sábado, 10 de septiembre de 2022

EL INDIO DE LAS TRES MIL

 

EL INDIO DE LAS TRES MIL

Quienes defendemos la exótica idea de que la historia debe ser construida con herramientas democráticas no podemos evitar señalar la anomalía monárquica. Pero alguien que sufrió los bombardeos nazis merece un cariñoso adiós

GERARDO TECÉ

Isabel II, reina de Inglaterra.

El indio de las Tres Mil Viviendas fue un tipo al que te encontrabas por cualquier rincón de la ciudad de Sevilla subido a su bicicleta, sin camiseta, con un arco en la mano y una pluma anclada en su rapada cabeza. Rara vez alguien lo trató personalmente, pero años después de su muerte la ciudad lo sigue recordando y venerando. Fuese lo que fuese lo que hiciera, lo hizo mejor que nadie. Las divinidades funcionan así. Isabel II ha sido –es– uno de esos extraños casos de tótems de la política que marcan no a una, ni a dos, sino a tres generaciones completas. Los más monárquicos del Reino Unido presumen hoy, orgullosos, de que la Ma’am despachó con 15 primeros ministros, 7 papas de Roma y ni se sabe cuántas Copas de Europa del Madrid. El principal mérito de Isabel II ha sido el de saber ejecutar como nadie el papel teatral de monarca, esa extravagancia disfrazada de solemnidad mediante la cual seres humanos son convertidos en falsos dioses mediante un pacto tácito apoyado por la gran mayoría del pueblo británico. Un pacto que conlleva, entre otras cosas, atribuirle a Elizabeth The Second méritos que no le corresponden a ella, sino a una genética longeva, un pacto que consiste en no decir en voz alta que si la reina ha sobrevivido en el cargo a Churchill y a Boris Johnson quizá haya tenido que ver el detalle de no tener que presentarse a elecciones. Aunque si se hubiera presentado es muy probable que hubiera ganado todas las celebradas desde 1953 hasta hoy. British are british.

 

Si el indio de las Tres Mil hubiera vivido hasta los 96 años hubiera seguido haciendo lo suyo hasta el final. El mito, por insistente, hubiera sobrepasado la ciudad de Sevilla. Isabel II no es hoy reina de Inglaterra, sino reina global. También en España. Los líderes políticos locales se postran ante la reina de la Commonwealth. El presidente Sánchez manda sus condolencias al pueblo británico destacando la talla mundial de la monarca; el líder de la oposición Nuñez Feijóo hace lo propio publicando un larguísimo tuit de condolencias escrito en inglés al que algún usuario malintencionado respondió “que lo lea, que lo lea” y Abascal, que es de esas personas que sienten ser parte de la historia al despertarse por la mañana, se limitó a recordar la españolidad de Gibraltar. Chúpate esa Isabel II. Quizá, con esa visión histórica, el líder fascista no le perdone que, en la Segunda Guerra Mundial, ella jugase en el equipo rival. Díaz Ayuso, que no es una líder nacional, pero como si lo fuera, decidió dar un paso más y decretar luto oficial de tres días en Madrid. Quizá en las próximas semanas el hermano cobre en pounds las comisiones como homenaje y los centros de atención primaria cuelguen el mensaje de cerrado en la lengua del imperio británico: it´s closed. Sea como sea, reconforta ver a Díaz Ayuso mostrarse sensible con los mayores. Horas después el presidente andaluz Moreno Bonilla decretó un día de luto sometiéndose al Ayusismo –lo que haga ella, pues tú lo mismo.

 

Se va un personaje histórico. Quienes defendemos la exótica idea de que la historia debe ser construida con herramientas democráticas no podemos evitar señalar la anomalía monárquica con sus infantilismos, clasismos y riquezas indecentes. Pero debemos despedir con respeto a una figura destacada de la democracia más antigua de Europa. Alguien que sufrió los bombardeos nazis merece un cariñoso adiós. Como decía el indio de las Tres Mil al llegar y al irse, Jau, Isabel.

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