martes, 16 de junio de 2020

EL LADO FEMENINO DE DIOS


EL LADO FEMENINO DE DIOS
ANA SHARIFE
Jesús tuvo un gran rival en su tiempo. Se llamaba Simón el Mago. Un gnóstico samaritano procedente de Gitta (Cisjordania) que viajó por todo el mundo antiguo –de Palestina y Siria, a Cesarea y Antioquía, de Egipto a Roma– promulgando actos mágicos y creando iglesias basadas en sus nuevas enseñanzas por cualquier lugar donde fuera, siempre junto a Helena, una prostituta a la que liberó en un burdel de Alejandría.

Sus doctrinas estaban centradas en la historia gnóstica de Sophia, una figura análoga al alma humana que era el lado femenino de Dios, la que estuvo aun antes del principio del mundo y la que une en armonía a quienes la buscan. Este mito explica que, en el principio de los tiempos, Dios tuvo su primer pensamiento llamado Sophia. Que la quiso crear por sí sola y, al intentarlo, creó a un dios incompleto que a su vez creó el mundo. Por su gran compasión, Sophia bajó al mundo a darle vida, pero quedó atrapada. Sophia se le perdería a Dios.


Gracias al esfuerzo ímprobo de aquellos primeros cristianos que escribieron contra él, se sabe que Simón hizo uso de la educación griega que recibió en su juventud y de sus supuestos poderes mágicos para formular su propio camino. También que fue deificado en Roma bajo el emperador Claudio (41-54 d. C.), quien le levantó una estatua en una isla del río Tíber con la inscripción “Simoni Deo Sancto”. Las maravillas que relatan estos duros adversarios nos hacen pensar que Simón no era temido, como quisieron señalar, sino admirado y colmado de honores allí por donde predicaba.

El fin de los tiempos era una época sobrecargada de tensión política y religiosa, en la que muchos declaraban tener poderes sobrenaturales como resucitar a los muertos

A este período extraño, de pura esquizofrenia, se lo conoce como el fin de los tiempos. La región estaba rodeada de pueblos paganos, dominada por Roma y amenazada por los partos de Mesopotamia. Era una época sobrecargada de tensión política y religiosa, en la que mucha gente declaraba tener poderes sobrenaturales como resucitar a los muertos y curar enfermedades, donde los fanáticos religiosos se multiplicaban, predicando la cólera y el juicio divino, los estafadores y locos se codeaban con los místicos más puros, y proliferaban los autoproclamados mesías que competían con el líder del cristianismo, entre ellos Dositeo, Menahem, o Teudas. Siendo Jesús el único que logró marcar el curso de la historia y fundar un culto universal.



Sin embargo, de todo lo que se cuenta de Simón el Mago, lo más interesante fue su gnosticismo, un conjunto de corrientes filosófico-religiosas que fueron pensamiento de prestigio entre los primeros intelectuales cristianos. Creían que la divinidad estaba en el interior (“el reino de los cielos está dentro de nosotros”, Lucas 17), y aportaron a la literatura la mayor parte de los evangelios apócrifos, la más hermosa. Aunque el gnosticismo sería declarado herético en el siglo II, gracias a dichos pasajes podemos disfrutar de la frescura e inocencia del cristianismo inicial, ajeno la represión a que sería sometido, más tarde por la jerarquía eclesiástica.

El mito de Sophia

Simón escribió su propia cosmología, elaboró uno de los primeros sistemas gnósticos, y de sus enseñanzas floreció la religión del simonianismo, en el siglo II, tras su muerte. Justino Mártir, uno de los primeros apologistas cristianos, y el obispo Ireneo, el más importante adversario del gnosticismo del siglo II (en sus Adversus Haereses) dan cuenta del mito femenino, cuando en el principio de los tiempos Dios tuvo su primer pensamiento llamado Sophia.

Al adentrarnos en la era cristiana se produce un cambio profundo. Sophia sufre una caída análoga a la devaluación de lo femenino en nuestro mundo. La mujer y la Diosa fueron perdiendo su autonomía e importancia prácticamente al mismo tiempo. Para los gnósticos, la pérdida de Sofía es la pérdida de todos los valores femeninos, representa la dominación del mundo por el principio masculino.

 Para los gnósticos, la pérdida de Sofía es la pérdida de todos los valores femeninos, representa la dominación del mundo por el principio masculino

“Ninguna formulación religiosa posterior ha sido tan inteligente y tranquilizadora como la Diosa; y ningún dios varón, por muy Dios Padre que se haya erigido, ha tenido ni tendrá jamás la capacidad de integración y de evocación mítica de la Diosa”, señala el investigador Pepe Rodríguez en Dios nació mujer (2000), “por eso, aun en religiones patriarcales, lo femenino ha perdurado agazapado bajo diversos personajes divinizados, como es el caso de la virgen católica”, un pálido reflejo de la antigua Sophia, oculta bajo varias capas, cuyos símbolos son los mismos que identificaron a la gran Diosa paleolítica y neolítica. “No en vano, Dios, su concepto, nació mujer”.

Las fuentes que dan fe de la vida de Simón son las habituales para el conocimiento de esta corriente de pensamiento: las patrísticas de Justino, Contra las Herejías de Ireneo, Hipólito de Roma, el gran maestro Clemente de Alejandría, Los Apócrifos de Pedro y Hechos de los Apóstoles. Si queremos saber sobre el Mago, no nos queda más remedio que recurrir a ellos, por dudosos y contradictorios que sean. Ya que, entre los siglos I al IV se estaban gestando unos textos que, fruto de muchos compromisos y negociaciones, formarían parte del Nuevo Testamento, en el año 367.

Simón el Mago podría haber sido un apodo de Pablo de Tarso que, rechazado por la Iglesia oficialista, cambió su nombre tras ser rehabilitado

Eruditos, desde el teólogo Ferdinand Christian Baur al pastor Hermann Detering, han concluido que Simón el Mago podría haber sido un apodo de Pablo de Tarso que, rechazado por la Iglesia oficialista cambió su nombre tras ser rehabilitado. Incluso la ortodoxia cristiana muestra al griego Marción de Sinope convertido al cristianismo como seguidor de Simón el Mago, cuando el propio Marción nunca lo menciona, identificándose a sí mismo como discípulo de Pablo.

La muerte de Simón el Mago es un misterio. Sólo hay leyendas escritas por sus enemigos, como que, en un intento de demostrar sus habilidades mágicas al emperador Nerón (54 - 68 d. C.), voló por los aires con ayuda de un conjuro, que fue roto por obra de San Pedro, causando su caída y su muerte. Cuando posiblemente la más creíble sea la menos fantástica, que murió de forma natural en algún lugar de Antioquía.

“Cualquiera que sea el fin real de Simón el Mago, no es en absoluto comparable a la muerte mediática que le hizo sufrir la Iglesia en sus primeros días”, señaló el investigador Christophe Bourseiller en su obra Los falsos mesías (1994). “De sus tesis, no nos quedan más que exposiciones hostiles. De este modo paga, desde hace dos mil años, su concepción herética del mundo, según la cual aquel que viene de Dios es Dios”. Una débil fe que sobrevive dos mil años después en algún lugar de Israel.

Del mismo modo que una Diosa única reinó hace 30.000 a.C. y hasta bien entrado el siglo III a.C., hoy ya no cabe este Dios masculino en una sociedad industrializada que aspira a la igualdad en su organización colectiva. Es posible que el lado femenino de Dios vuelva con los cambios en las relaciones socioeconómicas que dominan el mundo y, quizá, entonces, volvamos la vista hacia aquella Sophia que a Dios se le perdió y que no existe más que en nuestro interior, donde siempre debió estar “el reino de los cielos”.



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