miércoles, 14 de septiembre de 2022

LA CAÍDA DEL MURO CAPITALISTA

 

LA CAÍDA DEL MURO CAPITALISTA

Como en la crisis de 2008, en los próximos tiempos volverán a intentar que lo público, ese actor inútil cuando las cosas van bien, salve los muebles para que el mundo siga girando

GERARDO TECÉ

 

Fotograma de El club de la lucha (1999).

Como Tyler Durden y Marla Singer observamos por la ventana el derrumbe de las torres que forman nuestro paisaje. Aunque los protagonistas de la mítica escena de El Club de la Lucha (1999) nos daban la espalda, no hacía falta verles las caras para saber que, mientras todo saltaba por los aires, ellos se encogían impactados. Fuera de la pantalla nada es igual. Septiembre del año 22. Asistimos desde casa al derrumbe de las grandes torres capitalistas, las teorías de la mano invisible con las que han crecido varias generaciones están colapsando. Lo percibimos como el que ve llover, como se decía en épocas en las que llovía. El mayor derrumbe ideológico desde la caída del Muro de Berlín nos ha pillado con un grado de imperturbabilidad que no salvarían ni los Pixies sonando de fondo. Y es que no hay quien mantenga la atención a este ritmo de dos fines del mundo por semana.

 

La mano invisible regula y ordena la economía, así que toda intervención del Estado es un incordio y un freno para el desarrollo, nos aseguraron durante décadas los grandes gurús del capitalismo desmelenado. Hoy tenemos la certeza de que siempre mintieron. Ha quedado demostrado que la intervención estatal, lejos de ser un incordio o un freno, es hoy la única tabla de salvación cuando vienen curvas. Si era cierto que la mano invisible ordenaba la economía, deberían habernos explicado entonces la economía de quién ordenaba, porque la de las familias siempre ha sido un desorden continuo con la mano invisible apretándoles el cuello. Hoy nadie se lo cree. Si no te emociona ver a la derecha española dando por muerta su teoría económica, pidiéndole al gobierno que intervenga en este y aquel sector, es que no tienes corazón. Ni sentido del humor. Austria limita el precio de la electricidad poniéndole un tope de 10 céntimos el kilovatio/hora. Escocia prohíbe los desahucios y limita el precio de los alquileres. Francia nacionaliza la mayor compañía eléctrica europea. España interviene el mercado laboral prohibiendo despidos durante la crisis y negocia con las grandes superficies de alimentación rebajas en sus márgenes de beneficio. Europa limitará precios en el mercado energético. Medidas imposibles hasta hace nada por las cuales uno era calificado como peligroso comunista. Entre los escombros del derrumbe puede escucharse a los gurús silbando en modo disimulo. Asegurando que es algo temporal, que es lo que aseguran las parejas que se dan un tiempo para hacer la ruptura menos dura.

 

Como el Muro de Berlín, el muro capitalista que hoy se derrumba siempre estuvo bien vigilado y protegido por especializados francotiradores dispuestos a neutralizar a quien se atreviese a cruzarlo. Al otro lado no hay nada, gritaban fusil en mano no fuese a haber algo mejor que esto más allá. Ya estamos en más allá. Hoy, con el muro capitalista lleno de grietas, sabemos que la mano invisible no regulaba nada, sino que pactaba precios en sectores controlados por los dueños de los productos básicos. Que los precios no variaban según la aséptica ley de la oferta y la demanda, sino que lo hacían en función de cuánto decidían engordar sus cuentas a final de año las grandes empresas. Hoy sabemos que el modelo ultraliberal es inútil para hacer frente a los grandes problemas, cuando no culpable de ellos. La teoría capitalista se ha derrumbado, pero el capitalismo sigue gobernando. Como en la crisis de 2008, en los próximos tiempos volverán a intentar que lo público, ese actor inútil cuando las cosas van bien, salve los muebles para que el mundo siga girando. En el próximo giro, intentarán que nada haya cambiado. Igual lo consiguen, quién sabe. Pero para entonces ya sabremos que la teoría sobre la que se sostiene el modelo neoliberal se ha demostrado un fraude. Igual para entonces algunos dejan de repetir aquello de vete a vivir a Cuba por exigir acceso a bienes básicos. A Cuba o a cualquier otro país europeo, podríamos responderles.

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