POR: EDUARDO
SANGUINETTI,
FILÓSOFO
En
el universo tecnócrata, la palabra es la auténtica subversiva, la palabra que
en la obra de los trascendentes escritores, siempre ha tomado un papel
desafiante, protagónico, que revoluciona haciéndonos escuchar algo distinto al
monocorde discurso patético de políticos y devenidos pseudointelectuales.
Palabras
prohibidas versus palabras permitidas, palabras publicadas en libros apócrifos
y no en biblias, el mandato humano sobre el mandato de los dioses, el mandato
del hombre sobre las máquinas. Las pantallas hipnotizan, enceguecen la mirada
con sus haces de luz, dictaminan en monótono soliloquio, mientras sus mandatos
son venerados y cumplidos por masas de humanos, embrutecidos, confusos y
perdidos en la selva de la fantasía posverdadera, que apunta a desequilibrar el
todo armónico.
Cual
‘acto de vida’, en desfavor ‘del montaje de la historiola’ que se construye en
el presente y de los intentos de dar legitimidad a la ficcionalización de
escribas, del relato del presente, fraguada en el fogón de los discursos
reduccionistas, de las ideologías de ocasión, presentes en mercenarios rentados
por el poder omnímodo, conformado por un grupo de funcionarios que intentan,
sin pudor ni resistencia de un pueblo anestesiado, inmortalizar a oportunistas
emoticones encarnados en humanoides, arrastrándose por la vereda del sol,
implantando un sistema de esclavos sonrientes.
En
el vasto entramado de discursos de la contemporaneidad, pueden reconocerse,
como paradigmas innegables, los relatos que
-desde la ficción- indagan, preguntan, representan la realidad
socialmediata e inmediata.
La
historia ha perdido, en lo que va del milenio, su carácter de ciencia objetiva,
comprobable, para adquirir el carácter de discurso: una construcción verbal
ideológica, un nuevo tipo de relato, cercano a la escritura de ficciones… la
historia transita hoy otros caminos… se hace relato, novela, biografía
fabulada, comic, abandona los enunciados verificables y la remisión a
determinados y específicos hechos, comprobables de manera total y absoluta.
Historias
plenas de metáforas, alegorías lejanas de lo que ha sido el acontecimiento que
pretenden narrar… oportunistas publicaciones, publicitadas hasta el cansancio
que apuntalan la mentira, la estafa, el fraude, blindadas por las corporaciones
que se asimilan al decir de estos pasquines, mal facturados y sin rastros de
rigor con la realidad de lo que ha sido, de lo que es, sin verdades a mostrar,
sólo un simulacro de lo que jamás ha sido.
Creo
que en la medida en que el cine está hecho de la misma materia que la historia
(tiempo, proyección y recuerdo), no es descabellado pensar en la posibilidad de
hacer una historia del siglo XX y XXI, una historia de nuestro tiempo, con cine
documental que en comunión con las estupendas películas de los geniales directores
comprometidos con su tiempo y la cultura política, conformarían un vasto
panóptico de la historia de un tiempo que ha sido, a la que los especuladores
posmodernos le esquivan, pues asimilarse a un ideal conlleva comunión con la
verdad y la libertad de escribir la historia, de presentarla en su sensible
devenir.
El
cine excava en la memoria audiovisual y literaria del siglo, y reescribe su
historia mediante un procedimiento arqueológico que entrelaza estratos de
textos y de imágenes que las palabras del poema no dejan de evocar. La belleza
de Historia(s) del cine es paradójica, fúnebre y vital al mismo tiempo, porque
mientras salmodia el tiempo y su arte, anuncia la posibilidad de un cine por
venir, pleno de creatividad y honra a la vida-naturaleza y pensamiento.
La
superposición y mezcla de todos los materiales posibles acumulados en esas
dimensiones perceptuales y culturales instala de entrada el tópico, ineludible
en la mayoría de las consideraciones sociológicas y filosóficas contemporáneas
del cine, de la simultaneidad. Simultaneidad de la conciencia, de la historia,
de la cultura, de la vida social, del siglo XX y XXI, que se explicita
existencial y políticamente en el montaje, estructura que al mismo tiempo
resuelve la exigencia narrativa y orgánica de la conciencia espectadora, de
quién desea tomar contacto con una realidad matizada, con imágenes, palabras,
música, ruidos, carteles y sobre todo imágenes de quienes fueron protagonistas
de la historia.
La
renovación formal de la construcción de la historia real, debe provenir del
periodismo audiovisual. Este género, ha fijado hace décadas, sobre película la
historia del siglo XX… hoy exiliado de la TV y de los films producidos en las
corporaciones mafiosas de la industria cinematográfica, pues no ignoramos que
la historia se hace a medida de los intereses de las multinacionales y las
mafias enquistadas en el poder… se eliminan trayectorias de grandes talentos,
para dar espacio a títeres manipulables, convertidos en referentes del milenio
de las ‘grandes muertes’.
A
mediados de los años 60 del pasado siglo, la heterodoxia narrativa de los
noticieros televisivos, constituyeron una cantera de inspiración permanente
para muchas formas características del inspirado cine de aquellos años.
Estimulados por la demanda de cadenas de televisión, los noticieros de aquel
tiempo y el género documental se desarrollaron extraordinariamente, llegando a
ser fuente y archivo de la historia en imagen y palabra de un tiempo y espacio.
De
este modo, los artificios de la ficción cinematográfica convergían, por caminos
distintos, en el caudal de la crónica histórica objetiva, en una variante
narrativa del periodismo audiovisual, haciendo del cine un legítimo espejo de
la historia del siglo XX… hoy presionado por el poder de la máquina neoliberal,
se producen noticias, fuera del marco de la realidad, de lo que es, para
construir una telenovela de la historia que jamás tuvo espacio, jamás la
realidad devenida en crónica histórica, fue tan escondida y bastardeada como en
este tiempo.
Lo
experimental devenido en filmar la vida y sus actores (la humanidad toda), con
la amplitud y variedad de registros que nos presenta el ‘gran espectáculo’ del
mundo, hoy, podría darnos la posibilidad de acceder a la verdad de lo
acontecido y por acontecer, a la austera crónica histórica o el panfleto
político, basados en hechos auténticos, para de ese modo reconstruirlos con
fidelidad o denunciarlos sin miramientos.
El
sistema imperante, capitalista o socialista, nutrido de simulación, ha perdido
sus vínculos con el núcleo esencial de nuestra razón de permanecer en él
ahistóricamente. El universo continuará su movimiento, pero quienes nos
nutrimos de verdad y libertad, ya no
sabremos qué decimos, escribimos o dibujamos en él.
Lo
mismo sucede con la imagen: forma parte del movimiento y poco a poco se
degrada, y esa degradación impide ver la realidad, simulada y escondida por los
poderes, tras la siempre presente “santa contradicción”. Al contrario, va a
imponer a la historia la imagen que el hombre de hoy, se hace de él (o quiere
hacerse). Hay una inversión total, y la mirada mía es una reflexión filosófica,
tecnológica, poética, pesimista sobre la pérdida del mundo.
Para
quienes aún no están dominados por la molienda infame de este sistema, les
comento que no dudo “ha llegado el tiempo de la revolución silenciosa”. No hay
espacio ni tan siquiera para el socialismo modelo tercer milenio, imbuido de la
peste neoliberal… instalar nuestra presencia en vida: ‘cero’.
Acomodémonos
en este mundo que habitamos, de cara a un futuro posible, indiferentes a toda
imposición de los ‘imbéciles’ que manipulan nuestra existencia, de manera
grosera y prepotente. La ley, la forma de vivir según arquetipos perimidos, muy
lejanos de la actualidad del hoy y del relato de la historia, eliminado por
funcionales a la ‘gran estafa’ del sistema en acto de degradar nuestro ser y
estar…en silencio, no aceptarlo… no aceptar las herencias de ‘última hora’
impuestas por el régimen, que atentan contra la condición humana en su esencia
y sentido… reinventarnos a nosotros mismos, aún en la ilusión de lo real,
resucitándonos, decidiendo que el relato de nuestra historia lo construiremos
desde la verdad ontológica y lógica, a partir de un discurso que se erigirá
incuestionablemente como expresión de una objetividad integral, un paso hacia
una opción ética y estética fascinantes, en abierto ataque frontal a la
sociedad de consumo y alienación, hoy en plena vigencia.
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