lunes, 31 de julio de 2017

JERUSALÉN, LA CIUDAD SANTA CAUTIVA DE ISRAEL

JERUSALÉN, LA CIUDAD SANTA
CAUTIVA DE ISRAEL
POR JUAN DUFFLAR AMEL, 
Verdugo desde hace 70 años del pueblo palestino, el Estado sionista se ha convertido en un expansivo tumor maligno en el Oriente Medio, donde sus tropas usurpan, además, las alturas del Golán sirio y las denominadas Granjas de Sheeba, en el Líbano.

Desde su constitución en 1948 y mediante guerras de rapiña, limpieza étnica y crímenes  de lesa humanidad, Israel ha ocupado la mayor porción del territorio palestino y sus sagrados lugares como lo es la bíblica Jerusalén (Al Quds), la ciudad santa y centro de las tres grandes culturas cristiana, musulmana y judía.

La injusta Resolución 181 de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) de noviembre de 1947, dividió a Palestina en dos estados uno árabe, que no se ha concretado hasta el presente y uno judío, Israel, al que concedió el 46 % del histórico territorio palestino.

La Resolución estableció que la ciudad de Jerusalén permaneciera como un corpus separatum  bajo un régimen internacional especial y administrada por el Consejo Fiduciario de la ONU e incluía esa municipalidad y las ciudades y pueblos de su periferia, entre ellos Belén, considerada el sitio del nacimiento de Jesucristo, pero esas disposiciones tampoco fueron puestas en práctica.

La proclamación del Estado de Israel en mayo de1948, rechazado por la población palestina y los países árabes vecinos, originó la primera guerra árabe-israelí. La decisiva superioridad militar y organizativa de Tel Aviv fue el factor determinante de su victoria. En la contienda, los sionistas ocuparon la mayor parte del territorio de Palestina y Jerusalén quedó dividida. Tiempo después, en  diciembre de 1949 el Gobierno de Israel  incorporó ilegalmente a su territorio la parte de Jerusalén controlada anteriormente por Cisjordania.

El 5 de junio de 1967 se inició la denominada Guerra de los Seis Días con desastrosos resultados para los países árabes involucrados y especialmente para el pueblo palestino. Al final de este conflicto armado relámpago, Israel había ocupado la península egipcia del Sinai, las estratégicas Alturas del Golan, Gaza y Cisjordania, incluida la parte árabe u oriental de Jerusalén, ciudad que proclamo su capital histórica, única e indivisible.

Al igual que la Franja de Gaza y Cisjordania, Jerusalén oriental es  un permanente escenario de tensiones, agresiones, provocaciones  e ilegal expansión sionista, en la que han sido construidos cientos de asentamientos de colonos judíos, con el objetivo de judaizar su territorio.

En las últimas semanas la escalada de violencia del ejército israelí, que ha causado más de 20 muertos palestinos, tiene como centro la Explanada de las Mezquitas y en particular la de Al Aqsa en Jerusalén oriental.

El régimen de Tel Aviv ha prohibido el acceso de la población árabe musulmana al rezo en esta Mezquita —el tercer sitio más sagrado del Islam, después de la Meca y la ciudad de Medina—, y colocado detectores de metales en sus principales entradas, arbitrarias medidas rechazadas por los palestinos y causas de sangrientos enfrentamientos entre el ejército sionista y los airados manifestantes.

Los llamados de organizaciones internacionales al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para evitar nuevas acciones represivas por parte de Tel Aviv, no han surtido efecto, e Israel con el apoyo político, militar y económico de su fiel aliado el Gobierno de Estados Unidos continúa haciendo escarnio de las más de 40 resoluciones aprobadas por el organismo mundial en contra de la represión y colonización de los territorios ocupados en Palestina.

Ante la gravedad de los acontecimientos la Liga de Estados Árabes ha advertido a Israel que está jugando con fuego si persiste en cambiar el statu quo en la ciudad sagrada de Jerusalén, y que esa es una línea roja que no hay que cruzar.

No obstante, los dirigentes sionistas persisten en sus objetivos que van más alla de ambiciones expansionistas y anexionistas y se focalizan principalmente en negar los derechos del pueblo palestino a su Estado independiente, con Jerusalén Oriental como capital y dentro de las fronteras de junio de 1967, la libertad de sus miles de presos políticos y el retorno a la patria de sus millones de refugiados.

Para ello comenten el mismo genocidio que los nazis perpetraron   contra el pueblo judío durante la segunda Guerra Mundial, pero fueron derrotados.


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