SIN MÁS...
DUNIA SÁNCHEZ
Sin más arremetió contra la mesa. Esa mesa de dibujos
imperfectos ahora estaba vacía. Se sentó, se desabrochó el cuello de la camisa
y suspiro. Tantas estaciones de lunas rotas por el quehacer vago de las horas.
Todo estaba perdido, eso pensaba él. Hoy no silbaría cuando los pajarillos
retozaran en su balcón de geranios mal heridos por una vejez presente. Pero su
alma aun inhalaba el aliento de aquella juventud ida. Salió de su casa dejando
la puerta abierta. Si abierta para que aquellos garabatos de años
desaparecieran en el conjuro de la luna. El bullicio de gente en la calle era
demoledor para sus sentidos pero había algo, sí, algo…la música de otros
lugares tomaba un escenario amplio de la vida, de lo que queda por hacer. Se
detuvo y un cierto remordimiento lo atizaba para que retornara…si, volver a esa
vieja casa de puerta abierta. Entró, todo estaba en su sitio. El olvido es
quejumbre que nos deshereda del aire que se respira. Solo, cansado se fue a la
mesa y se sentó. De nuevo se desabrochó el cuello de la camina y el comienzo de su última obra. Sus manos
temblorosas lo llevaban a un pincel y la oscuridad de sus ojos a tonalidades
grisáceas. Ya está bien, se dijo. Se dio la vuelta y visualizó una maleta, una
maleta heredada de no sabe quién. Llevaba ahí años y años, tantos que su
superficie estaba todo agrietada. Ya no hay tiempo, se dijo. Metió sus últimos
dibujos en ella y se fue dejando la puerta abierta. Miro la luna, una luna
llorona, ausente a sus pisadas entre los viandantes. Otra vez escuchó el
concierto, otra vez se detuvo. Abrió la maletas y ojos de buitres se
aproximaron mientras el caía, caía en la nada.
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