LA BUENA SALUD
Eduardo
Sanguinetti,
Filósofo Rioplatense
Nelson Castro
“No es signo de buena salud el
estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”. Krishnamurti.
“Esto
es una mala noticia para el gobierno”, opinó el futurólogo Nelson Castro, uno
de los mandarines de los monopólicos medios denominados de comunicación de la
Argentina, quienes dibujan la realidad a su antojo, al referirse al estado de
salud de la presidenta de todos/as los/las argentinos/as, Cristina Fernández.
Las
inocultables repugnancias reprimidas de este conductor le impidieron manifestar
que es una “mala noticia” que afecta a toda la nación.
Agregando
otra predicción de este conductor contratado, dijo refiriéndose nuevamente al
estado de salud de la presidenta: “Es importante que su salud emocional sea
perfecta”, sumado a un comentario de una pequeña burguesa, en redes sociales,
en sintonía con los denominados comunicadores rentados de medios de las
corporaciones económico mediáticas: “…no le deseo el mal a nadie, pero ella
debe pagar todo lo que nos ha hecho…”.
Me
pregunto, entonces, a qué salud emocional se refieren Nelson y demás
detractores del gobierno nacional, pues creo que lo que en este país jamás se
tuvo en cuenta es el estado mental de su pueblo, de sus funcionarios, de todos/as
los macroempresarios liberales que conforman la fauna de la paleo y
neoburguesía argentina; aquellos que jamás han entrado, ni entrarán en la
historia de este país, demasiado preocupados por las tendencias mundanas y del
dinero fácil que supieron recibir a cambio de vender hasta sus crías.
Hoy,
en estado de pánico simulado, la oposición esclerótica está ¿preocupada? por la
salud mental de Cristina Fernández; todo un espectáculo infecto de psicópatas,
alcahuetes y prostitutas. Curiosamente en disonancia, caen todas las máscaras
de las existencias de estos cristianos con lo manifestado por el papa
Francisco, el otro día en Asís, cuando de manera rotunda proclamó: “La Iglesia
debe despojarse de un peligro gravísimo, el de la mundanidad, el de la frivolidad,
el de la vanidad, el de la prepotencia, el del orgullo, el del dinero”. No deja
de resultar irónico que un agnóstico a ultranza, como lo soy yo, recuerde estas
palabras tan plenas de significado y sentido, instalándolas en este paisaje
insano de mercadeo y mercachifles.
Cristina
Fernández sin dudas establece con su palabra y acción lanzadas con una
espontaneidad y capacidad oratoria muy difícil de encontrar hoy en mandatarios
del mundo la íntima relación dialéctica de un movimiento nacional que ella, sin
lugar a dudas, inaugura en una Argentina con cambios bruscos de rumbos
políticos y su peculiar ingratitud hacia quien, como Cristina Fernández,
asienta el concepto de soberanía, sin dejar margen de dudas, que quien gobierna
en Argentina es esta presidenta, elegida por un 54% de la población.
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