La política surgió en las pequeñas ciudades
de la Edad del Hierro y mediante las luchas por el poder entre los estamentos
sociales de tales ciudades surgieron formas de gobierno como la oligarquía, la
tiranía y la democracia, respectivamente. La democracia es un sistema de
gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía. El término tiene su origen en
la Grecia antigua, constituyendo una de las grandes contribuciones de la
cultura clásica, alcanzando esta su máxima perfección en la democracia
ateniense de la época de Pericles. Es la era de Sócrates, Platón y Aristóteles,
considerados como la culminación del pensamiento griego. Sin embargo los tres
mostraron su desprecio por la democracia. Los famosos diálogos de Platón
encierran tal belleza formal que jamás han sido superados, dificultando evidenciar
los defectos de las aún vigentes ideas que expresan y cuyo ejemplo más
sangrante lo encontramos en el sistema financiero, que obtiene dinero público
al 0.5 por ciento prestándolo a los gobiernos al 7 por ciento, intereses
abonados con el dinero del contribuyente.
La filosofía de Platón rechazó la ciencia
sustituyéndola por la fe. Su influencia, junto con su rival y sucesor
Aristóteles, eliminó el conocimiento sobre el movimiento del universo y, con
él, cualquier conocimiento válido sobre la física durante dos mil años. No
ocurrió lo mismo con la ciencia guanche, cuya continuidad en las observaciones
astronómicas fueron valiosísimas para la ciencia del futuro, observaciones que
condujeron al origen de la ciencia. Es irrefutable el apoyo popular que la
moderna astrofísica tiene en Canarias. La conversión de Aristóteles en una
autoridad, en vez del impulsor de la investigación que deseaba ser, frenó el
desarrollo científico mil cuatrocientos años y, junto con el Génesis, retrasó
la teoría de la evolución dos mil años. No es casualidad que aún se incluyan a
esos filósofos en las pruebas de selectividad para ingreso de los estudiantes
en la universidad, calificados por John D. Bernal como los filósofos de la
reacción en su obra “Historia social de la ciencia”.
Desde el punto de vista político el
principal objetivo de Platón, tal y como viene recogido en sus obras “La
República” y “Las Leyes”, era consolidar el poder de la aristocracia, que para
él significaba el gobierno de los mejores, sin la oposición de los estamentos
populares, para lo cual contemplaba la posibilidad de que un número limitado de
los más débiles económicamente pudieran acceder al estamento dominante, al
estilo de la sociedad anglosajona actual. Su concepción de la república era más
progresista que la tiranía medieval de reyes y nobles, como los mal denominados
Reyes Católicos en España.
Para los romanos el término república
procede etimológicamente de Res Publica, o sea la cosa pública, que se sostiene
sobre las leyes, fundamentalmente mediante una constitución, con el objetivo
primordial de proteger los derechos fundamentales y las libertades de los
ciudadanos, que son los que eligen a sus representantes.
Es importante no confundir república con
democracia. La república se sustenta en el gobierno de la ley, leyes que pueden
ser justas o no. Conocidas son las denominaciones de república islámica e
incluso república bananera.
La democracia es un sistema de
gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía política; etimológicamente el
vocable procede del griego Demokratia (Demos, pueblo y Kratos, Estado). Por lo
tanto la democracia sólo puede instaurarse en naciones que son Estado, como el
avanzado Estado guanche precolonial, con taogores democráticos que elegían a
los menceyes. No es el caso de Canarias actualmente, que es una Nación sin
Estado y, consecuentemente, sin democracia (o lo que es lo mismo, una colonia
del Estado español, que ejerce la soberanía).
Una
perversión más del lenguaje para confundir a los ciudadanos es el mal uso de la
palabra democracia para definir regímenes que no lo son y a los que es más
apropiado definir como plutocracia, vocablo también de origen griego con el
significado de gobierno de los ricos (ploutos, riqueza y Kratos, Estado), que
también podemos definir con el término anglosajón de moneycracia o democracia
del dinero.
Bernad
Shaw lo define magistralmente: “La plutocracia, después
de haber destruido el poder real por la fuerza bruta con disfraz de democracia,
ha comprobado y reducido a la nada esta democracia. El dinero es el que habla,
el que imprime, el que radia, el que reina, y los reyes, lo mismo que los jefes
socialistas, tienen que acatar sus decretos y aún, por extraña paradoja, que
suministrar los fondos para sus empresas y garantizar sus utilidades. Ya no se
compra a la democracia: se la embauca”.
Sostener
que una monarquía es democrática, como es el caso de la monarquía medieval
española, para la que el compatriota Víctor Ramírez acuño el término
“plutocracia coronada”, es más disparatado que decir que una monarquía es
republicana.
Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario (Movimiento UPC) |
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