CUANDO SE PIERDE EL NORTE
EVA NAVARRO SAN LUIS
La
semana pasada hemos asistido a la conmemoración de los 40 años de las primeras
elecciones democráticas y está en mi conciencia preguntar ¿saben nuestros
políticos lo que realmente es democracia y convivencia? Desde que comenzó la
crisis hemos asistido a un espectáculo de crispación general, personas que
veían peligrar su puesto de trabajo, escándalos de corrupción de toda índole,
recortes que precedieron a la mala gestión que se había seguido hasta el
momento.
El político prepotente, que vive de espaldas a
los votantes tiene sus días contados. El ciudadano medio está hastiado del
calientasillones de turno que no representa a nadie y que no quiere
comprometerse a nada, más preocupado por no perder su puesto que por trabajar a
favor de la sociedad. Ahí están los centros públicos donde se escatima personal
de limpieza, los aeropuertos sin taxistas que recojan a los viajeros; poco
parece importarles la imagen que está dando el país con todo esto.
El
ser humano por naturaleza prefiere comunicación en vez de alienación,
comprensión en vez de temor y libertad en vez de subordinación. Cercenar estos
valores supone mover peligrosamente los cimientos donde se asienta nuestra
convivencia; el inconformismo y la repulsa no se hacen esperar. Tal es el
fenómeno al que tendremos que seguir asistiendo en tanto estas mentalidades y
actitudes no cambien.
Empresarios
y políticos se dan indecentemente la mano por la espalda, sin importarles lo
más mínimo cuáles son las consecuencias de las decisiones que están tomando,
asistimos casi a diario a esta desvergüenza; el compadreo al que nos tienen
acostumbrados cuando se tratan temas de vital importancia para el trabajador.
Una
señora increpó una vez a un concejal diciéndole: “ustedes no están aquí por
lealtad y servicio a la patria, están por lealtad y servicio a sus bolsillo”.
Me gusta recordarla, si bien con cierta decepción, haciendo este comentario.
Hoy más que nunca el político aparece como el representante de sus propios
intereses y la cáscara vacía que es frente al electorado que lo vota.
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