CON DOS BORBONES
CRISTINA FALLARÁS
Uno de los
momentos más deprimentes del año es aquel que se produce tras el desfile de las
Fuerzas Armadas, cuando los reyes de España reciben a aquellas gentes que ellos
reciben. Esas gentes, entre las que se inclinan representantes de los
ciudadanos, forman una larguísima fila y uno a uno van marchando frente al
matrimonio para besarles la mano y humillarse ante ellos. Se llama besamanos.
Se llama vasallaje. Se llama degradación. Se llama ignorancia. Se llama apaga
la tele o vomito.
Un rey tiene
súbditos. Esto es así. Un rey no tiene votantes, no tiene “representados” por
lo tanto, o sea, no es representante. Un rey no tiene conciudadanos. Un rey
tiene vasallos. Les guste a los políticos del PP, Ciudadanos y PSOE o no les
guste, somos vasallos y súbditos en tanto en cuanto tenemos un rey. Además,
hasta este 24 de febrero de 2018, han conseguido hacernos creer que existe un
consenso blindado en las instituciones de que la monarquía es incuestionable. O
sea, parecía hasta este momento que todos los representantes democráticamente
elegidos son monárquicos, y por lo tanto lo son en nombre de todos los
ciudadanos, que así pasan por ser monárquicos también.
En noviembre de
2016 conocimos un documento extraordinario, grabado en 1995, del que nadie
parece guardar recuerdo. El presidente Adolfo Suárez confesó a la periodista
Victoria Prego en una entrevista: “La mayor parte de los jefes de Gobierno
extranjeros me pedían un referéndum sobre monarquía o república”. Se lo dijo
tapando el micro con la mano, en una confesión apestosa de confidencia triste,
a la que ella contestó: “Y eso era peligrosísimo en ese momento”. Entonces,
Suárez soltó la información como quien regurgita una basura: “Hacía encuestas y
perdíamos…”.
Así que, ni
corto ni perezoso, aquel cachorro abulense de la dictadura coló en la Ley de
Reforma Política de 1977 “la palabra rey y la palabra monarquía”.
Así, con dos
borbones.
O sea, que el
Reino de España es reino porque a un joven y prometedor dirigente franquista
(Suárez ocupó cargos en la dictadura desde 1958 hasta la muerte del dictador)
le salió de los borbones meter la corona. En contra de lo que según sus
encuestas iba a decidir la mayoría de la población, por lo tanto y
evidentemente considerándola un rebaño de súbditos. Suárez no estaba solo en
esa felonía, por supuesto. Ni siquiera era capaz, pero bien le ha valido un
aeropuerto.
Y, oye, desde
entonces.
Así que cuando
la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, realiza el sencillo gesto de anunciar que
no acude al besamanos del rey Felipe VI lo que hace no es solo representar a la
parte de los ciudadanos que no cree en la monarquía, los que me temo en
Barcelona son mayoría. Además, pone la idea misma de monarquía en evidencia,
invita a recordar de dónde viene y, de paso, recordar la basura que aquel
Suárez del Movimiento regurgitó ante la periodista Prego.
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