LOS BUENOS GESTORES
Jorge Gil / Europa Press / ContactoPhoto
Cuando las cosas marchan bien, la gestión es impecable: se ha ahorrado una cantidad ingente de dinero, miles, millones de euros. Y cuando las cosas van mal, se trata de un desastre natural
La
etimología de las palabras es importante. Los orígenes encierran significados
que el uso desvirtúa y hace olvidar. La política se vincula con la polis,
la ciudad, y tiene que ver con administrar un espacio común, gestionar recursos
y atender a las necesidades de las personas. Podríamos, incluso, tratar de
vincular la política con la ética, y tal vez tendría sentido si no fuera un
asunto tan trillado, pues aparentemente todas las formaciones tienen un manual
de prácticas éticas. Y, sin embargo, pasa lo que pasa.
En el mundo moderno, hay un conflicto entre las necesidades de las personas y el dinero. Existe un balance necesario entre ingresos y gastos. Ante la frialdad de un presupuesto, en el que se anotan cantidades que suman y restan cifras para arrojar un resultado final, no hay lugar para la empatía o las necesidades. Se trata de una batalla perdida, puesto que, a pesar de los eufemismos, una inversión no deja de ser un gasto, que no siempre retorna un beneficio inmediato o palpable. Y los diferentes gobiernos tienen que conseguir obtener resultados positivos. Al precio que sea. Y así pasa.