CULTURA, RESPONSABILIDAD ILIMITADA
Eduardo Sanguinetti
Un
proceso revolucionario socialista jamás puede legitimarse ante la historia de
una nación si no modifica la estructura cultural del orden que se pretende
suplantar, luego de haberlo efectivizado en lo económico, aboliendo la
propiedad privada como está planteada en el sistema capitalista vigente.
Esta
frase la asimilo de manera puntual y sin miramientos, ni medias tintas, a lo
que ha ocurrido en nuestras naciones ante la ausencia de una política cultural
definida, que deja en manos de burguesías estúpidas y monopolios
económico-mediáticos y sus escribas rentados, la escritura de la historia y el
acontecer de la denominada “cultura nacional” con su epidérmica y frívola
clientela.
Pero
no nos engañemos: repensar Argentina y Uruguay significa entablar un diálogo
con la “falsa modestia”: sin problemas espectaculares, sin causas apasionantes,
los diversos sectores de la ¿cultura? parecen definitivamente arreglados,
sumergidos en una fase de indefinido, satisfecho estancamiento.
Aunque
ahora bastan unos diez años para individualizar como más simples y vulgares las
características del nuevo “sistema” que se ha venido soldando en este milenio:
una negligente autocomplacencia de los recién llegados de espacios
farandulescos, un calculado aprovechamiento comercial y capitalista a ultranza,
de “maneras” y “manías” que resultan “simpáticas”, una desmesurada avidez de
alabanzas sistemáticas de los que conforman el espectáculo insano y mediocre de
las prostituidas culturas del Río de la Plata, devenidas de las tendencias
prostibularias del imperio. ¿Con qué finalidad? Una cobarde y oportunista
intolerancia frente a cualquier manifestación original, en todas las
expresiones que conforman la cultura o del disentimiento crítico sustentable,
con apoyo teórico idóneo, que presente el “peligro” de una discusión seria, de
volver a poner en juego algunos valores.
Una
irritada malevolencia de los mercaderes de la cultura, ajenos a todo lo que
desde el origen ha construido la historia de la cultura y el riesgo que implica
hacerlo. Mercaderes que bajo la máscara de fundaciones, ONG y demás artilugios,
saben hacer buenos dividendos en el degradado mundo de la cultura de nuestros
días, con la enorme hueste de mediocres operadores a sueldo, siempre al
servicio de la causa del lavado y de arrodillarse ante el altar del capital.
Mercaderes de la sub-cultura que condena a la comunidad, con anuencia de la
clase política, a ser penetrados por productos biodegradables y a perderse en
el juego de alusiones y alejarse para siempre de la creación estimulada,
propuesta por los “talentos”, hoy exiliados del mundo de la cultura, quienes
adelantan, bajo cualquier forma, ideas, estímulos o propuestas de carácter
artístico, aún no comercializados.
El
núcleo sustancial y esencial de este “drama” es construir desde la educación
una cultura de excelencia, desde la universidad, los colegios públicos y
centros culturales, reflejados en un profesorado que garantice con idoneidad,
capacidad y rigurosidad, ante la emergencia del instante, a un estudiantado
dinámico y con ánimos de sentar las bases de una política de autodeterminación
y emancipación cultural.
Una
política cultural que, conjuntamente con una política de salud para todo el
pueblo, son prioridades que no admiten discusión alguna, y deberían ser la
primera acción de un gobierno socialista, nacional y popular, de modo de
proporcionar a los pueblos de Argentina y de Uruguay las armas intelectuales y
económicas para lograr su definitiva independencia.
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