VENEZUELA: LO QUE NO DICE EL GOBIERNO COLOMBIANO
ÁNGEL GUERRA
Nadie se deje
impresionar por el rasgamiento de vestiduras de Bogotá contra Caracas
supuestamente para defender los derechos humanos de sus ciudadanos en
Venezuela, sonsonete amplificado por las corporaciones mediáticas.
El 29 de
agosto el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ordenó cerrar por 72 horas
la frontera común luego de que tres miembros de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana (FANB) fueran baleados y heridos. El hecho ocurrió en San Antonio
del Táchira, del lado venezolano, muy cerca de la ciudad colombiana de Cúcuta.
El método de los agresores responde al patrón empleado por los paramilitares
del país vecino.
Maduro también
decretó el estado de excepción en seis municipios del estado Táchira, mientras
miembros de la FANB eran desplegados en el límite con Colombia, cerca del lugar
del ataque. El objetivo de estas y otras medidas tomadas por el gobierno
bolivariano es la defensa de la soberanía territorial y los derechos humanos
tanto de sus ciudadanos como de los cinco millones de colombianos residentes en
Venezuela. Entre ellos, 110 mil desplazados por el conflicto bélico en su país
según el informe de 2015 del órgano de la ONU para los refugiados, el cual ha
reconocido siempre la actitud solidaria de Venezuela con aquellos.
La mayoría de
los colombianos en Venezuela no existían legalmente hasta la llegada de Chávez
a la presidencia pues no estaban ni inscriptos en el registro civil y fue él
quien terminó con ese atropello y les propició adoptar la ciudadanía venezolana
a todos los que lo desearan, con plenos derechos políticos y a los programas
sociales bolivarianos, también al acceso
de los refugiados.
En la frontera
colombo-venezolana de 2219 kilómetros de extensión campea un gigantesco
contrabando hacia Colombia de productos subvencionados de la canasta básica y
gasolina venezolanos, que luego son revendidos en el país vecino a precios
superiores pero por debajo de los del
mercado colombiano. Encima, el tráfico de millones de bolívares con destino a
los especuladores que los usan para comprar en Venezuela a precios
subvencionados y luego revender más caro en Colombia.
La presencia
creciente en Venezuela de paramilitares colombianos es clave para entender lo
que pasa. Estos, desde el mandato de Chávez eran usados como carne de cañón
contrarrevolucionaria por la derecha venezolana y la CIA con el aliento del
entonces presidente Álvaro Uribe, que sigue en lo mismo. Esta situación ha
llegado al extremo de que los paramilitares colombianos se están apoderando de las redes criminales del
vecino a la vez que actúan como sicarios para la oposición venezolana. Frente a
esto, el gobierno colombiano peca unas veces por omisión y otras por comisión
El reciente
ataque a los militares venezolanos fue la gota que colmó la paciencia de
Maduro. Hasta ahora Caracas exponía esta situación en las periódicas reuniones
y contactos de alto nivel con Bogotá y a través de los canales diplomáticos. A
la vez, llegado un momento comenzó a desplegar operaciones de limpieza de la
FANB contra los paramilitares y, junto a otros órganos del gobierno, contra el
desenfrenado contrabando pero con el inconveniente de hacerlo a lo largo de una
frontera de selva y montaña sin la menor cooperación colombiana. El mandatario
venezolano se había abstenido hasta ahora de tomar medidas drásticas en aras de
mantener una convivencia civilizada con el país vecino y de evitar el estallido
de un conflicto armado que podría derivar en una tragedia no solo para los dos
pueblos hermanos sino para América Latina y el Caribe y dar un rudo golpe a los
procesos de unidad e integración regional.
El gobierno de
Colombia, nunca, salvo raras excepciones, ha prestado atención al territorio
aledaño a su larga frontera desde los tiempos de la independencia. A lo largo
de 6301 kilómetros limita, además de con Venezuela, con Brasil, Perú, Ecuador y
Panamá.
Se trata de un
área en abandono económico, social, educacional, de salud, vivienda y
asistencia social, según confirman datos del Programa de Naciones Unidas para
el Desarrollo y las propias estadísticas oficiales colombianas.
La única
solución sensata posible a este diferendo es mediante el diálogo constructivo y
cordial entre las partes con el acompañamiento de UNASUR. Pero para ello el
gobierno del presidente Juan Manuel Santos debe cesar la retórica
antivenezolana y reconocer su responsabilidad en el desbordamiento del
conflicto interno hacia Venezuela, con las consecuencias ya explicadas.
Twitter:
@aguerraguerra
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