24 HORAS CON MARIANO
DAVID
TORRES
“Hay cosas que, en fin, mejor no entrar en
detalles”. La frase, dicha tal cual, al estilo mariano, es el mejor resumen de
la amable entrevista de 24 horas que le hizo al presidente Ana Rosa Quintana en
Tele5, su cadena amiga. Nabokov decía que la verdadera fuerza de una novela no
reside en la temática ni en las generalidades, sino en los detalles, “los
divinos detalles”. Para él, lo importante al leer Ana Karenina no es conocer el
precio del trigo en la Rusia de los zares sino la disposición de los asientos
en un vagón de tren de Moscú a San Petersburgo. Nabokov aseguraba a sus alumnos
que, más que en las huellas de los críticos que los habían precedido, confiaran
siempre “en el escalofrío de su espina dorsal”.
La
espina dorsal se me retorcía nuca abajo y el vello de la espalda se rizó varias
veces (y eso que no tengo) mientras contemplaba a Mariano guiando a Ana Rosa
por las dependencias y jardines de La Moncloa. Está claro que, dado el formato,
la televisión y la entrevistadora, nadie esperaba encontrarse una versión
hispánica de Frost contra Nixon, aunque tampoco un reportaje que podía haber
firmado Ana Igartiburu en Hola, corazones. Si el inquilino más opaco que jamás
haya ocupado La Moncloa ha decidido salir a la luz, aunque sea la luz de los
focos, es porque alguno de esos expertos en marketing político que abundan en
los sótanos de Génova ha calculado que, tras el batacazo electoral y la intriga
de los últimos sondeos, convenía exponerlo a la vista del público, para que la
gente vea que sí, que no está hecho de píxeles. Aunque, vete a saber, quizá
fuesen los mismos expertos que le aconsejaron rebozarse en plasma cuando la
crisis de los mensajes cruzados con Bárcenas. A Mariano le favorecen los trajes
negros, la oscuridad, el chapapote gallego, las tarjetas black, los sobres bien
sellados. Cuanta más luz lo enfoque, peor para él y para nosotros.
Vayamos
a los detalles. El primero con el que se tropezaron en los aledaños del jardín
fue un perro, una nota a pie de página y a cuatro patas para simpatizar con los
niños, los ecologistas y los amigos de los animales. Sin embargo, el nombre del
can no podía estar peor elegido: se llama “Rico”, lo cual remite directamente
al modelo económico mariano. Claro que tampoco iban a llamarlo “Robin Hood”
porque el perro se lo había regalado un vecino y ya tenía el nombre puesto,
como la política del PP, que viene importada directamente desde Alemania. Para
igualar el partido, el segundo detalle pertenecía al reino vegetal, un bonsai
bastante crecidito, tanto que cuando Ana Rosa le preguntó por él, el presidente
se encogió de hombros con cara de “a mí que me registren, que ya estoy
acostumbrado”.
El
responsable del bonsai apareció más adelante, en el interior del palacio, al
enseñar Mariano con orgullo una foto con los tres anteriores ex presidentes,
José Luis, Jose Mari y Felipe. Una foto que demuestra que, a pesar de las
pequeñas diferencias entre unos y otros, la demolición del estado del bienestar
es una tarea en común que no puede dejarse en manos de aficionados. Hablando de
demoliciones, cuando Ana Rosa le preguntó por Rato lo hizo con el mismo tacto
por el que uno inquiere por un familiar pachucho; Mariano, que la vio venir,
respondió con una impecable chicuelina: “Rato no está condenado por nada”.
Cualquier periodista con reflejos, incluida Igartiburu, le hubiese preguntado
por las imputaciones, que son muchas y diversas, pero Ana Rosa ya estaba
subyugada por los apuntes de inglés de Mariano, que tiene una profesora
escocesa y, según él, hasta chapurrea por teléfono con Obama. Entre la
elíptica, los paseos de fin de semana, las visitas al búnker y la lectura
concienzuda del Marca, el presidente aún tiene tiempo para aprender inglés, que
lo mismo le hace falta en unos meses a la hora de buscar empleo.
“Hemos
priorizado lo que es el despacho” dijo Mariano en otra perfecta exhibición de
sintaxis. Para lo que no tiene tiempo, según confesión propia, es para ir ni al
cine ni al teatro, aunque al final de la entrevista, el presidente se puso ropa
cómoda y llevó a Ana Rosa a una de sus tascas favoritas para invitarla a unas
cervezas. Como ven, no se puede ser más español. Por lo demás, hay cosas que,
en fin, mejor no entrar en detalles.
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