lunes, 26 de septiembre de 2022

SÉ DE UN LUGAR

 

SÉ DE UN LUGAR 

MAITÉ CAMPILLO

Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, porque la vida es aquí y ahora mismo. Un día me animé y cuando ya había pasado le dije, casi cobardemente: TE AMO; ella se detuvo, se dio la vuelta y me dijo: YO TAMBIÉN. Entonces, se me escaparon de las manos los globos que vendía en la plaza y el cielo del sábado, se llenó de colores (Poeta cantautor argentino Facundo Cabral asesinado el 9 de julio de 2011 en Guatemala. Frases y palabras que lo dicen todo, chorro de luz, manantial en combate de primaveras)

 

 

Sé de un lugar para ti

Un lugar donde a la mascada no le falte alimento ni lucha por ello aunque engrillen mi libertad. Sé de un lugar, un lugar para ti, donde las fuentes de manantial sacian la sed de los caminantes y los bancos nunca faltan en los parques, donde cobijar no el dinero, sino el descanso. Ese lugar existió, no es una invención, la mentira no tuvo espacio y la verdad, se valoró, tanto como la vida. Un lugar donde el viejo Iván Borovika a sus 92 años, seguía integrado, sentado en un banco de la plaza donde respiraba el olor de las flores y expandía con total lucidez su memoria; aún se atrevía a dar paseos por las alamedas, que rodeaban el municipio donde via, en una

pequeña casa con su huerto y sus flores con sus frutas y verduras. No es un cuento así nomás por contar, es un lugar donde lo que debía importar, importaba tanto como


toda su gente. Un lugar donde el viejo Iván fue considerado como el abuelo de todos, el que más años tenía, un lugar para ti por su cultura y su sonrisa eterna, respetada, escuchada y querida. Hacia él lle Tatiana, andaba recopilando historias y aunque muy joven, soñaba con ser escritora, quería ver y conocer al abuelo de la aldea de cuando resistieron la brutal ofensiva; hasta allí llegó para convivir, como una más, acompañando sus días y noches en plática diaria y un poco de café, que le ofrecía gustoso el viejo Iván. Así es que empezó a narrar su historia a Tatiana, que tan bien describiera, el célebre Gorki, en su libro La Madre:

 

 

 

<<Cada mañana, entre el humo y el olor a aceite del barrio obrero, la sirena de la fábrica mugía y temblaba. Y de las casuchas grises salían apresuradamente, como cucarachas asustadas, gentes hoscas, con el cansancio todavía en los sculos. En el aire frío del amanecer, iban por las callejuelas sin pavimentar hacia la alta jaula de piedra que, serena e indiferente, los esperaba con sus innumerables ojos, cuadrados y viscosos. Se oía el chapoteo de los pasos en el fango. Las exclamaciones roncas de

las voces dormidas se encontraban unas con otras, injurias soeces desgarraban el aire. Había también otros sonidos, el ruido sordo de las máquinas, el silbido del vapor. Sombrías y adustas, las altas chimeneas negras se perfilaban, dominando el barrio como gruesas columnas. Por la tarde, cuando el sol se ponía y sus rayos rojos brillaban en los cristales de las casas, la fábrica vomitaba de sus entrañas de piedra la escoria humana, y los obreros, los rostros negros de humo, brillantes sus dientes de hambrientos, se esparcían nuevamente por las calles, dejando en el aire exhalaciones húmedas de la grasa de las máquinas. Ahora, las voces eran animadas e incluso alegres, su trabajo de forzados había concluido por aquel día, la cena y el reposo los esperaban en casa. La fábrica había devorado su jornada, las máquinas habían succionado en los sculos toda la fuerza que necesitaban. El día había pasado sin dejar huella, cada explotado había dado un paso más hacia su tumba, pero la dulzura del reposo se aproximaba, con el placer de la taberna llena de humo. Los as de

fiesta se dormía hasta las diez. Por la tarde, paseaban perezosamente por las calles, los que tenían botas de goma, se las ponían aunque no lloviera, y los que poseían un paraguas, lo sacaban aunque hiciera sol. Al encontrarse, se hablaba de la fábrica, de las máquinas, o se deshacían en invectivas contra los capataces. Apenas si alguna idea, pobre y mal expresada, arrojaba una solitaria chispa en la monotonía gris de los días. Los jóvenes permanecían en el café u organizaban pequeñas reuniones en casa de alguno, tocaban el acordeón, cantaban canciones innobles, bailaban, contaban obscenidades y bebían. Extenuados por el trabajo, se embriagaban fácilmente, la bebida provocaba una irritación sin fundamento, mórbida, que buscaba una salida. Entonces, para liberarse, bajo un pretexto fútil, se lanzaban uno contra otro con furor bestial. Se producían riñas sangrientas, de las que algunos salían heridos; algunas veces había muertos>>.

 

 

 

El viejo Iván  Borovika, había sido uno de esos tantos jóvenes que tuvo la gran suerte de conocer un día en la fábrica, unos muchachos que le hablaron de una sociedad


distinta; empezó junto a ellos a organizarse, reunirse, repartir pasquines, tomar conciencia, ayudar a que otros la tomasen y ver la vida de otra manera. Borovika había empezado a sentirse así mismo con una seguridad que desconocía, a

profundizar y dar sentido a las cosas sumando sentimientos, que le transmitían fuerza, firmeza interna y valor aún en medio del silbido de las balas y conocer camaradas como Katia, a la que unió amor, ideal y causa por la que merecía la pena luchar. Compartieron momentos difíciles, convulsos de agitación contra el imperio zarista y patronos explotadores esclavistas; tiempos de impotencia, humillación y mucha represión. Conoció la cárcel, la tortura, la persecución, el destierro y la dureza de una clandestinidad, a la que había que ceñirse férreo, además del alejamiento de Katia, hasta la llegada de la Revolución. Se reencontraron, y ahí en la sociedad por la que ambos pelearon por la que habían soportado todo tipo de represalias, el joven Iván, promete no separase de ella jamás y compartir juntos esa recta final que ya había empezado a desvanecerse ante sus ojos bañados por el triunfo. Con la garantía soñada de que el pasado, ese feudalismo cruel ya no se repetiría jamás, y que el futuro era el presente que estaban vivenciando, el despertar del mañana mismo, el mágico amanecer luminoso en medio de un cielo despejado hasta gritar de emoción: LO HEMOS LOGRADO! En la sonrisa de ambos brotó el color del ánimo fresco de reivindicaciones sobre los perfiles definitivos de la victoria. Iván cumplsu promesa de seguir soñando juntos y despiertos porque no solo es justo sino necesario, compartir, crear y seguir, siendo pueblo un lugar donde vivir y amar como una más,

al sur de Ucrania, donde vivía toda su familia campesina y allí juntos trabajar la tierra, ese pedazo de tierra que le prometió al lado de sus abuelos; un lugar donde brotan las flores, donde los ríos emanan su propia danza y los montes esperan sus pasos; un lugar donde la nieve amansa las fieras donde sentir la hierba la lluvia y el sol; un lugar donde las hojas de los árboles abunden en la acaricia y refresquen las uvas no de ira sino de besos junto al trigo y los girasoles mecidos por el viento y el run-run de las abejas produciendo, junto a los hijos del sol y las altivas amapolas rojas de la Revolución revoloteando al son de los almendros del viejo árbol.

 

 

 

Pero un día llegaron los nazis con 134 divisiones con máxima capacidad de lucha y

73 divisiones más para el despliegue detrás del frente invadiendo la tierra soñada un

22 de junio de 1941. Tres grupos del ercito que contaban con más de tres millones de soldados alemanes apoyados por 650 mil soldados de los aliados de Alemania (Finlandia y Rumanía) a los que se sumaron unidades, de Italia, Croacia, Eslovaquia

y Hungría. Atacaron a lo largo de un amplio frente que iba desde el Mar Báltico, en el norte, hasta el Mar Negro en el sur; ahí se encontraban Iván y Katia, que pudieron

huir e incorporarse a la resistencia a seguir luchando con la rabia de ver su tierra invadida. Había llegado la bestia que no cejaba de asesinar a cuanto civil se encontraba en su avance. Iván se destacó en su grupo desde la retaguardia asentando duros golpes y bajas a las tropas nazis. Fueron cercados por un destacamento nazi; Iván logra escapar, pero la mayoría de sus camaradas fueron asesinados y Katia en la huida cayó herida, fue hecha prisionera, violada, torturada e interrogada se negó a decir donde se escondían los guerrilleros. Ultrajada y herida la llevaron a su pueblo


donde fue paseada desnuda y rapada, finalmente ahorcada. Iván sufrió por Katia, siguió luchando con la misma rabia de todo un pueblo contra el mayor ejército de asesinos del mundo. Vencido el ejército nazi con la entrada en Berlín del Ejército Rojo; Iván, que era uno de ellos, volvió a su casa y a su huerto, a su pueblo al sur de Ucrania. Había dejado atrás lo que más quería, su camarada de lucha, su compañera de vida, lo que más quería.

 

 

 

El sevillano Jesús de la Rosa Luque, cantó a la vida con una voz tan propia, fresca y penetrante que merece un espacio en esta nota, donde los sencillos que construyen y comparten tienen cabida por su entrega en momentos duros teniendo en cuenta que para crear, y poder expresarse como una quisiera, no es fácil su época, era de

represión y censura donde poder mostrar sueños gigantes sentimientos más profundos y palpables. De la Rosa fue fundador de Triana, banda de rock andaluz, músico y

líder indiscutible en el que destacó como teclista, cantante y compositor, desaparecido tras un accidente mortal de carretera (Sevilla, 5 de marzo de

1948- Burgos, 14 de octubre de 1983): ''Abre tu corazón que hoy vengo a buscarte, sé de un lugar, sé de un lugar para ti, donde pronto amanece, donde brotan las flores, donde el río y el monte se aman, donde el niño que nace es feliz''. Sé de un lugar... un lugar donde juntarse y compartir, donde amar y jugar en libertad ajustando sentimientos y palabras de ensoñación para reír y también llorar. Sentir y vivir en eco de tu voz los almendros floreciendo cual mariposas sus pétalos en danza; abunden los humedales naturales las marismas repletas de vida y no el asfalto de la muerte del musgo y las aves luchando entre plantas y mil flores al aleteo del trino de los pájaros

y los ríos vuelvan al cauce las aguas; un lugar donde ni los sueños ni la libertad son palabra hueca ni ácida ni áspera ni mentira ni trampa. Sé de un lugar... un lugar donde crecer y desarrollar la palabra avivando la esperanza contra la ciudad de la trampa; donde no se atreva aplastar la sombra del monstruo de la tortura la vida de los seres humanos; donde su futuro essellado contra el olvido y explotación; un lugar de palabra, no de palabras precipitando la agonía, un lugar para ti incorporando la luz a las huellas de los desaparecidos, como un memorial de agravios comunes que conviene saber el qué defender y a quién amar como dijera Roque Dalton en su

Tercer poema de amor:

A quienes te digan que nuestro amor es extraordinario porque ha nacido de circunstancias extraordinarias diles que precisamente luchamos

para que un amor como el nuestro (amor entre compañeros de combate) llegue a ser en El Salvador

el amor más común y corriente casi el único.

 

 

 

Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey) La Haine

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