LA DIOSA MADRE EN LAS ISLAS CANARIAS
Volumen IV
CAPITULO-I
REFERENCIAS SOBRE
ASTRONOMÍA Y
EL CALENDARIO GUANCHE
Eduardo Pedro García Rodríguez
ANTECEDENTES:
Las referencias escritas
más antiguas sobre la Astronomía nos la ofrece las tablillas Mesopotámicas, estas mismas escrituras nos ofrecen un
sistema metódico y complicado, cual es el culto de todos los astros, adorados
ya bajo sus propias formas, ya bajo emblemas y símbolos que los representan; y
este culto fue electo también de los conocimientos que adquirió el hombre en la
física, e hizo derivar inmediatamente de las causas primeras del estado social,
es decir, de las necesidades y de las artes que en su primer grado entraron
como elementos en la formación de la sociedad.
En efecto, cuando comenzaron los hombres a reunirse en sociedad,
se vieron precisados a extender los medios de subsistir, y a dedicarse por
consiguiente a la agricultura: y el ejercicio de ésta exigió la observación y
el conocimiento de los cielos.
Fue preciso saber cómo volvía la naturaleza a presentar
el mismo período de sus operaciones, y los mismos fenómenos la bóveda celeste:
en una palabra, fue necesario arreglar la duración y sucesión de las
estaciones, de los meses y del año: por lo tanto fue absolutamente preciso conocer
ante todas cosas la marcha del sol, que se manifestaba el primero y más
supremo agente de toda la creación en su revolución zodiacal; después la
de la luna, que por sus fases y sus apariciones diversas arreglaba y señalaba
el tiempo; en fin, fue indispensable conocer las estrellas y aún los planetas,
los cuales, por sus apariciones y desapariciones nocturnas, sobre el horizonte
y el hemisferio, formaban las divisiones menores del tiempo; y así se fue
componiendo un sistema entero de astronomía y un calendario. De este trabajo
resultó muy pronto, un método nuevo para considerar las potencias que
dominaban y regían; habiéndose observado que las producciones terrestres
tenían unas relaciones regulares y constantes con los seres celestiales,
que el nacimiento, crecimiento y destrucción de cada planta estaban
ligados a la aparición, exaltación y declinación del mismo astro y del
mismo grupo de estrellas; en una palabra, de que la languidez o la actividad de
la vegetación parecían depender de las influencias celestes, dedujeron
los hombres una idea de acción y de poder de estos seres
celestiales y superiores sobre los cuerpos terrestres; y los astros,
como dispensadores de la escasez o la abundancia, se convirtieron en potencias,
en genios, en Dioses, en autores de los bienes y de los males.
Habiéndose entonces introducido en el estado social una
jerarquía metódica de clases, empleos y condiciones, continuaron los hombres
formando raciocinios de su comparación, transportaron sus nuevas nociones a su teología;
y resultó la formación de un sistema complicado de divinidades graduales,
en el cual la Sol,
primera Diosa, fue un jefe militar, un rey político; el Luna,
un rey compañero suyo; Los planetas, sus servidores, sus mensajeros y
comisionados; y la multitud de estrellas, un pueblo, un ejército
de héroes, de genios encargados de regir el mundo a las
órdenes de subalternos respectivos: cada uno de estos individuos tuvo su
nombre, sus funciones y atributos, sacados de sus relaciones e influencias, y
hasta un sexo distinto, derivado del género de su nombre.
Y como el estado social había introducido usos y prácticas
complicadas, el culto las tornó semejantes; de sencillas y privadas que fueron
al principio las ceremonias, se cambiaron en públicas y solemnes; las ofrendas
fueron más ricas y más numerosas y los
ritos más metódicos; se establecieron parajes para las asambleas, y se formaron
capillas y templos; se instituyeron oficiales para la administración, y
tuvieron pontífices y sacerdotes y sacerdotisas; se convino en ciertas fórmulas
para ciertas épocas, y la religión se hizo un acto civil y un contrato
político. Pero en medio de estos progresos, no se alteraron los principios
primitivos; y la idea de la Diosa
fue siempre la de los seres físicos haciendo el bien o tolerando
el mal mediante los genios, es decir, produciendo sensaciones de pena
o de placer: el dogma fue el conocimiento de sus leyes, o
maneras de obrar; y la virtud o el pecado, la observancia o la
infracción de estas leyes; y la moral, en su sencillez primigenia, fue una práctica
sensata de todo lo que contribuye a la conservación de la existencia y al
bienestar propio, y de sus semejantes.
Si se nos preguntase en qué época nació este sistema,
responderemos, autorizados con las antiguas escrituras sobre la astronomía
misma, que se remontan sus principios a más de quince mil años, y si se
pregunta también a qué pueblo debe atribuirse, responderemos que estos mismos
escritos, apoyados en tradiciones unánimes, se atribuyen a los pueblos
primitivos de Mesopotamia y Egipto; y cuando encuentra el raciocinio
reunidas en aquellos países todas las circunstancias físicas que han podido
producir dicho sistema, cuando se halla al propio tiempo una zona del cielo,
inmediata al trópico, igualmente libre de las lluvias del ecuador y de las
nieblas del norte; cuando se encuentra también en el punto céntrico de la
esfera antigua, un clima saludable, un río inmenso y sin embargo tranquilo, una
tierra fértil sin arte ni trabajo, e inundada sin emanaciones pestíferas,
colocada entre dos mares próximos a las regiones más ricas, es fácil entonces
de comprender que el habitante del Nilo, agricultor por la naturaleza de su
suelo, geómetra por la necesidad anual de medir sus posesiones,
comerciante por la facilidad de sus comunicaciones, astrónomo, en fin,
por el estado de su cielo, abierto sin cesar a la observación, debió ser el
primero que pasase de la condición salvaje a la civilizada, y por consiguiente
el que adquiriese antes que otro los conocimientos físicos y morales propios del
hombre en el estado social.
La astronomía es una de las ciencias
más antiguas y al mismo tiempo de las más modernas.
Desdeñada hasta hace pocos años por el hombre de la calle como
una actividad contemplativa y ociosa en torno a objetos que nada tenían que ver
con la vida cotidiana, hoy día, en la era de los cohetes lunares y de los
satélites, hay que congratularse de que la importancia de esta ciencia haya
llegado a las mentes de un sector más nutrido de la población. La astronomía y
las ciencias vecinas están conociendo hoy un crecimiento verdaderamente
explosivo, que se traduce, sobre todo, en el número cada vez mayor de trabajos
y publicaciones científicas. La imbricación de la astronomía con otras muchas
ciencias vecinas, como son la física, la astrofísica, la meteorología, la
geología, etc. es cada día más evidente.
Lo cierto es que la astronomía no fue nunca, ni siquiera en los
primeros pasos de su evolución, una actividad puramente contemplativa e inútil
para la vida práctica. Los problemas del calendario, del cálculo del tiempo o
de la orientación en el campo y en el mar pertenecen a las bases mismas de
nuestra cultura y civilización y sólo pueden resolverse mediante observaciones
de los astros.
Además, la astronomía
tuvo en los primeros albores de su historia otra aplicación "utilitaria".
Según
la cosmovisión de entonces, toda la naturaleza como hemos dicho era animada y
estaba poblada de dioses, espíritus y demonios. Lo mismo ocurría con los
astros, sobre todo con la Sol,
el Luna y los planetas, que destacaban en el cielo por su aspecto llamativo o
por su especial movimiento. De la convicción de que estas divinidades astrales
influían directamente en los acontecimientos de la Tierra (periodos de sequía,
inundaciones, pestes, guerras, cambios de gobierno, etc.) nació la astrología.
Se observaba la trayectoria de los astros y se la comparaba con los sucesos de la Tierra. De los primeros
tiempos babilónicos (aprox. milenio II a.d.n.e.) conocemos, por ejemplo,
unas tablas que, en forma de crónica, confrontan determinadas constelaciones
planetarias con sucesos terrestres simultáneos. En el momento de ocurrir
constelaciones análogas se recurría a las tablas y se emitían pronósticos (omina
en latín). La conexión entre astronomía, astrología y religión (culto a
los astros, sacerdotes astrónomos) se observa prácticamente en todas las
áreas culturales de la antigüedad.
El deseo de conocer con antelación los designios de las
divinidades astrales llevó a estudiar cuidadosamente las trayectorias
planetarias, en la medida en que los medios de entonces (sin aparatos ópticos,
pero con instrumentos sencillos de medición de ángulos y dispositivos de
alineamiento) lo permitían. Las series de observaciones obtenidas así a lo
largo de muchos siglos e incluso milenios condujeron finalmente a valores
numéricos bastante precisos. Especialmente avanzado estaba el conocimiento de
la duración del año, del ciclo lunar y del movimiento de los planetas. En esta
fase del desarrollo de la astronomía no existía aún preocupación alguna por la
explicación teórica del movimiento de los astros.
La historia de la astronomía puede dividirse en dos grandes
etapas. Desde los comienzos de la humanidad hasta la aparición de Copérnico, el
hombre había dado palos de ciego en lo que se refiere a descubrimientos
básicos; su mayor interés se centraba en la creación de un calendario útil y en
la explicación del movimiento de los planetas, así como de los posibles motivos
mágicos y esotéricos. Es Copérnico quien, con su teoría heliocéntrica echó por
tierra todo lo antiguo e inició una nueva era.
Desde el origen, el hombre ha buscado explicarlo todo; cuando no
encontraba una explicación racional, acudía a la magia y a los dioses; si las
estrellas se movían, tenían que tener influencia en los asuntos mundanos. Unas
épocas en las que el hombre, dada la separación geográfica de los núcleos
importantes, explicaba las cosas a su manera. Aquí intentamos ver lo que cada
uno de esos pueblos creía y esperaba.
En Babilonia se reunían comerciantes de todas las naciones. En
sus escuelas se enseñaba la ciencia acumulada desde los tiempos de los
sumerios, tres mil años atrás. Muchos griegos acudieron a estudiarla, y así fue
como la cultura griega asimiló la ciencia babilónica. Fueron los griegos los
que llevaron a occidente el sistema sexagesimal babilónico, en virtud del cual
la circunferencia tiene 360 grados, una hora tiene 60 minutos, etc. Pero la
ciencia por excelencia en Babilonia era la astronomía, y así la palabra
"caldeo" pasó a ser sinónimo de "astrónomo" y, más
adelante, de "adivino". Los astrónomos caldeos elaboraron un
calendario lunar, formado por meses lunares de 28 días. Para mantener la
coherencia con el año solar establecieron ciclos en los que algunos años tenían
12 meses y otros 13. Los griegos adoptaron este calendario.
El calendario egipcio, a diferencia del babilónico, se apoyaba
en el ciclo solar. En el milenio IV a.d.n.e., se conocía ya el año solar de 365
días, con 12 meses de 30 días y 5 días complementarios.
El comienzo del año venía determinado por el orto heliaco de la
estrella Sirius, es decir por su primera aparición en el amanecer después de su
período de invisibilidad. Este acontecimiento coincidía originariamente con el
inicio de la crecida del Nilo. Observaciones posteriores revelaron un retardo
del orto heliaco de Sirios de 1 día cada 4 años. El orto heliaco de Srius y la
crecida del Nilo no volvían a coincidir hasta 1460 años después (período
sothíaco). De ahí se dedujo que la verdadera duración del año era de 365,25
días. A partir del 238 a.d.n.e. se agregó por eso a cada cuatro años un día
intercalado. Este fue el nacimiento del hoy conocido año bisiesto.
Aparte de diversas constelaciones estelares existía en Egipto
una división del zodíaco en 36 decanos, regidos por divinidades particulares.
Los mayas asumieron desde el tercer o cuarto milenio a.d.n.e.,
como mínimo un desarrollo astronómico muy polifacético. Muchas de sus
observaciones han llegado hasta nuestros días (p. ej. un eclipse lunar
del 15 de febrero de 3379 a.d.n.e.) y se conocían con gran exactitud las
revoluciones sinódicas de los planetas, la periodicidad de los eclipses. etc.
El calendario comienza en una fecha cero que posiblemente sea el
8 de junio de 8.498 en nuestro cómputo del tiempo, aunque no es del todo seguro.
A partir de ahí se contaba con las siguientes unidades: 1 kin=1 día, 1
uninal=20 kin, 1 tun=18 uninal, 1 katun=20 tun, 1 baktun=20 katun o 144.000
días. Los mayas tenían además un año de 365 días (con 18 meses de 20 días y
un mes intercalado de 5 días) y el período tzolkin de 260 días.
También la astronomía inca, en el Perú, tuvo en parte un gran
desarrollo. Los incas conocían la revolución sinódica de los planetas con
admirable exactitud. Según R. Muller y L. Locke, las anotaciones en los quipus
(cordeles con nudos) dan 115,8 d para Mercurio, 584,8 d para Venus y 399,88 d
para Júpiter. Los valores modernos son 115,88 d, 583,92 d y 398,88 d,
respectivamente. El calendario consistía en un año solar de 365 días,
repartidos en 12 meses de 30 días y con 5 días intercalados.
Todas las culturas pertenecientes al período en desarrollo
comentado tenían una cosa en común, y es que tomaban los fenómenos celestes
como fenómenos dados, sin buscar para nada explicaciones esotéricas o
religiosas ocultas. A la Tierra
se le atribuía la forma de un disco plano u otra parecida, rodeada por la
bóveda celeste, que en ocasiones se representaba incluso corporalmente (la Diosa del Cielo
Nut en los egipcios). Las desviaciones que pudiera haber en casos
particulares no contradicen para nada este esquema básico.
Al igual que en Babilonia, el antiguo calendario chino de
principios del siglo II a.d.n.e., es un año lunisolar con ciclos bisiestos de
19 años. La obra Calendario de tres ciclos, aparecida hacia el principio
de nuestra era y cuyo autor fue Liu Hsin, describe la historia de la
astronomía china desde el tercer milenio a.d.n.e.
Los astrónomos de la corte imperial china observaron fenómenos
celestes extraordinarios cuya descripción ha llegado en muchos casos hasta
nuestros días. Estas Crónicas son para el investigador una fuente muy
valiosa porque permiten comprobar la aparición de nuevas estrellas, cometas,
etc. También los eclipses se estudiaban de esta manera. Parece ser que ya a
finales del tercer milenio se condenó a muerte a los astrónomos Hi y Ho
por descuidar sus obligaciones y no anunciar a tiempo el comienzo de un eclipse
de Sol que marcaba el inicio de ciertos cultos.
Por el contrario, el estudio de los planetas y de la Luna no prosperó hasta el
siglo I a.d.n.e., en condiciones de proporcionar predicciones suficientemente
exactas de los fenómenos celestes y de los eclipses. Los períodos que se
consideraban eran enormes.
Según estos cálculos hacían falta 23.639.040 años para que los
planetas entonces conocidos ocuparan otra vez la misma posición relativa.
La antigua astronomía estelar china difiere mucho de la
babilónica y de la occidental. El ecuador celeste se dividía en 28 "casas"
y el número de constelaciones ascendía al final a 284.
EDAD
MEDIA: Pocos son los descubrimientos
y avances ocurridos en Europa en esa época; tras la decadencia de Grecia y Roma,
la cultura astronómica pasa al mundo árabe (quedando tan sólo
investigaciones alquimistas y mágicas), para ser retomada después de nuevo por
la cultura occidental
ASTRONOMÍA MODERNA: Como ya hemos tenido oportunidad de citar, la
teoría heliocéntrica de Copérnico lanza a Europa occidental a una carrera sin
fin, avance tras avance, casi ininterrumpidamente hasta nuestros días. A
Copérnico le sigue Tycho, a Tycho, Kepler, a éste último, Galileo y después
viene Newton; son dos siglos de intensísimos avances no sólo en astronomía,
sino en todas las ramas de la ciencia.
A partir de Newton la carrera se ralentiza un poco; no obstante,
se continúa avanzando sin pausa. Una vez asentadas las bases de la astronomía
moderna, toda una serie de investigadores van, uno tras otro, ampliando el
campo de conocimientos. Se descubren nuevas ramas, se amplía el campo de
investigación gracias a las mejoras del instrumental y a descubrimientos
decisivos en otras áreas de la ciencia. Ya en nuestro siglo se realizan
importantes avances para descubrir las bases de la materia y el origen del
universo, entra a formar parte de las disciplinas científicas la Arqueoastronomía.
MEDIDAS DE TIEMPO: Microsegundo: millonésima de segundo.
Nanosegundo: milmillonésima de segundo.
Picosegundo: billonésima de segundo.
Día solar medio: 24 horas. Fue primeramente adoptado por los
egipcios.
Día sideral: (se calcula con respecto a las estrellas) 23
horas 56 minutos 4 segundos.
Semana: Contiene siete días. Fue primeramente
adoptada por los babilonios, los judíos la adoptaron de estos. Para estos el
séptimo día el sabat tiene un significado religioso, y en ese día se descansa.
Los romanos organizaron la semana de acuerdo
al sol, la luna y los cinco planetas conocidos por ellos. Por esa razón les
dieron a los 7 días de la semana nombres afines como Domingo: dies solis o día
del Sol, Lunes: dies lunae o día de la
Luna, Martes: día de Marte, Miércoles, Jueves, viernes y
sábado correspondían a Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno respectivamente. En
castellano se llama al sábado en honor al Sabbat, día de descanso judío; y
domingo es el día del señor, dios cristiano.
En ingles derivan en parte de los romanos como
es el caso de sábado (saturday, día de Saturno), domingo (sunday, día del Sol)
y lunes (monday, día de la Luna),
los restantes corresponden a la denominación germana: Marte es Twesday (Tiw’s
day o día del dios Tiw equivalente de Marte), Miércoles es Wednesday (Woden’s
day; Mercurio), Jueves es Thursday (Thor’s day; Júpiter), Viernes es Friday
(Frigg’s day; Venus).
Mes sidonico: de luna nueva a luna nueva, 29.52 días. Los
meses contenían de 29 a 30 días.
Año solar o
sideral: (tiempo que ocupa la
Tierra en recorrer el Sol) 365 días 6 horas 9 minutos 10
segundos.
Año tropical: (base de los calendarios occidentales
actuales) 365 días 5 horas 48 minutos 45 segundos.
Año lunar: contiene 12 meses lunares, 354.36. Utilizado
en la antigüedad como calendario por las culturas de cazadores.
Año Copto (iglesia cristiana de Egipto): 1996 = 1714.
Año Hebreo: 2003= 5763. Su primer año fue en occidental
3760 a.d.n.e., fecha en la cual según los rabies judíos habría comenzado el
mundo. Su año varia de 353 a 385 días. Tiene 12 meses lunares que son Tishri,
Cheshvan, Kislev, Tebet, Shebat, Adar, Nisan, lyar, Sivan, Tammuz, Ab y Elul.
Los meses tienen de 29 a 30 días. Debido a que a veces sobran 11 días, se
agrega un 13º mes (llamado ve-Adar) siete veces durante cada ciclo de 19 años.
Año Musulmán: Lo cuentan a partir de que su profeta,
Mahoma (570-632), huyo de la Meca
hacia Medina dando comienzo a la hégira, en el año que para la cultura
“occidental” es 622, el 16 de julio. Es un calendario lunar que tiene 354 o 355
días por año. Tiene 12 meses lunares de 29 a 30 días. Debido a que el año es
corto, un mes se mueve para atrás a través de todas las estaciones completando
un ciclo cada 32 años y medio. Los mese se llaman Muharram, Safar, Rabi I, Rabi
II, Jumada I, Jumada II, Rajab, Shaban, Ramadan, Shawwal, Zulkadah, y
Zulhijjah.
Año Cristiano: Antiguamente los años se contaban de acuerdo
al tiempo de gobierno del rey. En el año 575 un monje llamado Dionisius Exidius
sugirió que se contaran los años desde el nacimiento de Jesús Cristo (del
griego cristos que significa el ungido) designándolo 1 AD (Anni Domini: año del
señor).
Año romano: lo contaban a partir del 753 a.d.n.e.,
(según los cálculos del historiador romano Varron) la fundación de Roma, que
ellos llamaban AUC o Anno Urbis Conditae, que en latín significa año en que se
fundo la ciudad.
Año Azteca: de 365 días, 18 meses de 20 días cada uno,
con otros 5 intercalados.
Año egipcio antiguo: duración 365 días, se regían por la
inundación del Nilo. Al año lo dividían en 12 meses de 30 días cada uno (sin
prestar atención a las fases lunares), más los cinco días festivos extra que no
pertenecían a mes alguno.
Año babilonio: 360 días divididos en doce meses lunares de
30 días cada uno.
Calendario Celta: tenía 62 meses lunares entre los cuales
intercalaban 2 meses. Ajustaban el calendario lunar con el solar intercalando
30 días extras que intercalaban en fases de 2 a 3 años.
Calendario Juliano: (impuesto por Julio Cesar en Roma, en el 45
a.d.n.e.) Era solar-lunar, y tenía un año de 365 días dividido en meses de 30 y
31 días, y un mes de 28 días. Cada cuatro años se introducía un año de 366 días
llamado bisiesto, el día de más se introducía en febrero que pasaba de 28 a 29
días. El año comenzaba en marzo, diciembre (que deriva de la palabra latina
para diez) era el décimo mes del año. A partir de 153 los emperadores
comenzaron el año el 1 de enero.
Calendario
Gregoriano: Introducido en 1582 por
el papa Gregorio XIII, comprende al año tropical solar, y al día solar.
Modificó al calendario juliano, ya que no siempre cada 4 años se daba un año bisiesto. En este nuevo
calendario solo se daba un año bisiesto si este era divisible por 4, excepto
los terminados en 00 que tenían que ser divisibles por 400. Por ejemplo 1984 y
1600 son bisiestos mientras que 1800 y 1900 no lo son. Se rigen por este
calendario todos los países occidentales más Japón, China y Egipto. Inglaterra
y sus colonias comenzaban el año el 25 de marzo, hasta 1752.
Calendario Maya: era lunar y solar, comprendía meses de 18 a
20 días y un periodo de 5 días al final del año.
Antiguo Testamento
Vigilia: los hebreos tenían tres vigilias nocturnas
de aprox. igual duración.
Nuevo Testamento
Hora: el día se contaba desde la salida del sol
hasta la puesta del mismo, y se dividía en 12 horas. De la misma manera se
dividía la noche que se contaba desde la puesta del sol hasta su salida.
Vigilia: cada una de las cuatro partes en que se
dividía la noche.
Las unidades de tiempo a lo largo de la historia han permanecido
con escasa variación: el día, el mes lunar, el año solar, la hora, el minuto
‘primo’ y el ‘minuto’ segundo, todos se desarrollaron a partir de ciclos
naturales casi-periódicos y sus divisiones sexagesimales de la tradición
astronómica babilónica (milenio 5 a.d.n.e.), ligando dichos periodos a
similares graduaciones angulares. El sistema de numeración sexagesimal parece
elegido por su facilidad de partición entera, pues resulta el más efectivo
respecto al mínimo común múltiplo de los primeros números naturales: mcm (1,2)=2,
mcm(1,2,3)=6, mcm (1,2,3,4)=12, mcm(1,2,3,4,5)=60, mcm(1,2,3,4,5,6)=60,
mcm(1,2,3,4,5,6,7)= 420). Tanto arraigo tienen las unidades naturales de tiempo
que la adopción de un sistema métrico, con relojes que sólo marquen segundos,
kilosegundos y megasegundos (que con una modificación adecuada se podría hacer
coincidir con el día solar medio), no han prosperado nunca, ni aun en la fiebre
de la metrificación en Francia en que estuvo legalmente en vigor durante 12
años esta hora métrica. El problema no sólo era el de desechar todos los
mecanismos de relojería existentes (el calendario con semanas de 10 días y
meses poéticos no implicaba más que cambios de papel), sino el del cambio de
mentalidad y de tradiciones.
En resumen, el origen del S.I. puede situarse en 1791, durante la Revolución Francesa
(iniciada en 1789 y finalizada con el golpe de estado de Napoleón en 1799), año
en que la Asamblea
Nacional encargó a la Academia de Ciencias que pusiera orden en los
pesos y medidas. Participaron Lagrange, Monge, Laplace, Talleyrand,…,
presididos por el astrónomo-cartógrafo-marino Borda y siendo Lavoisier el
secretario. En 1791 la Asamblea Constituyente aceptó la propuesta del
sistema "métrico". Desde 1791 hasta 1799 trabajó la expedición
geodésica (Borda, Delambre y Méchain) para medir los 10º de arco del meridiano
de París desde Dunquerque a Barcelona (ambas a nivel del mar). En 1799 se
convocó una reunión internacional, la Conferencia del Metro a la que sólo acudieron
representantes de 8 países (estado revolucionario), y ese mismo año se aprobó
la ley en Francia. Luego Napoleón no le hizo mucho caso (aunque sus conquistas
ayudaron a extender el sistema métrico por toda Europa), pero a partir de 1837
se llegó a penalizar el uso de las unidades antiguas.
EL SOLSTICIO
DE VERANO.
Ya hace miles de años que los hombres se
reúnen para celebrar este día tan importante del año en el que la noche es la
más corta y el día él mas largo. El Sol ha llegado a su Cenit y a partir de
aquí comenzará su descenso, las noches se harán poco a poco más largas hasta
llegar al Equinoccio de Otoño en el que de forma rápida y progresiva las
tinieblas de la noche llegaran a su límite en el Solsticio de Invierno.
Entonces se producirá el fenómeno inverso, y los días se harán poco a poco más
largos hasta llegar al Equinoccio de Primavera en el que progresiva y
rápidamente la luz llegará a su máximo esplendor en el Solsticio de Verano.
Año tras año se produce la misma maravilla. El maravilloso
espectáculo de la naturaleza regenerándose por ella misma, "Año tras
año".
Quizás fue esto lo primero que el hombre
contempló, convirtiéndose en un ferviente y agradecido adorador de la Sol.
La Sol es el ejemplo mas claro y evidente, de la
energía que hace que todo se mueva. Sin el calor del Sol, la vida no existiría.
Nuestros antepasados, tenían muy claro la necesidad y la
suerte que suponía tener a este astro como aliado. Muy pronto, nadie sabe
cuando ni como, nació la necesidad de celebrar fiestas al Sol, así surgieron
las fiestas de los Equinoccios y los Solsticios.
Es decir los momentos del año en que los días
y las noches son igual de largas, o sea los Equinoccios, y la noche y el día
más largos, es decir los Solsticios.
La principal fiesta era la de la primavera, en
la que el hombre da las gracias de que la Naturaleza vuelva a despertar y que a partir de
los 0 grados de Aries, es decir el 21 de Marzo, (punto Vernal o equinoccio de
primavera) el Sol ejercerá su dominio sobre la oscuridad de la noche. Esto
permitirá que la hierba brote, que salgan las flores y que maduren los frutos.
Esta es la razón, por la que los egipcios adoraban al Cordero, es decir,
"Aries", la fuerza regeneradora de la naturaleza, la simiente que
fermentó en la oscuridad del invierno y que ahora va a dar su fruto. Es la Pascua de los hebreos y de
los cristianos, es el paso, la salida de Egipto, en el que se sacrifica un
"cordero de un año".
He aquí el simbolismo de la celebración sincretizada cristiana de la Pascua, la resurrección de
Cristo, el Cordero de Dios, o más bien dicho "el carnero", es la
regeneración del hombre por el hombre.
A continuación, encontramos la fiesta de San
Juan, cristianización del año nuevo guanche que es la que nos ocupa. El fuego,
es decir el Sol, es el gran protagonista que aquí ha llegado a su apoteosis. El
día domina sobre la noche, empieza su descenso pero lo hará muy despacio, antes
se entretendrá en su dominio, el signo de Leo, y reinará en su trono
infligiendo un serio castigo con sus rayos que lo harán madurar todo.
Esta es una fiesta muy antigua, quizás tanto
como el propio ser humano. Hace mas de cinco mil años, los egipcios ya la
celebraban con gran homenaje pues coincidía en aquel entonces con la aparición
en el firmamento de la estrella Sotis, Sirius la gran estrella. Hoy en día,
debido a la precesión de los equinoccios ya no coincide y la estrella Sirius no
se hace visible hasta los 15 grados de Cáncer, más o menos sobre el 6 ó el 7 de
Julio.
El equinoccio de otoño, bajo el signo de Libra, corresponde a la fiesta
de la vendimia, que desgraciadamente ha desaparecido del calendario. Son las
fiestas de Dionisio o Baco, regidas por Venus que es la regente del signo de
Libra. El ciclo diurno de Venus, hace que el planeta se nos aparezca
alternativamente al Este y al Oeste, (estrella del alba y del crepúsculo)
convirtiéndose en símbolo de la muerte y la regeneración, tal como lo remarcará
el signo de Escorpio el reino de la muerte y la regeneración; aquí si que la
tradición cristiana hace mención con la celebración de la fiesta de los
difuntos. ¿Quizás debido a la tendencia escatológica, tan evidentemente
manifiesta en la
Iglesia Católica? Aún y así, Venus nos recuerda la misma
trayectoria del Sol.
Finalmente tenemos el Solsticio de Invierno,
la fiesta del Fuego Sagrado, la gran fiesta de la noche, de esta larga noche
que lleva en sus entrañas al Sol Naciente. La faz de la Diosa que vuelve para reinar sobre la oscuridad de
la noche, simbolizado por los tenikes, fuego del hogar que dará calor a la
helada noche de invierno.
¿Por que festejamos tan especialmente esta fiesta cuando la Sol esta en
su cenit?
"Es durante los tres meses de primavera que según los filósofos
herméticos, hemos de recoger esta preciosa y fecundante materia que vemos en el
mundo exterior cuando todo reverdece y florece. Pero cuando llega a su máxima
apoteosis y al máximo de sus efectos, estamos a 21 de Junio. Entonces las rosas
están en flor, los frutos se preparan y los prados están verdes, es ciertamente
el Verano que comienza después de las sombras de los días de Invierno, en el
que las simientes estaban heladas en una Sol desnuda". (EH, alquimista y
astrólogo)
La importancia de las puertas solsticiales, así se refieren los
antiguos, es muy evidente en todas las culturas. Los hindúes hablan de ellas
abundantemente y le atribuyen a Capricornio la entrada de los dioses y a Cáncer
la entrada de los hombres.
Es decir el DEVA-YANA (vía de los dioses) y el PITR-YANA (vía de los
antepasados). Es evidente que los Solsticios tienen un carácter iniciativo en
la tradición, y la medianoche, es decir las cero horas es el punto mas elevado.
Si la culminación de la Sol
es el mediodía, la de la "Sol espiritual" es la media noche.
Los griegos conocían muy bien este simbolismo, y el término "puerta
de los dioses y puerta de los hombres" pertenecen a la tradición griega y
tenía una gran importancia entre los pitagóricos. Homero, Numenio y Porfirio en
su obra "El antro de las ninfas" lo pone de manifiesto.
También entre
los Latinos encontramos este simbolismo vinculado al dios Jano.
Jano es el portero “Ianitor” el que abre y cierra las puertas del ciclo anual.
Es interesante destacar que Ianus, procede de la raíz Ire de la que también
procede initatio, iniciación.
A este dios se
lo representaba con dos caras, una mirando hacia cada lado y llevando unas
llaves en su mano que son su principal atributo, ya que con ellas abre las
puertas solsticiales. Ianus como lo llamaban los romanos, da nombre al mes de
Enero (Ianarius) y probablemente al mes de Junio. La fiesta de Jano se
celebraba en los dos Solsticios. También es interesante el hecho de que estas
llaves que abren estas dos puertas, sean las mismas que en el cristianismo
lleva San Pedro y abren las puertas del Cielo. Estas llaves eran una de oro y
la otra de plata, una era la de los "grandes misterios" y la otra la
de los "pequeños misterios".
En la mitología
católica, las fiestas solsticiales se convierten en los dos San Juan, que se
celebran en las proximidades de los solsticios si bien en el solsticio de
invierno coincide más claramente con la Navidad.
El que ha llegado
a su máximo no puede sino disminuir, y el que ha llegado a su mínimo no puede
sino por el contrario que empezar a crecer. Esta idea se encuentra expresada
muchas veces en el Tao-te King, son las vicisitudes del Yin y el Yan. Por esta
razón, el solsticio de verano señala el comienzo de la mitad descendente del
año Solar.
He aquí la importancia y la trascendencia de
la fiesta que celebramos en el año nuevo guanche y que siempre el hombre ha
celebrado girando en torno del fuego de Media Noche. Fuente consultada: Josep
Pratginestós.
El Calendario en la sociedad guanche:
“Hacían entre año, (el
cual contaban ellos por lunaciones) muchas juntas generales; y el rey que a
sazón era y reinaba, les hacía el plato y gasto de las reses, gofio, y manteca,
que era todo lo que darse podía; y aquí mostraba cada cual su valor, haciendo
alardes de su gracias en saltar, correr, bailar aquel son que llaman canario,
con mucha ligereza y mudanzas, luchar, y en las demás cosas que alcanzaban; y
no es poco de maravillar, que hombres tan valientes, de tanta fuerza y ligereza
y tan delicados ingenios como dellos han salido.
Fray Alonso de Espinosa, “Historia de Nuestra Señora de
candelaria” Lib. III. Cap. IV, pag. 38
El mismo autor, en el libro II, cap. II, pag. 51, refiriéndose a
la posible llegada de la
Chaxiraxi a la isla dice: “Aunque averiguar el año y
tiempo en que esta sagrada imagen apareció sea cosa muy dificultosa, porque ha
venido de mano en mano hase ido perdiendo la memoria; con todo aquesto,
aprovechándome de las antiguas pinturas que esto refieren y sirven de escritura
y de la computación de las lunas y que los antiguos naturales usaban, vendré
rastreando a dar con lo más averiguado que es: el año mil y cuatrocientos
(...)”
“El número del día por los soles
y el de meses y años por lunas,
contaban con buen orden y concierto
y como eran de cuenta, tenían cuenta”
Antonio de Viana (Canto I, versos
608-611, pag. 30.
Abreu Galindo en su “Historia de
la Conquista
de las Siete islas de Canaria”. Lib. III, cap.IV, pag. 270 dice: “Tenían
gran cuenta con los días, por las lunas, a quien tenían gran veneración y con
el sol”.
El historiador gran canario Tomás Arias Marín de Cubas
(1643-1704), concreta un poco más y nos
dice: “Contaban su año llamado Acano por lunaciones, de veinte y nueve soles
desde el día que aparecía nueva empezando por el estío, cuando el sol entra el
Cancro (“cancer”=cenit) a veinte y uno de junio en adelante la primera
conjunción...(Historia de las Siete islas de Canaria”) Lib. II, cap. XVIII,
pag. 254.
Francisco García Talavera y José M. Espinel Cejas, en su obra “Juegos
Guanches Inéditos” nos proporcionan una visión más amplia de la cuestión:
“Los guanches se servían de sencillos instrumentos para seguir
el curso del Sol, elaborados con materiales del entorno, por ejemplo, varillas
cruzadas que servían para determinar con gran precisión el paso de Magek, el
astro rey, el “Dios”..., por el cenit. El solsticio de invierno, el de verano, el
equinoccio de primavera y el de otoño eran igualmente susceptibles de ser
calculados por este procedimiento. Es lógico, pues, pensar que entre los
guanches precoloniales prevaleciera la idea de computar el tiempo mediante el
periodo de revolución lunar en torno a la Tierra, fácilmente determinable por
la repetición rápida y regular de las fases de la luna...