DE LAS VÍCTIMAS EL PP LO
APROVECHA TODO
DAVID TORRES
Todavía
recuerdo el oceáno de gente que aquella tarde inundaba la Plaza de Colón, las
consignas unánimes, las oleadas de manos blancas alzadas a lo alto. Yo acababa
de salir del curro en la librería, regresaba a casa andando, tan despistado
como siempre, y ni siquiera sabía a qué venía ese tumulto. De repente una voz
me conminó a detenerme y a unirme a aquella masa anónima, varias voces se
sumaron al requerimiento, atisbé unas cuantas miradas taladrándome de frente y
en ese mismo instante decidí que no iba a formar parte de la coreografía. No
porque no compartiera el rechazo a la violencia etarra y el repudio de aquel
cobarde asesinato, sino porque me siento incómodo con las coreografías
colectivas y con las intimidaciones en bloque. Continué caminando con los
brazos pegados al cuerpo, embistiendo tercamente contra la multitud, sordo a
los insultos. Años después encontré un aforismo del general Patton que cuadraba
al pelo con mi aislamiento: “Cuando todo el mundo piensa igual es que alguien
no está pensando”.
Con
el tiempo ha quedado claro que aquel día de julio de 1997 fue la bisagra
definitiva que le cerró la puerta en la cara a ETA, pero aun así sigo creyendo
que hice bien en no detenerme y seguir rumiando mi monólogo interior en
solitario. De haber cedido, de haberme unido a aquella manifestación, lo habría
hecho por miedo y de lo que se trataba allí precisamente era de plantar cara al
miedo. A veces conviene detenerse y reflexionar, otras veces lo más eficaz es
no hacer nada. Lo poco que aprendí de mis arduas lecturas de Hegel es que la
reflexión y la acción son dos momentos divorciados y que a la segunda siempre
debe precederla la primera en caso de que quiera servir para algo. Por eso ha
hecho bien Manuela Carmena en negarse primero a asistir al homenaje a Miguel
Ángel Blanco y en rectificar después; en esa marcha atrás, como tantas otras
veces, la alcaldesa demuestra que ha pensado el asunto al menos dos veces, no
como otros políticos, que actúan sin pensarlo ni siquiera una. No digamos ya a
la hora de abrir la boca.
Sí,
ha hecho bien Carmena en rectificar, porque eso de dividir a las víctimas del
terrorismo en nuestras y ajenas es cosa de los líderes del PP, por ejemplo, de
Cristina Cifuentes, que se negó a asistir en 2015 a un acto en memoria de las
víctimas del 11-M sólo porque lo presidía Pilar Manjón. No acudieron ni ella ni
un solo representante del PP, una organización política para la que únicamente
cuentan los muertos con pegatina de la ETA, que desprecia a los damnificados
del 11-M y que se mofa abiertamente de los familiares de las víctimas del franquismo
y de las miles de fosas anónimas que festonean todavía las cunetas.
En
fin, podría escribirse un libro entero con las ocasiones en que el PP ha
utilizado a las víctimas del terrorismo etarra en beneficio propio, pero no hay
más que señalar el momento en que aprovecharon el instituto que lleva el nombre
sagrado de Miguel Ángel Blanco para blanquear gastos de campaña vinculados a la
trama Gürtel. Sepulcros blanqueados, que decía Jesucristo. En fin, antes de
haber llamado miserable a Monedero por recordárselo, les hubiera venido bien
pensarlo dos veces. Quizá bastaba con que lo hubieran pensado sólo una.
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