del sesgo tan marcado en contra de Podemos y de IU, que aparece en El País y
los otros grandes rotativos. En realidad, La Razón y el ABC son ya la forma
extrema de esta manipulación. Ahora bien, en otras circunstancias se va más
allá y se practica la mentira. Uno de los casos más groseros de los muchos que
he visto ocurrió en la cobertura mediática de la primera visita de Pablo
Iglesias a la ciudad de Barcelona. Fue en un pabellón deportivo en un barrio
obrero, lleno a rebosar. La sorpresa es que el altamente popular exalcalde de
Barcelona, el Sr. Pasqual Maragall, estaba entre los asistentes en el pabellón.
Al cerciorarse de su presencia, el estadio entero le dio una ovación que duró
varios minutos. Lo pude ver y oír, pues estaba sentado muy cerca de donde
estaba Pasqual Maragall. Cuál fue mi sorpresa que al día siguiente El País
publicó, con una mezquindad sin parangón, que el público del estadio había
abucheado al exalcalde Maragall. Tengo que reconocer que me costó aceptar lo
que estaba viendo. ¡Era ya demasiado! Escribí una carta al director,
pidiéndoles que publicaran una corrección. No era una carta hostil. Mi carta no
tuvo respuesta, como tampoco han tenido respuesta otras cartas respondiendo a
insultos o tergiversaciones de mis libros y escritos por parte de economistas
de El País, que pueden leer en mi artículo “Manipulaciones y mentiras en El
País” (Público, 30.12.14). Nunca había visto tal nivel de desfachatez en un
rotativo en los muchos países en los que me ha tocado vivir durante mi largo
exilio.
La manipulación
como práctica común
Pero lo que
protege esta manipulación y falta de ética profesional es que estas prácticas
antidemocráticas son comunes en los medios de información y persuasión
españoles, conocidos internacionalmente por su falta de diversidad ideológica y
su limitada profesionalidad. Así lo han reconocido medios internacionales como
The New York Times (denuncia que generó otra respuesta de El País, con otra
pomposa declaración del carácter ejemplar de la prensa española) que señaló la
falta de libertad de prensa en España debido a la influencia que los poderes
financieros (la banca) y los gobiernos tienen sobre los mayores rotativos
españoles (ver mi artículo “El New York Times lleva razón: no existe pluralidad
en los medios”, Público, 19.11.15). Predeciblemente, todos los mayores
rotativos (incluyendo en primera línea El País), junto con la Asociación de
Editores de Diarios Españoles, inmediatamente respondieron indicando que el New
York Times estaba guiado por prejuicios que le habían llevado a conclusiones
erróneas, carentes de objetividad y rigor, acentuando que España “se
caracteriza por la pluralidad mediática (…) como resultado del claro compromiso
de los medios de información españoles con la libertad de prensa de España”. Lo
cual quiere decir que, en contra de toda la extensa y contundente evidencia de
lo contrario, tales rotativos tienen la osadía de presumir de que no
discriminan a las izquierdas en el país, ni tampoco manipulan sus noticas en
una clara muestra de su hostilidad. Es difícil que se lo crean, pues son
prácticas diarias que muestran claramente lo contrario. Cuenten ustedes los
artículos favorables a las políticas propuestas por el PP o por Ciudadanos o
por el PSOE y comparen con los artículos favorables a las de Podemos y a las de
IU, y lo verán. Y si en lugar de artículos cuentan editoriales, verán que la
situación es incluso peor, por no hablar de la prensa económica , donde los
puntos de vista de las izquierdas no aparecen ni una vez, excepto en
contadísimas ocasiones para ridiculizarlas.
La población
española no se fía de los medios
No es
sorprendente, pues, que según un estudio de las percepciones de la población
hacia los medios de información en doce países con regímenes democráticos de
elevado nivel de desarrollo económico, la población española fuera una de las
que confiaba menos en la información provista por los medios de información,
solo el 32% de los usuarios. En Finlandia era un 68%, en Alemania un 60%, en el
Reino Unido un 51% (…) y España era casi la última (ver el artículo “Trust in
the News” sobre el excelente informe de los medios de información en 12 países,
el Reuters Institute Digital News Report 2015, del Reuters Institute for the
Study of Journalism, University of Oxford, 2015). Los rotativos españoles están
mucho más comprometidos con la persuasión que con la comunicación. En realidad,
la falta de diversidad ideológica en los medios y su escasa profesionalidad son
unos de los mayores problemas que tiene la democracia española.
Las
asociaciones de periodistas
La falta de
comportamiento ético de los mayores rotativos y de sus profesionales (“que
tienen que ganarse la vida”) es silenciada por sus asociaciones profesionales
corporativas. Ni que decir tiene que hay profesionales de gran talla, y
respetuosos con su deber de servir a la población informándola. Pero son la
excepción. Como era predecible, las asociaciones profesionales respondieron con
gran hostilidad a las declaraciones de Pablo Iglesias. La Asociación de la
Prensa de Madrid condenó dichas declaraciones por “atacar de esa manera
totalitaria (supongo que el portavoz de tal asociación quería decir
bolivariana) el ejercicio de la libre información”. Por lo visto no se dan
cuenta de que tales asociaciones también han perdido credibilidad en su
crítica, pues esas asociaciones han permanecido en un silencio ensordecedor
hacia las continuas falsedades y manipulaciones de la prensa en Madrid,
incluyendo El País. Es más, ¿cómo puede ser que tales asociaciones no hayan
dicho nada sobre las prácticas de uno de los periodistas más visibles
mediáticamente en este país, que utiliza su información, supuestamente provista
por grupos de ultraderecha que existen en la Policía Nacional, para acusar a
personalidades políticas, como el exalcalde de Barcelona, el Sr. Trías (un
nacionalista “periférico”), de tener fondos en Suiza, o más tarde anunciando
miles y miles de veces que Podemos está financiado nada menos que por Irán y
Venezuela, sin que exista ninguna evidencia de ello? ¿No creen que tales
asociaciones tienen el deber moral de denunciar casos tan flagrantes de
comportamiento antidemocrático? ¿Qué dirían de un Colegio de Médicos que
conociera que un médico estuviera matando a pacientes debido a una mala
práctica y que tal Colegio profesional permaneciera callado?
Dos últimas
observaciones. La población española es mayoritariamente consciente de que la
mayoría de medios de información está al servicio de la estructura de poder
económico y financiero que financia y/o influencia las instituciones mediáticas
y políticas del país. Al famoso eslogan del 15-M “no nos representan” podría
añadírsele “no nos informan”. La mayoría de la población así lo cree. Ahora
bien, como en muchos otros temas, la población, que no se fía de los medios,
adopta una posición fatalista de que nada se puede hacer para cambiar esta
situación. Este fatalismo es esencial para que se perpetúe la situación actual.
De ahí que sea importante que la población pierda esta pasividad y se movilice.
Es hora de que haya denuncias y se abra un debate sobre ello. Y es por ello que
agradezco a Pablo Iglesias que hiciera un gran favor al país denunciando los
comportamientos de la prensa y gran número de sus profesionales. Es urgente
para la salud democrática de España que se inicie un debate no solo sobre la
prensa escrita (los grandes rotativos), sino también sobre los medios
radiofónicos y televisivos, públicos y privados, para denunciar sus
comportamientos escasamente democráticos e iniciar un proceso de cambio de modo
que tanto los unos como los otros garanticen la libertad de expresión a la cual
retóricamente apoyan, mientras que la violan en sus prácticas diarias. De ahí
que me sorprenda que haya habido tantas pocas voces defendiendo a Pablo
Iglesias. El silencio ensordecedor es síntoma del poder de aquellos medios que
han establecido una cultura antidemocrática de miedo, tanto entre los mismos
periodistas como entre sus colaboradores. La crítica al cuarto poder es
probable que tenga costes personales, creando temor y miedo que explica el
silencio ensordecedor sobre su claro comportamiento antidemocrático. Y a eso lo
llaman libertad de expresión.