"YA NOS DEJARON EL MUERTO" (ARTÍCULO
DE JOSÉ MANUEL VARGAS)
JOSÉ MANUEL VARGAS
NOTA PREVIA de Víctor Ramírez: buscando en el
libretón donde yo pegaba yo artículos míos y dedicados a mí, además de
entrevistas periodísticas que me hicieron o algunas reseñas o noticias sobre
alguno de mis libros, encontré este trabajo del joven José Manuel Vargas. Lo
publicó en LA TRIBUNA, donde él trabajaba por ese tiempo -cuando yo colaboraba
con artículo semanal los lunes.
No miento si te digo que me sorprendió mucho, emocionándome
incluso por lo que ese escrito traslucía del impacto emocional que le hubiera
causado mi novelita NOS DEJARON EL MUERTO y por cuanto le dolía indefensamente
ese vil espectáculo capitalista mediático en que se convertía la llamada Guerra
de la ExYugoslavia -como ahora se convierten la muerte de Arafat y la llamada
Guerra de Irak y la llamada revuelta de Costa de Marfil y...
Yo apenas sí conocía a José Manuel Vargas, pariente.
Acaso no hablara con él en más de cinco ocasiones, y por poco tiempo. Ni
recuerdo bien si llegó a entrevistarme para Televisión Española, cuando
trabajaba él en ella. Tampco estuve, por supuesto, en su casa. Lo cierto es
que, al poco de leer sorpresivamente este trabajo que le reproduzco ahora
(sorpresivamente porque me lo tropecé, sin saber que lo había escrito, ojeando
el periódico), el joven José Manuel se suicidó.
* * * * * * *
YA NOS DEJARON EL MUERTO
Por José Manuel Vargas
Querido Víctor Ramírez. Dos puntos.
Acaban de dejarme el Muerto en
la principal habitación de la casa. Ésa que tú conoces y que está presidida por
un enorme televisor. Allí donde una vez almorzamos queso blanco fresco,
entretanto quedamos callados mientras se hacía el potaje de berros; recuerda:
aquella sala desde la que nos asomábamos por el ventanal a la terraza para
escupir con gusto -compitiendo como chiquillos- las pipas de las aceitunas
contra la acera de enfrente. Ahora, con el Muerto en el salón, ya no tengo
tantas ganas de escupir: al menos, como antes.
¿Sabes una cosa, querido Víctor? El Muerto este que me han dejado ya
no tiene color. No está blanco de orfandad vivida ni renegrido por el tiempo.
Está muerto y ya está. Tiene un nombre raro porque se lo pusieron allá lejos en
los Balcanes, donde los nombres desconocen las sintaxis correctas y las gentes
se apellidan con el transcurso de una serie de sílabas inconexas, que hacen
plegarse a las más lindas vocales:
Midjatovic, Djicov, Mivlosevic, Ovosocov, Cicovic, Slodoban, Karaczick. ¡Cuánta
inconsistencia para tanta realidad!
Como te decía al principio, amigo Víctor, acaban de dejarme el Muerto.
¿O debería de decir "al" Muerto? Como desconozco su nombre, lo
apelaré de manera impersonal. Al fin y al cabo, un muerto es un muerto. Esto lo
he aprendido muy bien en estos últimos días. Porque aunque a mí me han dejado
solo uno, son centenares los que realmente caen sobre mi salón desde hace
algunos días, justo cuando comenzó a sonar el teléfono rojo desde Belgrado.
¡Imagínate la escena!: prendo el televisor y saltan los cadáveres
sobre la mesa negra de mi habitación. Menos mal que lo hago salvaguardando mi
higiene, previsoramente, y siempre estoy atento para cambiar de canal en el
momento más oportuno. Me imagino la cara de mi compañera si llega de trabajar y
se encuentra la estancia manchada y sucia de sangre.
Es que se trata de que es la guerra, mi querido amigo Víctor. Una
guerra que, como siempre, mata; pero ha sido declarada para salvar vidas. ¡Vete
a saber tú el por qué de tantas incongruencias! Es como lo de la sintaxis que
te conté antes: no se las entiendes, pero están ahí. Ya ves, todo está como en
la vida misma, repitiéndose una y otra vez.
Por el barrio, querido Víctor, las cosas siguen igual. Esperancita la
Tetona sigue pidiendo favores; Lile Palangana y Rogelio Rapadura me defienden
todo lo que pueden; y la prima Benigna Lucía se solaza allí donde mejor le
parece. Pero lo que me preocupa es que nos han vuelto a dejar el Muerto. Lo veo
cada mañana, cuando me levanto y enciendo el televisor.
¡Ahí está! Acribillado ante los ojos de tantos y tantos niños.
Masacrado por una lucha de poder. Y sus lágrimas escriben el propio epitafio:
"He muerto por ser". Por mi parte, yo sigo con LO MÍO.
31-marzo-1999
No hay comentarios:
Publicar un comentario