LLEGA EL ‘FEMICRIME’: LAS MUJERES RECLAMAN SU SITIO EN LA NOVELA
NEGRA, CARLES GELI, ARTÍCULO EL PAÍS.
CARLES GELI
La
presencia de las mujeres en el género negro, como autoras y como personajes de
ficción (detectives o asesinas), aumenta
Es
uno de los temas de BC Negra que acaba de empezar
Desde los albores grises del género, cuando la
novela enigma, las mujeres han estado presentes, como autoras (Agatha Christie,
Dorothy Sayers…) y también como protagonistas, antes incluso que el fundacional
Sherlock Holmes: ahí está Mrs. Gladden, primera detective profesional de las
letras británicas, creada en 1864 por Andrew Forrester, seudónimo de James
Dredding War. Le dio vida con grandes dotes deductivas y un fuerte coraje en
The female detective, algo visionario cuando la figura de la mujer policía no
existía en la vida real. Pero sin duda, las mujeres nunca habían escrito tanta
novela negra como hasta hoy y, sobre todo, la habían protagonizado, ya fuera
como detectives o como asesinas. Y así hasta se habla ya en el mundo anglosajón
de una variante del género: el femicrime.
“¿Femicrime?
No lo había oído, pero el fenómeno está, si bien me parece más un tema de
mercado editorial: la irrupción, más que de las mujeres en general, de autoras
del género nórdicas, sin discernir mucho la calidad, por cierto”, lanza Anna
Maria Villalonga, profesora especialista del teatro del XVIII en la Universidad
de Barcelona pero también estudiosa de la novela negra, con blog (A l’ombra del
crim) y coordinadora (y autora) de los 13 relatos escritos por mujeres que
conforman Elles també maten (Llibres del delicte) que acaba de aparecer. “Esa
presencia ha ido a más: tras las damas británicas del crimen tipo Ruth Rendell
y P.D. James, que empezaron a incorporar un poco más de sexo y traumas
personales a rebufo de Freud tras la Segunda Guerra Mundial, en los 80 llegan
ya autoras como Sue Grafton y Sara Paretsky, que convierten a mujeres en
detectives protagonistas”, fija cronológicamente Paco Camarasa, librero de
referencia con su tienda Negra y Criminal y comisario del encuentroBCNegra que
acaba de arrancar en Barcelona con presencia de un sinfín de mujeres: Sophie
Hannah (con la novedad La cuna vacía, en Duomo), Ben Pastor (Cielo de plomo, en
Alianza), Dolores Redondo(Legado en los huesos, en Destino / Columna), Teresa
Solana (La casa de les papallones, en RBA-La Magrana), Alicia Giménez Bartlett,
la propia Villalonga…
En
BCNegra estarán presentes escritoras como Sophie Hannah, Ben Pastor, Dolores
Redondo, Teresa Solana y Anna María Villalonga…
Por
ese mapa mental tan claro, Camarasa es el primero en asegurar que las mujeres
investigan –y matan— distinto que los hombres, como mínimo en la ficción. “En
las obras de mujeres hay muchísima menos sangre y entrañas en el crimen en sí
y, en cambio, sus detectives están más atentos a los detalles de la
cotidianeidad”, apunta el comisario literario. “Usan más la mirada que las
armas y los crímenes no son tan sanguinarios, a excepción de los casos que ve
la comisaria foral Amaia Salazar de Redondo, pero que se dan en un contexto
rural, donde el crimen es más salvaje al ser pueblos, ollas a presión social”.
“En
la literatura negra de mujeres hay crímenes de todo tipo, como los casos con
que topa la forense Scarpetta de Patricia Cornwell o en los de Sue Grafton,
pero en general a las mujeres les interesa más el mecanismo que lleva a alguien
a matar o a ser las víctimas, saber el por qué se produce esa violencia y no
tanto el detalle de cómo; se busca más el factor psicológico y humano y la
reina de eso es Patricia Highsmith, con sus novelas de atmósfera y personajes
tan retorcidos como Ripley”, opina Villalonga. En consecuencia, cree que, amén
de que “las detectives son extremadamente más observadoras, ahí está la
Cornelia Weber-Tejedor de Rosa Ribas,”, la gran diferencia entre sexos está “en
el móvil del crimen: o matan para defenderse ellas mismas o a su familia o por
venganza por sufrimientos anteriores: una violación, malos tratos de
infancia…”.
A
las mujeres les interesa más el mecanismo que lleva a alguien a matar o a ser
las víctimas, saber el por qué se produce esa violencia y no tanto el detalle
de cómo; se busca más el factor psicológico y humano
“A
los hombres les subyuga la violencia; no es que las mujeres sean menos crueles
pero sin duda son menos brutas y sanguinarias, su mal es más sutil; las
motivaciones, para las mujeres negrocriminales, son cruciales; ahí está
Rendell: el 80% es puro análisis psicológico”, ejemplifica Giménez Bartlett,
que con su policía Petra Delicado fue en 1996 de las pioneras en España y en
Europa en dar protagonismo a una mujer. “Hasta entonces solían ser ayudantes de
fiscal, o forenses, a lo sumo; había poquísimas mujeres policía en la vida real
en España; pero mi opción fue estilística: me pareció más verosímil que fuera
un relato en primera persona y eso me llevó a una mujer”.
Petra
es una rara avis porque suele beber y “pega algún que otro mamporro”, dice su
madre. “Es anómalo porque las mujeres detectives no tienen esa carga
alcohólica, fumadora y de autodestrucción que tienen los hombres”, apunta
Camarasa. “Siempre me han recriminado que Petra tenga esos vicios masculinos;
el problema es que las feministas toman estos personajes como verdaderos
prototipos idealizados de mujer”, dice Giménez Bartlett. Las cosas van
cambiando, lentamente: Amaia, la inspectora de Redondo, se lía a puñetazos con
uno de sus policías y consigue que la admire y obedezca. La Norma Forrester, de
Solana, fue expedientada por atizarle a fondo a un detenido, eso sí, pedófilo.
Para
Villalonga, tiene lógica y un punto de modernidad esa ausencia de clichés: “Los
arquetipos de los detectives de Hammet o Chandler se van rompiendo porque el
protagonismo ha pasado hoy, en aras de la verosimilitud, del detective clásico
de agencia a los cuerpos de seguridad y es poco creíble que sean borrachos
perdidos o drogadictos; ahora bien, códigos y convenciones se pueden romper
hasta cierto punto porque el lector espera unos mínimos del género”.
Los
arquetipos de los detectives de Hammet o Chandler se van rompiendo porque el
protagonismo ha pasado hoy, en aras de la verosimilitud, del detective clásico
de agencia a los cuerpos de seguridad
Solana,
de las autoras del género más consolidadas en Cataluña y la primera española
nominada a los premios Edgar Allan Poe de relatos policiales en EE UU, tiene en
su Norma Forrester las rupturas justas: “No está divorciada pero tiene un
amante y su familia no es muy clásica: su hija ha sido concebida con su cuñado;
es nieta de brigadista inglés que participó en la guerra civil española,
antropóloga…”. Tendría, pues, alguna de las señas de identidad de las últimas
tendencias de femicrime: la singularidad del personaje. “A veces viene dado por
su origen étnico o por su comportamiento sexual, pero ahora la último es que
sean cada vez más especiales”, fija Camarasa.
Lo
excesivamente exótico en las trayectorias de los personajes femeninos tiene,
para Solana, un peligro, que cree haber detectado ya en televisión. “En series
como Homeland o Bones se fuerza el carácter psicopático de las protagonistas,
hay un exceso de paranoias que me preocupa que puedan llegar al género negro
literario”. Una excepción de libro es la ya mítica Lisbeth Salander creada por
Stieg Larsson. El elogio y el beneficio de su existencia para el género es
unánime: “Siendo una víctima se niega a serlo y acaba manejando su propia
vida”, piensa Solana. “Es fuerte y con agallas y joven, por lo que influirá en
que se creen chicas detectives menores de 40 años, así renovaremos el negro
femenino, ahora algo vetusto”, ataca Giménez Bartlett. “Su potentísima dualidad
de violencia extrema y víctima total ha hecho un favor al género”, cree
Villalonga.
“No
sé si la Salander generará tanto clones detectivescos pero sí que dará pie a la
proliferación de hackers y programadores informáticos”, piensa Camarasa. De esa
pericia tecnológica ya se beneficia María Ruiz, la comisaria de Berna González
Harbour, que estrena segunda aventura: Margen de error (RBA)."Para María,
tener cobertura y batería es más importante casi que acertar con la bala",
expone su creadora. La presencia tecnológica es consecuencia del discurso que
ha llevado en buena parte a la periodista González Harbour al género. "Esa
tecnología es el universo actual, Holmes hoy probablemente sería hacker... Esa
literatura debe reflejar la nueva situación social, por eso me puse a escribir
novela negra: porque la que leía no era mi mundo, me harté de hombres misóginos
o solitarios que babeaban ante mujeres sinuosas de pechos abultados", resume.
Por ello, los crímenes que aborda son "más de tipo social, de nuestro
alrededor inmediato, intento recoger lo social y denunciarlo de algún modo; por
algo el género es justiciero", dice en una muestra más de la empatía con
otras vidas que se deja entrever en las autoras del femicrime.
"Quiero
pensar que es un bello signo de normalización: creen que esos personajes
femeninos les pueden dar más matices literarios", asegura la estudiosa
Anna Maria Villalonga
El
librero y experto Camarasa está preocupado, a pesar de la eclosión, por la aún
escasez de autoras del género en todo el arco mediterráneo. “En Grecia, ni hay
casi; en Italia, unas pocas, y aquí algo más, que comparadas con la Francia que
lideraFred Vargas, por ejemplo, o las nórdicas, es irrisorio”. ¿Alguna pista?
“Quizá influya el tema de la religión católica”. Villalonga apuesta por lo
histórico –“hay menos tradición literaria porque son áreas con inestable
tradición democrática: con dictaduras hay poco género negro y menos descansando
en las fuerzas policiales, identificadas con la represión, como también ocurre
en Sudamérica; aquí la cosa estalló tras la Transición”—y Giménez Bartlett, por
lo cultural: “Durante años no se tradujo novela negra y han faltado referentes
para crear tradición: P.D. James tardó siglos en llegar aquí”. La británica
Kate Atkinson, toda una revelación, da pasos de gigante en comparación con sus
ilustres colegas predecesoras como James o Rendell.
En
paradójico contraste, pocos países occidentales tienen tantos escritores con
detectives femeninas protagonistas. Carlos Quílez creó aPatricia Bucana; José
María Guelbenzu, a Mariana de Marco; Juan Bolea, a Martina de Santo… “Quiero
pensar que es un bello signo de normalización: creen que esos personajes
femeninos les pueden dar más matices literarios”, opina Villalonga, que detecta
un curioso matiz cuando uno se fija en autores nórdicos que manejan mujeres:
“Ellas suelen formar parte de un equipo, como hace Arnaldur Indridason; o el
mismo Henning Mankell, donde una es incluso la jefe del grupo”. "María
avanza en equipo y delegando; no se me ocurre de otra manera", sostiene
González Harbour sobre su comisaria. Sin querer dar nombres, Giménez Bartlett
cree que “la mayoría de las mujeres protagonistas, especialmente las españolas,
son vampiresas o inteligentísimas, totalmente arquetípicas. ¿Una mujer policía
ha de ser siempre fuerte y bella?”.
Cuando
el policía que escriben las mujeres es barón, hay unanimidad: “Suele ser menos
violentos, de modos menos agresivos; ahí está Adam Dalgliesh, el protagonista a
menudo de P.D. James, o el Brunetti de Donna Leon”, dice la creadora de Petra
Delicado. Pero sólo hay una característica planetaria común, dice Villalonga:
“Me fijé en los nórdicos, donde hay mucho maltrato a pesar de ser sociedades
supuestamente modélicas: sean hombres o mujeres los autores o los
protagonistas, las mujeres -y los niños de rebote- son siempre aún las grandes
víctimas”. Un caso todavía abierto.
Ilustración
de Fernando Vicente, Foto de Caarles Geli, periodista
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/01/30/actualidad/1391112276_886956.html
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