sábado, 5 de octubre de 2013

SALSA CHUP CAMBALACHE

SALSA CHUP
CAMBALACHE

Cándido Quintana
Érase una vez un ayuntamiento de una ciudad geográficamente africana, cuyos gobernantes, malos y/o piratas de hecho, como los hay en algunos países de este continente, la convirtieron en una república bananera de “alta alcurnia” en toda regla. Para ello, sumieron a muchos de sus ciudadanos en la miseria más absoluta, mientras otros, los jlasencias, jignacios, jodolfos, jerolos, juárez, jauricios y secuaces diversos, pícaros y/o golfos por naturaleza, nadaban en la abundancia cada vez en mayor medida.

  Ese ayuntamiento era capaz de cualquier cosa si con ello contentaba a sus generosos empresarios, y los listos de turno, políticos y conseguidores varios, hacían su trabajo con gusto, en la seguridad de que esto les conllevaría pingües beneficios sin riesgos. Los miedos aún no se habían hecho presentes, la Justicia no había dado aún respuestas a casos similares tan flagrantes. Llegado a este punto, me viene a la cabeza un tema inolvidable para la historia de Salsa Chup, que cantaron los Bambones en el carnaval 2008, “gorgorito y la playa encantada”, que resume en muy poco tiempo, con humor, calidad y total veracidad, la historia del affaire de la playa. Nadie debería de dejar de oírlo.

  Ni que decir tiene, que en la república bananera también había profesionales en el mismo apetitoso pastel, que se ocupaban de los aspectos legales, alguno de ellos sirviendo increíblemente a la vez a verdugos y reos. Y no estaba sólo Jauricio, pues para que todos estos enjuagues consiguieran el deleznable fin perseguido, era imprescindible que ciertos gobernantes dieran su conformidad, y estaban también ampliamente asesorados. Seguir el juego o mirar hacia otro lado eran otras opciones no menos rentables, para mi no menos culpables, no importaba de que partido eras, en definitiva el que perdía era el nada importante Pueblo que les había elegido, llámense jartín, jerminia o jemilios varios.

  Le daban a todo lo que fuera rentable, desde montarse planes de ordenación a su medida, despojando a los ciudadanos de su principal patrimonio familiar, sus viviendas, hasta negociar con la playa encantada, por cierto la única playa que posee Salsa Chup. Y ello, pasando por recalificaciones de escándalo en la misma playa, millonarias remodelaciones innecesarias en plazas y parques con nefastos resultados, caras reformas de vergüenza en edificios, privatizaciones de servicios públicos básicos de juzgado de guardia o tolerar pelotazos en unas piscinas pagadas por los reos, o sea públicas, con todo tipo de restricciones para estos, etc.

  Y camino de la playa, aún dejando en el trayecto otras viles actuaciones sin visitar, llegamos al parque marítimo de anaga con avispados variados, en donde se comprende porque el -todos a una- es bueno para ellos, llámense juárez, jabajos, jerolo o como sea, pero siempre con “j” de jeta. Y por fin, llegados a Las Teresitas, ya con la cara muy colorada por tanta vergüenza, nos tropezamos de bruces con el nido de Alí Babá, una deleznable edificación especulativa construida dentro de la arena y, por ende, en el dominio público marítimo terrestre, el mamotreto.

  Cantidad de tropelías aparte de esta casita de cuentos de hadas, repetir algo que he dicho en multitud de ocasiones. Entre listillos anda el juego, ¿que mejor manera de que la gente lo trague como necesario, a pesar de su brutal impacto y de que rapiña un espacio de la insuficiente playa? Incrementamos el nivel superior de la arena, aunque no haga falta porque la playa se usa mayormente sólo desde su primer tercio hacia el mar, y así eliminamos aparcamientos gratuitos, los de toda la vida, y ¡a pagar y a consumir en el mamotreto! Jugada maestra, ¿son o no listos estos jetas?

  Pero, ¿existe alguna playa con más encantos que Las Teresitas? Sin duda NO, no en vano nuestra playa tiene doble encanto. Al encanto por su belleza natural -sin mamotreto-, hay que añadirle el encanto al que esos magos la han sometido, como prestidigitadores jetas que también son, desapareciendo su documento de propiedad y negociando con ella. A partir de aquí han montado toda una parafernalia de compras, ventas y recalificaciones a cargo del Pueblo, que ya era su titular, propiciando que algunos jetas, sinvergüenzas para mi, amasaran una fortuna considerable, ¿quién da más?

  Sólo espero que la Justicia de la talla que el Pueblo espera de ella, esta trama es gravísima, posiblemente sin igual en toda España. Urge normalizar las arcas públicas de “Salsa”, por lo apetitosa, “Chup”, por lo que chupan, “Cambalache”, por el enjuague. Pido excusas por esto a los lectores. Por supuesto, lo de tanta “j” obedece simplemente a “jeta”, con jerolo a la cabeza, pero ni jarejo, ni jictor, ni jomás, ni otros muchos jetas son ajenos a toda esta historia interminable de atropellos intolerables, que están arruinando la vida y el futuro a Santa Cruz de Tenerife. ¡Toda una confabulación que yo estimo cercana a los 200 millones de euros, sólo alrededor de la playa encantada!

  © Cándido Quintana

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