EL GALLO, EL ÁGUILA Y EL URANIO
LUIS RIVERO
AFONSO
La
intervención militar francesa en el Sahel y en la República Centroafricana ha
pasado de puntillas ante los medios, para los cuales parecen despertar más
interés y morbo los líos de faldas del presidente francés. Aunque el pretexto
argüido es siempre el drama de las catástrofes humanitarias, como telón de
fondo -como en todas las guerras- se esconden espurios intereses económicos.
El
vasto territorio subsahariano se conforma como un rompecabezas incomprensible.
En él se entremezclan una amalgama de intereses económicos, conflicto
interétnicos, castas tribales que se alternan en el poder al servicios de
viejas y nuevas potencias coloniales o luchas abiertas por el control de los
recursos naturales. África es un continente paradójico: concentra las mayores
riquezas del planeta a la vez que suma los índices más crueles de pobreza.
La
acción militar gala ha contado con el visto bueno del Consejo de Seguridad de
la ONU, y hasta los EE UU han ofrecido apoyo militar, después de la
intervención francesa. La ONU habla de una posible nueva catástrofe humanitaria.
El Departamento de Estado norteamericano, por su parte, se refiere a una
situación de "precatástrofe" humanitaria (un nuevo concepto sellado
por Washington para los manuales de Derecho Internacional que habrá que sumar
al de "guerra preventiva").
Sin
embargo, hay quienes piensan que Francia no está tan interesada en proteger a
la población de sus excolonias como en la salvaguarda de sus propios intereses
geoestratégicos y económicos. Los recientes acontecimientos han sacado a
relucir las añejas aspiraciones coloniales de Francia, y la ambición del país
galo de convertirse en águila imperial.
Níger
es el cuarto productor mundial de uranio. Sus yacimientos están situados a
apenas trescientos kilómetros de la difusa frontera con Malí. El uranio
nigeriano viene siendo explotado por la sociedad pública francesa Areva. De
estos yacimientos se extrae en torno al 30% del combustible para las centrales
nucleares francesas, que producen el 75% de la energía eléctrica de este país.
Las minas de uranio en Níger están demasiado cerca de las fronteras con Malí.
Era palpable la preocupación francesa por la amenaza yihadista en Malí, a lo
que había que añadir otro factor de inestabilidad que podía amenazar sus
intereses: la insurrección tuareg. Y esta parece ser la razón de fondo por la
que Francia envió sus tropas a Malí en 2013, y después a Níger, donde
terminaron haciendo guardia en sus instalaciones mineras.
La
República Centroafricana es rica en yacimientos de oro, diamantes, uranio y
petróleo, y productora de madera. Un bocado apetecible para cualquier potencia
neocolonial que no se plantee demasiados problemas de conciencia. Y ya se sabe
que a nadie le amarga un dulce...
Además,
da la casualidad, que los yacimientos de uranio en Bakouma (República
Centroafricana) están explotados por la empresa canadiense UraMin que en 2007
pasó a ser propiedad de la sociedad francesa Areva.
Areva
"pagó a precio de oro" (Paris Match 23.04.2011) en 2011 las
concesiones mineras en diversos países africanos, y se ha convertido en el
primer productor mundial de uranio. Explota directamente o por sociedades
filiales, yacimientos de este mineral en Namibia, Sudáfrica, República
Centroafricana y Níger.
Para
Abayomi Azikiwe (editor del portal Pan-African News Wire), la operación del ejército
francés en República Centroafricana es simple y llanamente parte de "una
rivalidad interimperialista entre Francia y Estados Unidos en busca de control
sobre el África poscolonial".
El
gallo parece reivindicar su "rapacidad" y no quiere quedarse por
detrás del águila americana en el nuevo reparto de África. En eso, el
presidente francés está demostrando ser un gallo quíquere, de los de pelea. Y
es que a monsieur Hollande, el cuerpo le pide guerra. Así lo demostró
compulsivamente en su posición beligerante a favor de la inmediata intervención
en Siria. Hollande vive las horas más bajas de su popularidad con una
desocupación en el país de casi un 11%. En este contexto hay que inserir su
última cruzada en la República Centroafricana.
Un
antiguo refrán africano dice que cuando dos elefantes se pelean, la hierba es
la que sufre las consecuencias. Esquilmar las recursos naturales ha sido una de
las propensiones del colonialismo y de su versión soft que es el
neocolonialismo. El riesgo entre tanto descalabro es que el gallo, en vez de en
una rapaz, acabe convirtiéndose en un carroñero. Como mismo ocurre con los
cuervos que, aunque no siempre lo sean por naturaleza, las circunstancia hacen
que terminen devorando la carroña que se acumula en las carreteras. O puede que
el gallo sufra un extraño transformismo -et voilà!- acabe por convertirse en
gallina y a falta de capacidad volátil, tenga que salir por patas...
Malheureusement.
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