sábado, 18 de diciembre de 2021

PENSANDO EN TÍ

 

PENSANDO EN TÍ

POR MAITÉ CAMPILLO

Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja con un aullido interminable, interminable. Te sentirás acorralada te sentirás perdida y sola tal vez querrás no haber nacido, no haber nacido. Un hombre solo una mujer así tomados de uno en uno son como polvo, no son nada, que no son nada (Palabras para Julia -para ti Vero- de José Agustín Goytisolo)

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

 

Todos esperan que resistas, que les ayude tu alegría que les ayude tu interpretación entre canciones, y sin embargo, te ha tocado a ti morir de esa manera como una mujer más, sola, como una actriz más, sola, como una más, y pese a ello, jamás la historia cinematográfica podrá borrar tu nombre de su estela, la de una buena actriz que apenitas se reclama pese a que tus ojos aún brillaban contagiando su chispa, fuera ya de un panorama bastante mediocre del cine y teatro que predomina, donde pareciera, que se filtra brotando una luz aún tenue pero limpia y clara, que espero con ansia de verla triunfar, sin que llegue a contaminarse de lo “profesionalidad” de lo impersonal como dirección e interpretación donde el espectador arraigado más allá de lo meramente mediático, no se encuentra jamás. Una luz de conocimientos profunda que empieza a crear escuela, un rayo avivando la esperanza de recuperar lo perdido en dirección e interpretación, una historia de fuego y sacrificio que llega de Galiza, revirtiendo en nuestros días, como aullido interminable. Verónica Forqué era una de esas actrices peculiares llena de vida alegre y risueña que llega a conseguir personalidad propia interpretativa <<He sido muy aventurera y osada. Sabía lo que quería>>. Pero que en los últimos años, últimos meses y días de su vida siente fulminada, la sensibilidad vibrante y visceral que la caracterizaba; la opresión la acorrala superándola la depresión, que olvida unir a su despertar, aún con vida, las palabras del poeta: Nunca te entregues ni te apartes junto al camino nunca digas no puedo más aquí me quedo, y aquí me quedo. La vida es bella ya verás como a pesar de los pesares tendrás amigos tendrás amor, tendrás amigos… Se consideró a sí misma visceralmente roja y republicana, y ayudó, cuanto pudo en lo personal. Una actriz, una mujer, una luchadora impregnada de amor y sensibilidad, decidida y talentosa, impuso su voz inconfundible consiguiendo varios premios de interpretación ajustando a medida, su personalidad, sin dejar de ser ella. Posee a su favor el récord de premios Goya, cuatro, que logra con solo cinco nominaciones. Hija del productor y director José María Forqué, estudia Arte Dramático y Psicología (carrera que no llega a acabar) a favor del cine donde empieza a trabajar en 1972, rodando bajo la dirección de su padre y de Carlos Saura beneficiando tanto su peculiaridad como talento una no despreciable generación de directores. Bajo la dirección de Fernando Trueba trabajó en El año de las luces (su primer Goya en 1987); con Fernando Colomo ganó por La vida alegre (su segundo Goya) y ese mismo año 1988 (gana su tercer Goya) por Moros y cristianos de Luis García Berlanga; con Kika, en 1994, de Pedro Almodóvar (suma su cuarto Goya). Ninguno de ellos los fue a recoger, en las cuatro ocasiones, se encontraba trabajando. Importante es resaltar que fue la primera actriz en ganar dos Goya en la misma ceremonia (no ocurriría hasta veintinueve años después cuando la actriz, Emma Suárez en 2017, gana dos Goya en el mismo año). Como actriz de doblaje, fue la encargada de poner la voz en castellano de Shelley Duvall en El resplandor. En teatro destaca en la primera representación de José Sanchis Sinisterra en 1986 con la obra ¡Ay, Carmela!. Otras obras importantes: ¡Sublime decisión!, en 1984; Bajarse al moro en 1985 (formando parte de la versión cinematográfica) de Fernando Colomo, además de Doña Rosita la soltera en 2004 y La abeja reina en 2009, en largo etcétera.

 

La causa de desesperanza en sus últimos 66 años en que por edad todas las puertas se van cerrando, dándote largas encajonando sobre la derrota, y tu ya empiezas a no ser la misma, ni ver las cosas del mismo modo y manera que la sociedad impone sobre tu propia inquietud que aún aletea vitalidad de optimismo, que agarrarse a la vida, aún desea. Pero la impotencia te va sumiendo y limando, te sientes humillada y escupes la rabia, públicamente, sola, sin que nadie te acompañe y sin darte ya ni siquiera cuenta, en tu desespero, que esa sana naturalidad inocente alimenta a los ignorantes. Rodeándote en la espera, lucrativa, descomponiendo tu propia imagen como se impone una casa vacía, que se te viene encima aplastando voluntaria su soledad injusta; en que se debate tu propia lucha, e incomprensión, de no haber merecido esto en la vida. Que ya se filtra injusta en ella irrespetuosa y desquiciante, y dejas de sentirte vinculada, y ya nada te alimenta, imponiéndote lo falso por verdadero y tu, te das cuenta, porque sigues siendo inteligente pese a todo el trajín desesperante de tu angustia. Sabes lo que quieres, y aún razonas, sientes, padeces y sufres en ti misma, una sociedad, donde los “amigos” que como tal se imponen se esfuman en mil avenidas por donde tu no cruzas. Decenas de los seres que has conocido incluida la propia familia no forman ya parte de tu vida cotidiana, de esa vida, que te va empujando hacia el cruel desenlace de forma desbocada, descabellada, la única que te queda, lejos ya de la actriz de los cuatro Goya y de la mujer entera que contagiara sobre un mar abierto como un espejo de sonrisas y lágrimas. Una vida, ya sólo una vida de las mil vividas, te desequilibra como lección incontrolable pues como dijo el poeta, un hombre solo una mujer así tomados de uno en uno son como polvo, no son nada, que no son nada. Y sientes en lo más profundo y doloroso silenciosa la ausencia, de que ya no te quedan apenas fuerzas ni gente a tu alrededor, para ver los síntomas que comunicas entre gestos, ojos que no descansan y cuerpo dolorido en el sueño gritando escucha y un poco de amor. Pero tu respiración se bloquea y llueve la angustia que posiblemente nadie ve, y poder ayudarte, a recuperar tu chispeante mirada y sonrisa como flor de escena y remolino de reflejos sembrados de todo lo que fuiste, permitiendo asomar de ti, lo que nunca fuiste; ya víctima de un sistema que mina a cuchilladas de enloquecimiento dolor.

 

Ya nadie tiene tiempo para entretenerse, en perder tiempo, y escucharte, y observar tu delirio humano, retenerlo, alarmarse; y la soledad avanza la forma en ti misma haciéndote actuar como una zombi y estallas, y la ira zumba, como una explosión de auxilio que llevas dentro de una bola de fuego; y se ríe la ignorancia demente y dañina mientras tu sufres, y desesperas, y te sientes desnaturalizada, pero ya no puedes mirar atrás y el aullido se dispara una vez más; y se siguen riendo, y los más “cariñosos” se persignan como diciendo, está loca, la actriz de los cuatro Goya, está loca; y siguen riendo cada vez más sonora la carcajada como un monstruo retorciéndote, porque la carnaza no siente pudor, no tiene vergüenza, desconoce la dignidad, el respeto, y, cree en la “libertad” de sentirse libre, y, cree poder reírse de lo que le de la gana, y, eso le hace sentirse importante hasta creerse más cuerdo, o inteligente; y se burla y camufla entre fogones de las casas vacías de mente, porque precisamente, es eso, lo que le corona rey tuerto rodeado de ciegos ignorantes ante el plató, que el fascismo alimenta. Están los que tan “peculiar”, te han visto, que hasta pueda que siempre te hayan sentido excéntrica, ajena a los cuatro goyas; y engrosando la cola de los ciegos, ríen y carcajean por igual observándote frente a los “fogones”, alucinados entre sus propias heces, de la mierda que alimenta como educación en pantalla de globalización (contra lo verdaderamente culto que aún en ti aletea), y ni el gobierno, pues no son sus intereses interferir contra lo que adultera y despersonaliza, desfigurando la rapiña, a través de la rata humana devorando la sensibilidad y todo gesto natural de inocencia bajo la espada de Damocles.

 

Las prisas apremian los aplausos donde aplaudir ni se debiera y el tiempo es oro, se comercializa inalcanzable cuando más lo necesitas, muy pocos están dispuest@s a compartirlo. Los hay que cotizan su presencia prefiriendo verte ahogada en el vértigo de una sociedad insaciable que perder su tiempo oro. Justificándose de mil muecas y maneras imponen y desarrollan una sociedad insostenible. Hay momentos en que da la sensación que todo el mundo desaparece de la escena de la vida de los “locos”, hasta para algo tan digno y sencillo como el reconocerte y ni siquiera lo había contemplado, ni siquiera, para entregarte el último personaje Goya, de tu vida, en vida, de tu asumir la interpretación por esa fuerza y disposición en como has llevado “sus papeles y enseñanzas” (y ya en este caso sin personaje) aplicado a tu propio drama dejándote cavar tu propia tumba La soledad. Un complejo papel presto a vencer su propia intérprete, pero también capaz de hacerte fuerte, más fuerte, frente al trauma humano que te está devorando interiormente con un exterior que lo evidencia pidiendo auxilio a voces, y simplemente un abrazo, en orden de reparto, un guiño, una sonrisa profunda florida de ternura sería hito en el largometraje de tu vida en la tierra de los “vencidos”; para mejor hacer historia y justicia, contra este sistema de “hércules”, que desnaturaliza ridiculizando la sensibilidad que triunfó en tus cuatro goyas. Esa ternura tuya, poco entendida a veces, en una sociedad que aliena en lo más profundo, ese Ser tuyo y entereza sobre los escenarios, donde hallaste tu fortaleza inquebrantable, como leona en la selva tan ajena y antagónica a la fiera humana globalizada. Una mano tendida, sólo una mano; integrando, alumbrando respeto a tu aliento entre nosotr@s, oxigenando pesadillas, devolviendo tu empatía frente a la acomplejada sociedad en pantalla de fieras, que sólo verse quiere reflejar su ombligo estéril, imponiéndose, a los que como tu nunca te sentiste más importante que nadie y menos imprescindible; eso se lo dejas a los buitres y sus aves exclusivas. Un beso, sólo un beso, sin camuflaje; ni aburrido ni falso ni grosero ni cumplidor de órdenes ni castrando ni castrense. Sólo un beso y un abrazo sincero; ajeno a la hipocresía mediática oliendo a carne podrida. Un beso estrechando los cuerpos; para poder llegar a compartir lo presente y pasado. No hay otra vía para evidenciar la complicidad, entre hombres y mujeres, que han pasado por lo mismo vivido a golpe de esfuerzo y sacrificio, uno sólo unido a la mirada de futuro humano sería suficiente entre seres que se quieren, o simplemente respetan, y no sería poco, para florecer la vía del camino, que forzosamente conduce a lo esperado por desesperado vértigo; que la mísera vida, de este sistema, exige a “sus discípulos”. Uno sólo es importante tanto como el abrazo; cuando la vida no está en nuestras manos ni siquiera el reflejo de cuando luchando era nuestra, y no, del que nos sepulta en vivo.

 

No es complejo, ni es perder el tiempo, un beso, ni la unión de manos y puños para un mejor adiós y recuerdo reconfortando la ilusión por los que aún siguen luchando y entregando a voluntad propia todo su esplendor (cosa ya nada natural lo voluntario sin ánimo hipotecario), por el que no todo está perdido y menos las ganas de vivir, las ganas de seguir brindando la sonrisa a otra sociedad posible, en remolino de viento por el canto de los pájaros, entre cientos de mariposas y un millón de besos, rondando sueños, en bostezo de un nuevo día esperándote, desperezándote, acariciándote y colmando tu ansiedad, compañera de vida, compañera de escena, compañera de ese día posible, donde la justicia popular aletee junto a tu corazón herido sobre la ceguera que imponer ciegos en escena es su meta, contra la vidente ciencia entre las artes, contra la sumisión e incomunicación, o comunicación, borreguil resaltando falso el brillo, castrando a la marginación dentro y fuera del hogar y de la propia comunidad donde vives, barrio donde las auténticas Asociaciones de Vecinos han desaparecido y siempre sirvieron de encuentro y cultura propia a todas las generaciones, frente a las instituciones gubernamentales donde no eres nadie, aplicables a un tipo de sociedad que el propio sistema capitalista desarrolla, donde el individualismo, se impone, como sistema férreo sobre el reto del “útil” para la mierda de sociedad y de cultura que nos someten. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti, pensando en ti, como ahora pienso.

 

PD.

 

Antoñita Colomé vivía en un “pisito” del barrio de Triana con la única compañía de una gata <<más vieja que yo>>, decía ella, a los 82 años, cuando ya el cine tiempo que la tenía en el olvido. La hicieron una entrevista, donde volvió a derrochar, el talento que había hecho de ella una estrella popular en los años de la II República: vivaracha, espontánea, flaquilla, alegre, graciosamente ladina… y bastante pobre (así la describió en humano lenguaje el periodista Diego Galán): Había comprado un queso de bola, un pan y una botella de vino para celebrar nuestra visita, y consumimos las viandas con el placer añadido de encontrarnos con alguien sin pelos en la lengua <<Yo no soy como esas modernas de ahora que dicen que siempre fueron… ¿cómo es la palabra? ¡Ah, sí, ‘demócratas’. Yo soy izquierdosa desde hace una hartá de tiempo>>. Y lo justificaba con que su sangre contenía 500 glóbulos rojos más “de los que se tienen que tener. ¿Cuántos son los hay que tener? ¿Cinco mil? ¡Pues yo tengo cinco mil quinientos!”. Se animaba recordando que junto a “otros amigotes” (Edgar Neville, entre ellos, con quien interpretó El malvado Carabel y La señorita de Trévelez), “íbamos a defender siempre al que lucha, porque el que tiene mucho no necesita que nadie lo defienda, que se ponen tontos de tanto como tienen” (Muere a los 93 años, sola y, muy pobre). Lola Gaos, una de las mejores actrices y más comprometidas en las luchas, murió con penurias económicas, en 1993, a los 71 años; llevaba años condenada al ostracismo, vamos, que nadie la llamaba para nada.

 

Declaró en RTVE en ‘Queridos cómicos’ <<Al actor no se le da la categoría de trabajador, no sé por qué (…). Cuando voy a trabajar voy contratada con un salario que será más grande, o menos grande, pero exactamente igual que el señor que me arregla el televisor. Entonces, ¿por qué nos llaman artistas y nos niegan la categoría de trabajadores?>>. Gracita Morales, una actriz totalmente relegada durante el franquismo a hacer papales de “chacha bobalicona”. Nadie la llamó para otros papeles, ¿por qué, acaso en verdad la creían “boba”, que actuaba a lo sonso, que ni fu ni fa; lejos de la verdad… o quizá fuera maquiavelista, sonso, a lo ton y a lo son el director de turno pantomima del régimen? Murió en 1995, a los 66 años; llevaba décadas -según su sobrina, sola, abandonada, drogada de medicamentos arrastrando una profunda depresión. Pedro Garfías, uno de los mejores poetas de la generación del 27, compositor del poema “’Asturias’ si yo pudiera”, un vanguardista en su época muere en México, en el exilio, sin nada, más que sus poemas que tenía que recitar en las calles a cambio de limosna, solo, olvidado. María Asquerino una gran actriz de cine y teatro murió en 2013, sola, a los 85 años; absolutamente nadie reclamó su cuerpo. Asquerino no tenía recursos económicos para seguir viviendo, sino el sobrevivir paso a paso al dramático desenlace. Desgraciadamente tampoco obtuvo (como Lola Gaos) Goya a su mejor y verídica interpretación individual de su propia vida; pasó sus últimos días en una residencia pública mediocre de las tantas que abundan. Sólo la justicia popular acabará con su historia dilatada secuestrando vida como la de Verónica Forqué de estos días ajenos a la bandeja de los bufones de los encendidos de la navidad: VERGÜENZA.

 

Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)

 

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