sábado, 4 de agosto de 2012

"Manifesto: Cu Cu - Do Do" Teatro El Vitral


"Manifesto: Cu Cu - Do Do" Teatro El Vitral


Eduardo Sanguinetti




Puesta de Eduardo Sanguinetti, con textos de su ensayo Cu Cu - Do Do
(Final en forma Ordenada) Ed. La Cifra.
Acompañado en Cello por Eftalí Ndreu del Teatro Real de Tirana (Albania).
Este "Manifesto..." cual proclama, puesto en escena en el Teatro el
Vitral de Buenos Aires a fines de 1998, puso en juego valores
perimidos y vestustos, muy arraigados en el quehacer político-cultural
burgués de la Argentina. Se cristaliza la resistencia de Sanguinetti a
una cultura mercantil, en discurso potente y carente de manierismos,
acompasado y en réplica con la Suite 2 Francesa de Bach.
Matiza la proclama, con crítica a hechos coyunturales de la época:
Cierre Diario Perfil 1998 (1° versión), Talk Shows de conductores,
elevados a símbolo en la farándula reinante en Argentina, etc.
Ayer, hoy y mañana por una calle sin vereda,
no importa demasiado el tránsito.
Un individuo llora con piedad de si mismo,
no pertenece a una especie final y última.

Ayer y hoy no entienden son demasiado jóvenes
y mañana se abstendrán de ser pasado,
dirán que es problema de otros mañana que será ayer.

Un símbolo esconde un signo.
El signo descarga su violencia.
Y un mito no tiene nada que decir.
Una señora habla igual que otra señora
que a la vez habla,
y así,
así estamos en el instante justo,
en que Rimbaud se me cae de las manos.

Me han disparado a quemarropa.
Yo no sé que he muerto innumerables veces,
no me interesa ir numerando nacimientos.

Así pasan los días
y las horas se convierten en asuntos negociables,
todo tiene valor en moneda.
El mercantilismo impuso su substancia,
todo tomó forma de envoltura y nadie,
nadie explica porqué la bestia
ha abierto más su apetito.

Un niño busca su existencia en el laberinto
y otro busca su pelota.

Derribé las fronteras y los mitos.
Los mitómanos siguen tensos,
no encuentran ficciones alegóricas
ni fábulas para pintar su piel.
Se vuelven herméticos y diurnos.
Un pájaro cae sobre la grafología
sin compasión alguna,
y Alfred Doeblin pasea sólo
por la ciudad de Nueva York.

La velocidad especula, consume al invasor.
Las ideas no obstante dejan desnuda la batalla.
Ya no hay porqué ni para qué.
La falsa cultura besa en la boca al enemigo
y luego lo penetra,
mientras la manada se distrae y abre los brazos
con signo acogedor y complaciente.
Luego la manada es tomada como rehén
y asiste con placer a su exterminio.

Jóvenes ideales pasan.
Hablan de referentes de no sé que muerto
con las visceras fuera
o de pasar con rapidez las pruebas de oposiciones
o de suposiciones, de objeciones.
Ya no. Ya nadie objeta nada.
Tú mismo puedes ser un infiltrado.
Un ser social o antisocial, que importa.

Un preso sin juicio escribe poemas en los muros,
rompe la ley y en la contienda
para no morir en la locura.
Los jóvenes ideales toman cerveza en las terrazas,
o un martini que te ayuda a vivir.
Nuestra señora publicidad ha sido concebida
sin mancha de pecado original
simulando hasta el hartazgo realidades obstinadas.

Araño. Asomo. Digo.
Un pie pisa mi cabeza.
Juro que no soy víbora,
ni aquel pie de alguna virgen.
Tampoco soy el mundo, apenas su criatura.
Me acomodo como puedo en la trampa.
Sacudo mi suerte escatológica y me nacen glorias.

Otro pie del setenta me arroja al exterminio.
Crece el setenta hasta el ochenta, hasta el noventa.
Me recibe el tercer milenio.
He decidido mantenerme
en estado de alerta permanente,
pero nadie arriesga su pedazo de cielo.
No es cierto aquel presagio:
siéntate a ver pasar el cadáver de tu enemigo,
tú enemigo es inmortal,
y la inmortalidad se está alargando demasiado.

Son los Jefes. Dictadores profusos
que deciden en que water del mundo
deberemos cagar.
Son traidores de ideologías podridas.
Prominentes cuando la luz se apaga.

Hay demasiados muertos sin vigencia,
sentenciada la calle por el prostíbulo político
que promueve sus héroes en la pantalla chica.
La vida guiña su ojo económico
y la mesa de enlace
nunca consigue el desenlace.

En medio del drama hay numerosos premios.
La gente dice estupideces en 21 pulgadas.
El siglo se corta las venas, no le interesa el tema.

Un imbécil, un enigma, una clave,,,que importa.
Paralizados en la anarquía de la página,
adora la justicia cuando está de su mano.
Superman sonríe.
Previsible a todo celuloide.

The End.

Cualquier parecido con la realidad
es simple coincidencia y pura re
alidad










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