VENEZUELA: DE TRAICIONES Y
FALSAS PERCEPCIONES
ANGEL
GUERRA
La
traición de algunas individualidades es un comportamiento consustancial a los
procesos revolucionarios auténticos y tiende a ser más frecuente en la medida
en que estos son sometidos a un mayor acoso y cerco por sus enemigos
imperialistas y oligárquicos.
Este
es el caso de Luisa Ortega, fiscal general de Venezuela, cuya traición al orden
constitucional y a los postulados éticos e ideológicos del chavismo plasmados
en la ley de leyes de la república,no puede ser más artera y ruin. Los propios dichos y acciones de la
funcionaria a lo largo de varios años en el desempeño de sus funciones
demuestran su pleno conocimiento de que Venezuela es objeto de una guerra en
varios frentes gestada desde los centros de poder imperialista, especialmente
Estados Unidos. Una guerra que debe ser enfrentada con todos los recursos
legales y políticos y la cooperación entre los poderes del Estado, como
establece la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Luisa
Ortega es consciente de que uno de los objetivos de esa guerra, que tiene un
importante componente comunicacional, es crear la falsa imagen de que en
Venezuela existe un quebrantamiento del Estado de derecho y una crisis
humanitaria que demanda una intervención extranjera.
No
obstante, la fiscal ha recurrido a las más graves y ridículas mentiras para
justificar su deslealtad en coincidencia con la última arremetida del
imperialismo y la derecha, iniciada en el mes de abril. Quien se interese en
conocer este asunto puede corroborar lo que afirmo viendo simplemente en videos
de Telesur la comparecencia del diputado Pedro Carreño y de los más altos
funcionarios del poder moral ante el Tribunal Supremo de Justicia. Acto al que
Ortega fue citada y no se presentó. Mentir obsesivamente y eludir confrontar su
deleznable conducta y asumir sus responsabilidades ante sus compañeros es una
conducta típica de los traidores a los procesos revolucionarios.
Si
en Venezuela no se ha desencadenado ya una guerra civil no es por falta de
denodados intentos del enemigo imperialista y de la derecha endógena. Como bien
afirma Ana Esther Ceceña, a Venezuela, eslabón principalísimo del corredor
energético mundial, se le está haciendo una guerra, pero no hay guerra.
“Venezuela es un escenario de lucha entre la
construcción de la paz y la guerra. Tres elementos muy importantes han
permitido detener la guerra:
1)
el proceso venezolano está siendo defendido en las calles y los barrios por el
pueblo organizado; la revolución bolivariana es del pueblo;
2)
el proceso de construcción de la llamada unidad cívico-militar ha llevado a una
imbricación que compromete a ambas partes con una defensa diferenciada pero
compartida de lo que queda bajo el rubro de la revolución bolivariana, y que en
este caso es entre otros la defensa de la vida;
3)
mientras más se tensa el conflicto venezolano y más se destaca como objetivo a
derrotar al presidente Maduro, más parece estarse creando un gobierno colectivo
que sostiene pero diluye la figura presidencial y otorga mayor solidez a la
representación del estado.
Estos
tres elementos jugando juntos han generado la posibilidad de enfrentar la
guerra sin hacer la guerra; de enfrentar la violencia con organización
comunitaria; de inventar en la práctica cotidiana milicias de paz”.La mirada de
Ceceña sí permite comprender por qué en Venezuela está en pleno desarrollo el
gran proceso democrático hacia la Asamblea Nacional Constituyente.
Las
corporaciones mediáticas nos entregan una Venezuela sumida en un baño de sangre
cuando, salvo focos intermitentes, la violencia se concentra en pequeñas bandas
de jóvenes entre 13 y 19 años, reclutados con base en un perfil sicológico
buscado en las redes sociales y cuyo campo de acción son solo tres municipios
de Caracas. Amigos caraqueños me dicen que mientras los vándalos hostigan la
base aérea de La Carlota, queman y destruyen tiendas, camiones y mobiliario
urbano o asesinan en esos municipios, en el resto de la capital impera la
rutina de la vida cotidiana.
Este
conjunto de elementos de juicio nos proporciona un acercamiento a la realidad
social y política venezolana, totalmente diferente a la ofrecida por la mafia
mediática y dimensionar la funcionalidad de la traición de Ortega a los
objetivos del imperialismo y la contrarrevolución. Maduro tiene una aceptación
en encuestas serias que podrían envidiar otros mandatarios latinoamericanos
cuyo dedo acusador apunta a Venezuela
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