jueves, 24 de noviembre de 2016

EL ORIFICIO...

EL ORIFICIO...

DUNIA SÁNCHEZ
Una bóveda ceniza anunciadora de lluvias venideras huelo desde este rincón donde estoy. No sé por qué me dio por vigilarla, es algo que me asusta, que me incomoda. Un pequeño orificio en la pared daba a la habitación contigua. Al principio pensé de que se trataba de una mancha, una mancha en la pared. Cuando fui a limpiarla descubrí que mi ojo podía mirar más allá de este cuarto donde ando recluido. Ella ahí, desnuda, bailando al ritmo de una música acelerada. El sudor de su cuerpo, la atracción. En su habitación no hay ventana solo la luz de una lámpara sin embargo ella parecía estar ausente a todo lo que la rodeaba. Yo vigilante en cada despertar de su ser, de sus movimientos. Alrededor un halo de hojas secas serpenteantes a sus pisadas, a cada tacto de ella con el suelo de madera ¿Cómo podría ser? Yo miraba y miraba, miraba en su soledad, como se acariciaba su cuerpo en cada paso frente a un espejo. Me era desagradable el estar espiando su intimidad. En la residencia decían que era una chica extraña, introvertida, una mezcolanza entre el aislamiento y los desiertos cuando la timidez invade la persona. Ello me hacía mirarla más y más. Era una explosión en plena calma, una mujer que rozaba la ensoñación cuando a solas se encontraba. Me dio cierta pena. Observaba como hablaba con estas paredes, con la alfombra de hojarasca que bañaba su habitáculo. Un día decidí tapar el agujera, dejarla en su mundo, ese mundo que desconocemos. Comencé a saludarla a partir de ese momento. Sí, hablar con aquella que había emocionado cada instante de mis ojos en el agujero de la pared. Nunca le conté mi secreto, nunca le dije que la amaba.

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