SALSA CHUP
CAMBALACHE
Cándido Quintana
Érase
una vez un ayuntamiento de una ciudad geográficamente africana, cuyos
gobernantes, malos y/o piratas de hecho, como los hay en algunos países de este
continente, la convirtieron en una república bananera de “alta alcurnia” en
toda regla. Para ello, sumieron a muchos de sus ciudadanos en la miseria más
absoluta, mientras otros, los jlasencias, jignacios, jodolfos, jerolos, juárez,
jauricios y secuaces diversos, pícaros y/o golfos por naturaleza, nadaban en la
abundancia cada vez en mayor medida.
Ese ayuntamiento era capaz de
cualquier cosa si con ello contentaba a sus generosos empresarios, y los listos
de turno, políticos y conseguidores varios, hacían su trabajo con gusto, en la
seguridad de que esto les conllevaría pingües beneficios sin riesgos. Los
miedos aún no se habían hecho presentes, la Justicia no había dado aún
respuestas a casos similares tan flagrantes. Llegado a este punto, me viene a
la cabeza un tema inolvidable para la historia de Salsa Chup, que cantaron los Bambones
en el carnaval 2008, “gorgorito y la playa encantada”, que
resume en muy poco tiempo, con humor, calidad y total veracidad, la historia del
affaire de la playa. Nadie debería de dejar de oírlo.
Ni que decir tiene, que en la
república bananera también había profesionales en el mismo apetitoso pastel,
que se ocupaban de los aspectos legales, alguno de ellos sirviendo increíblemente
a la vez a verdugos y reos. Y no estaba sólo Jauricio, pues para que todos
estos enjuagues consiguieran el deleznable fin perseguido, era imprescindible
que ciertos gobernantes dieran su conformidad, y estaban también ampliamente
asesorados. Seguir el juego o mirar hacia otro lado eran otras opciones no
menos rentables, para mi no menos culpables, no importaba de que partido eras,
en definitiva el que perdía era el nada importante Pueblo que les había
elegido, llámense jartín, jerminia o jemilios varios.
Le daban a todo lo que fuera
rentable, desde montarse planes de ordenación a su medida, despojando a los
ciudadanos de su principal patrimonio familiar, sus viviendas, hasta negociar
con la playa encantada, por cierto la única playa que posee Salsa Chup. Y ello,
pasando por recalificaciones de escándalo en la misma playa, millonarias
remodelaciones innecesarias en plazas y parques con nefastos resultados, caras
reformas de vergüenza en edificios, privatizaciones de servicios públicos
básicos de juzgado de guardia o tolerar pelotazos en unas piscinas pagadas por
los reos, o sea públicas, con todo tipo de restricciones para estos, etc.
Y camino de la playa, aún
dejando en el trayecto otras viles actuaciones sin visitar, llegamos al parque
marítimo de anaga con avispados variados, en donde se comprende porque el
-todos a una- es bueno para ellos, llámense juárez, jabajos, jerolo o como sea,
pero siempre con “j” de jeta. Y por fin, llegados a Las Teresitas, ya con la
cara muy colorada por tanta vergüenza, nos tropezamos de bruces con el nido de
Alí Babá, una deleznable edificación especulativa construida dentro de la arena
y, por ende, en el dominio público marítimo terrestre, el mamotreto.
Cantidad de tropelías aparte
de esta casita de cuentos de hadas, repetir algo que he dicho en multitud de
ocasiones. Entre listillos anda el juego, ¿que mejor manera de que la gente lo
trague como necesario, a pesar de su brutal impacto y de que rapiña un espacio
de la insuficiente playa? Incrementamos el nivel superior de la arena, aunque
no haga falta porque la playa se usa mayormente sólo desde su primer tercio hacia
el mar, y así eliminamos aparcamientos gratuitos, los de toda la vida, y ¡a pagar
y a consumir en el mamotreto! Jugada maestra, ¿son o no listos estos jetas?
Pero, ¿existe alguna playa
con más encantos que Las Teresitas? Sin duda NO, no en vano nuestra playa tiene doble encanto. Al encanto por su
belleza natural -sin mamotreto-, hay
que añadirle el encanto al que esos magos la han sometido, como
prestidigitadores jetas que también son, desapareciendo su documento de
propiedad y negociando con ella. A partir de aquí han montado toda una
parafernalia de compras, ventas y recalificaciones a cargo del Pueblo, que ya
era su titular, propiciando que algunos jetas, sinvergüenzas para mi, amasaran
una fortuna considerable, ¿quién da más?
Sólo espero que la Justicia
de la talla que el Pueblo espera de ella, esta trama es gravísima, posiblemente
sin igual en toda España. Urge normalizar las arcas públicas de “Salsa”, por lo
apetitosa, “Chup”, por lo que chupan, “Cambalache”, por el enjuague. Pido
excusas por esto a los lectores. Por supuesto, lo de tanta “j” obedece
simplemente a “jeta”, con jerolo a la cabeza, pero ni jarejo, ni jictor, ni
jomás, ni otros muchos jetas son ajenos a toda esta historia interminable de
atropellos intolerables, que están arruinando la vida y el futuro a Santa Cruz
de Tenerife. ¡Toda una confabulación que yo estimo cercana a los 200 millones
de euros, sólo alrededor de la playa encantada!
© Cándido Quintana
No hay comentarios:
Publicar un comentario