EL PSOE CON CEBOLLA Y
SIN CEBOLLA
DAVID TORRES
Uno
de los grandes debates clásicos en los congresos del PSOE es si son partidarios
de la república o de la monarquía. Todavía no se han puesto de acuerdo, aunque
la postura oficial se aproxima a la de Letizia, que primero era republicana y
al final ha acabado de reina. La democracia interna del partido siempre ha
andado peleando en estas dialécticas extremas, como cuando Felipe González
abandonó el marxismo de Karl por el de Chico, tesis y antítesis que Zapatero
terminó de sintetizar en la corriente Harpo. A Groucho no llegan: no son tan
radicales. La verdadera cuestión de fondo, lo que trae de cabeza al PSOE desde
su fundación, es si la tortilla de patallas lleva cebolla o no lleva cebolla.
Con Pedro Sánchez, no obstante, el dilema principal es si el gin-tonic se hace
con pepino o sin pepino.
El
pasado fin de semana las Juventudes Socialistas lanzaron una propuesta en la
que pedían la tortilla de patatas con cebolla, tal y como se establece en las
bases de un partido que se declara obrero y cebollista acérrimo. Sin embargo,
Pedro Sánchez se ha encargado de rehacer el menú y aparcar la enmienda para
épocas mejores. Por ejemplo, la próxima glaciación, cuando la disyuntiva entre
la patata y la patata con cebolla habrá perdido mucha de su razón de ser. Al
fin y al cabo, la socialdemocracia ha prosperado y triunfado bajo el amparo de
monarquías parlamentarias, como sucede en Noruega, Suecia o en Japón, e incluso
en monarquías patateras, como España. Nadie ha sacado más provecho del ejemplo
japonés que el propio Felipe, quien entre el yate y los bonsáis, cada vez se
parece más al almirante Yamamoto.
Alfonso
Guerra predijo hace años que a España no la iba a conocer ni la madre que la
parió, pero a quien no conoce ni su madre es a Alfonso Guerra. España, en
cambio, sigue idéntica a sí misma después de dos décadas y pico de psocialismo.
Guerra se declara partidario de aplicar cuanto antes el artículo 155 de la
Constitución, y sólo le ha faltado enviarle a Mariano un rollo de papel
higiénico, como hizo Blas Piñar en otros tiempos. La idea de una España federal
o nación de naciones, la receta favorita de Sánchez, no es muy distinta de la
deconstrucción de la tortilla de patatas de Ferrán Adriá, sólo que sin cebolla
y con cada ingrediente en su sitio. Por muy deconstruida, muy líquida y muy
metida en un vaso que esté, la tortilla seguirá siendo una tortilla española.
Lo mismo le pasó al propio Sánchez, que la gestora intentó deconstruirlo en
noviembre y miren el resultado.
Especialista
en nadar y guardar la ropa, como un Michael Phelps vestido de Cortefiel,
Sánchez ofrece nuevamente el mismo menú de temporada con el que el PSOE lleva
timando a su electorado desde mediados de los ochenta: una izquierda de centro,
un centro de derecha, un republicanismo monárquico, una economía de puertas
giratorias y una tortilla de patatas sin cebolla, con chistorra y con muchos
pimientos borbones. Socialismo de homeopatía, diluido al uno por mil entre banqueros
e hidroeléctricas. Después de clavar a Harpo durante la moción de censura, y
sin pegar ni un solo bocinazo, pretenden erigirse en la próxima alternativa al
PP, como si alguna vez el PSOE hubiera dejado de ser la continuación del PP por
otros medios. Más que la alternativa se pueden convertir en el banquillo, en el
sentido más amplio y plural del término.
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