EN DEFENSA DE LA BUROCRACIA
(Y DE ŽIŽEK)
JOSÉ SATURNINO MARTÍNEZ GARCÍA
Hace
poco Žižek impartió una conferencia en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Žižek es uno de los filósofos más populares del momento, de los pocos que
consigue que haya colas para escucharle allá a dónde vaya. En sus múltiples
trabajos encontramos obras accesibles para el gran público, junto a otras muy
técnicas, que resultan oscuras para los legos. Para quien no lo conozca, además
de filósofo, es un personaje. El empleo de bromas groseras para ilustrar sus
argumentos, sus afirmaciones provocadoras ("Hitler fue poco
violento", "mi sistema político favorito es el comunismo con un poco
de terror", "estoy en contra de la tolerancia"…), su forma
sincopada de moverse y de hablar inglés con acento esloveno, su participación
en documentales llenos de humor grueso… Todo ello hace que sus críticos miren
esta superficie para condenarlo como un frívolo que busca la complacencia de
masas descerebradas necesarias de postureo anticapitalista pseudointelectual.
Creo
que no es el caso. Para mí no es fácil encontrar libros que hayan trastocado
tanto mi forma de pensar como lo hacen sus libros. Bajo esta puesta en escena
tan populachera y provocadora hay una crítica ideológica demoledora al mundo en
el que vivimos, una crítica que señala al capitalismo y sus contradicciones
como el problema básico de nuestro tiempo. En su propuesta de soluciones, Žižek
hizo una defensa de la burocracia. La burocracia surge como una forma por parte
de la Corona de limitar el poder de la nobleza, y funda su legitimidad en la
defensa de la universalidad del Estado frente a los particularismos de los
diversos agentes sociales. El hecho de que la revolución comunista dejase en
manos de la burocracia la organización de la sociedad, así como la dificultad
de sancionar a los funcionarios, han llevado a su mala prensa. Por un lado, su
blindaje frente al despido lleva a verlos como unos privilegiados, contra los
que nada se puede hacer cuando hacen mal su trabajo. Por otro, el acceso a los
cuerpos públicos mediante ejercicios memorísticos en un mundo en que existe la
Wikipedia, se torna ridículo y decimonónico.
Pero,
sin tan mala es, ¿por qué encontramos tantos ejemplos de que funciona bien?
Hacienda o la Seguridad Social son organismos burocráticos que funcionan
perfectamente engrasados. Tenemos uno de los mejores sistemas de salud del
mundo, llevado por funcionarios. Decenas de nuestras universidades están entre
las 500 mejores del mundo, ya hemos conseguido dos entre las doscientas
mejores, y algunos de nuestros departamentos universitarios son punteros.
Nuestro sistema educativo público es mejorable, pero lo único que hace mejor el
sector privado es seleccionar al alumnado por origen social, pero no le da una
formación de más calidad. Además, somos un país europeo con escaso empleo
público, frente a lo que la gente cree.
Sin
embargo, a pesar del éxito notable de quienes trabajan en el sector público en
tantos ámbitos, sigue gozando de mala prensa. El neoliberalismo ha ganado la
guerra ideológica con el mito del emprendedor, ese individuo hecho a sí mismo y
que consigue triunfar. Por un lado, nadie es un individuo aislado, sino que está
inserto en tramas de relaciones; los neoliberales solo ven las de competición,
pero también están las de cooperación. De hecho, cuando se escarba bajo las
figuras míticas, en algún momento hay un familiar que puso más dinero del que
se conseguiría yendo a un banco, como sucedió en la creación de El Corte Inglés
o de Zara. Por no hablar de que el mejor método para ser millonario es ser hijo
de millonario. Por otro lado, este discurso denigra los esfuerzos colectivos
bien dirigidos, como nuestro sistema de salud o de pensiones, cuando se ve que
los países que optan por el mercado resuelven mucho peor estos problemas, como
EEUU o Chile.
Frente
a eso, el cuerpo de funcionarios demuestra en España que se pueden tener
mejores condiciones laborales que en el sector privado y hacer el trabajo de
forma eficiente. Ese trabajo se realiza además en unas condiciones de mayor
igualdad, pues las diferencias salariales no son tan grandes como en el sector
privado. El sistema no es perfecto, pues como dice Žižek, necesita de un poco
de terror, que tengan miedo de hacer mal su trabajo. El sistema se mantiene por
el sentido de la responsabilidad de los funcionarios, pero los que hacen mal su
trabajo, no deberían dormir tranquilos.
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